[LA OVEJA NEGRA] El pasado siempre vuelve
GERMÁN VALCÁRCEL | Desconozco si ha sido casualidad, o una estrategia publicitaria meditada, que el anuncio de la próxima emisión del documental sobre el acoso y destierro sufrido por la exconcejala del Ayuntamiento de Ponferrada Nevenka Fernández, se hiciera público en los mismos días que se cumplía el décimo aniversario de la multitudinaria rueda de prensa -el 2 de febrero de 2011- que, el acosador, convicto y condenado, Ismael Álvarez, dio para anunciar su vuelta a la política municipal.
Esa rueda de prensa fue convocada, conviene remarcarlo, más que nada para clarificar el perfil psicológico del personaje, en el mismo lugar, Hotel Temple, donde años antes la víctima, Nevenka Fernández, tuvo el coraje de denunciarlo públicamente, y sirvió para constatar que el Ciudadano Álvarez atesoraba casi todas las características con las que Marie France Irigoyen (reconocida psiquiatra especialista en acoso moral y en terapias a mujeres maltratadas) describe, en su ensayo sobre la violencia psicológica El Perverso narcisista, a este tipo de individuos.
Personalmente creo que sobre el Ciudadano Alvarez está todo dicho, al menos por parte de servidor, lo que pienso del personaje lo he dejado escrito, desde hace ya mucho, y ha servido para que gentes de su entorno me bautizaran con el sobrenombre del hijoputa Valcárcel. Algo que llevo como una medalla. Al fin y a la postre, descalificaciones e insultos ha recibido, en esta tierra, todo aquel que se ha atrevido a denunciar, discrepar o disentir del modelo de desarrollo —por llamarle de alguna manera— económico, político y social que, basado en la creación de redes clientelares sustentadas en el expolio de lo público y los pelotazos urbanísticos, se implantó hace tres décadas en Ponferrada, y cuya cabeza política más visible fue precisamente el condenado por acoso a Nevenka Fernández.
Creo que, en estos momentos, lo importante es escuchar a Nevenka y reflexionar sobre el dolor que le fue infligido, no solo por su acosador, también por una parte importante de la sociedad berciana, con el silencio deshonroso de la inmensa mayoría de ella. Conviene recordar y repensar lo acontecido durante estas dos décadas, desde la recogida de firmas de apoyo a quien era entonces la máxima autoridad de la ciudad, entre las que figuraban las de algunos conocidos “intelectuales y artistas” comarcales, hasta la moción de censura de Samuel Folgueral (con el apoyo en primera instancia de la dirección del PSOE) con Ismael Álvarez como socio, una década después de su condena. Pero tampoco se debe olvidar a aquel reducido número de personas que, en tiempos mucho más difíciles que los actuales, se enfrentaron, con su solidaridad y coraje, a la horda que apoyaba al maltratador, emergiendo como raras flores de dignidad entre tanta podredumbre y miseria moral.
Actualmente, lo que más repugna son, al margen de los, y las, detestables bárbaros que siguen condenando a la víctima, ciertas reacciones que se siguen dando y que sirven para constatar la hipocresía que nos rodea y para mostrar, una vez más, que la calidad democrática de Ponferrada, del Bierzo en general, es lo más parecido a un vertedero. Una ciudad que, no lo olvidemos, con los votos del 15% de sus ciudadanos blanqueó, social y políticamente, al acosador y siguió condenando al exilio y al silencio a la víctima.
¿Para cuándo un desagravio institucional por parte de quienes presumen de feminismo? ¿O ese apoyo a las víctimas del machismo solo se demuestra cuando es genérico, o para organizar supuestas Universidades feministas? ¿Quiénes deslegitiman la política? ¿Quiénes fomentan aquí a los fascistas? ¿Acaso la democracia debe amparar a las aves de rapiña? Desgraciadamente, por estas tierras sabemos de sobra que, desde hace mucho tiempo, la golfería y la falta total de vergüenza son un lazo mucho más sólido que cualquier ideología y, además, permiten a algunos seguir caminado con la cabeza muy alta para no oler la mierda que generan.
La calidad democrática de Ponferrada, del Bierzo en general, es lo más parecido a un vertedero
Veinte años después del episodio que narra el documental de Neflix y una vez aterrizados en la realidad que dejaron tras si los latrocinios, pelotazos, y apariencias de cartón piedra y laminado plástico, descubrimos que la pujanza y supuesto emprendimiento que había tras las políticas económicas, sociales y culturales que inauguro Ismael Álvarez y sirvieron de repugnante justificación a sus seguidores y votantes, no era más que un espejismo vacuo, en el cual la mayoría de los ciudadanos no éramos más que figurantes.
El Bierzo es territorio aclimatado al silencio, a mirar hacia otro lado ante cualquier exceso de los poderosos, un geografía que vista desde fuera puede parecer hermosa y gustar, pero vivida dentro es un muladar con una clase política carente de alma, atiborrada de individuos rencorosos ante la crítica, farsantes que solo buscan patente de corso para seguir beneficiándose del poder, poblada de personajes solo asequibles al ruin halago y repleta de individuos sin talento ni cultura que desprecian al pueblo; con una impostada izquierda que cuando ejerce la oposición, eso sí, siempre larvada, intenta parecer de izquierda, pero cuando está en el poder es socialdemócrata bajo palabra de honor.
Es la izquierda que, una vez en las instituciones, se vuelve meapilas y envía el debate político a las alcantarillas del maniqueísmo, la sinrazón y porque yo lo digo, al confundir lealtad con servilismo, crítica con insulto. Franquicias, tanto las viejas como las más nuevas, donde ya solo quedan personajes sin prestigio, carentes de aptitud para cargos públicos y chalanes dispuestos a cualquier tropelía con tal de perpetuarse en las instituciones, donde ya no hay mayordomo que puedan limpiarlas y que han terminado compitiendo en inmoralidad e incompetencia con los conservadores y arruinando antiguos ideales.
Los veinte años de silencio de Nevenka dejan, también, un entramado cultural que huele a naftalina, repleto de charlatanes vanidosos —pobres ambiciosos, quizás con honradas ambiciones al comienzo— que viven las ideas modernas protegidos en cerrados círculos y sectas de apoyos mutuos, incapaces de adaptarlas a nuestra comarca e imprimir nuevos rumbos a nuestra provinciana sociedad, una “intelectualidad” copada por posibilistas ñoños, preocupada por trasnochadas curiosidades y chascarrillos localistas, pusilánime a la hora de combatir a los poderes o poderosos locales y limitada a censuras generalistas.
En definitiva, un compendio de podredumbre que me permite reanimar mi proverbial misantropía y mi escéptico pesimismo, al observar que aquí solo encajan los que de la tribuna hacen púlpito y adulan a las masas soberanas, dueñas del voto que crea diputados, senadores, alcaldes y concejales, generando personajes de la nada.
Hay ponferradinos que sostienen que seguir siendo noticia por estas cosas es injusto, personalmente no tengo nada mejor que contestar que este trocito de texto de Etienne de la Boëtie, extraído de su obra Discurso sobre la servidumbre humana: “…¡Hacéis tantas indignidades que las bestias mismas no aguantarían ni sufrirían! Pero podéis libraros si ensayáis no siquiera a libertaros, sino únicamente a querer ser libres. Estad resueltos a no servir más y seréis libres».