El teatro regresa al Bergidum con un montaje «ingenioso, diferente, divertido y mordaz»
El Bergidum recupera la oferta escénica con la presentación de Sueños y visiones de Rodrigo Rato, el próximo viernes, 26 de febrero, un montaje calificado por la crítica como «ingenioso, diferente, agudo, divertidísimo y mordaz».
Sobre un texto de Roberto Martín Maiztegui y Pablo Remón, que obtuvo el Premio SGAE de Teatro Jardiel Poncela 2017, Raquel Alarcón ha dirigido un montaje que retrata una época de sueños y espejismos, la fiesta de un país que creció disparatadamente y la resaca que llegó después. “Todo eso y más es esta portentosa obra, sencillísima en apariencia y muy compleja en el fondo”, ha dicho la crítica.
Sueños y visiones de Rodrigo Rato sigue el auge y la caída de un personaje, Rodrigo Rato, desde su infancia, marcada por el arresto de su padre, hasta su propia detención tras el descalabro de Bankia. Dos actores interpretan a Rodrigo Rato y al resto de personajes, a la vez que actúan como narradores de la historia. Mucho de lo que cuentan es histórico y está documentado: son hechos reales; y las palabras que dicen sus personajes, palabras textuales. Pero muchas otras no. Porque muchas veces los hechos no son suficientes para conocer la verdad. A medio camino entre el documental y la fantasía, entre la verdad de los acontecimientos y otra verdad, la de la ficción, la pieza está interpretada por Juan Ceacero y Javier Lara.
“Espera, espera… Pero, ¿no eres Rodrigo Rato?”, le pregunta un taxista al hombre algo angustiado que ha entrado en su automóvil y que le pide que le lleve a su domicilio. “Sí, pero, ¿quien es Rodrigo Rato?”, le contesta el político que acaba de salir de la Audiencia Nacional después de declarar en el juicio de las tarjetas black, un día de febrero de 2017. La respuesta a esa pregunta se va desgranando a lo largo de la hora larga que dura la función, que recorre la vida de un hombre poderoso y acomodado. Desde la infancia y adolescencia, rodeado de manteles de hilo, vajillas de plata y cuadros de caza, y marcado por el arresto de su padre, hasta su propia detención tras el descalabro de Bankia.
“Rato representa como nadie las dos caras de la moneda de este país, la fiesta y la resaca. Aquí no se juzga a Rodrigo Rato. El teatro, en el que debe de primar la ambigüedad y la complejidad, no es un lugar para juzgar a nadie, ni siquiera a un villano como él. Hemos huido del panfleto para buscar lo que hay de Rodrigo Rato en cada uno de nosotros”, asegura Pablo Remón.
Pablo Remón se ha convertido en los últimos años en uno de los referentes de la nueva hornada de autores y directores de nuestro país. Desde su impactante «La abducción de Luis Guzman», ha ido ganando adeptos entre crítica y público, con montajes tan sonados como «40 años de paz», «Los mariachis» o «El tratamiento», todas ellas con su compañía La Abducción. Para él esta obra «es una especie de caleidoscopio, porque según la época en la que le pillas es un personaje distinto, un personaje con contradicciones, en el que parece que hay muchos dentro, como un personaje de Shakespeare. Intentamos rellenar ese puzle, dejando esos puntos ciegos sin rellenar, pero no pretende ser un relato periodístico».