[LA OVEJA NEGRA] La máscara de la propaganda
GERMÁN VALCÁRCEL | ¡Qué escándalo, qué escándalo, he descubierto que aquí se juega!, dice el cínico capitán Renault en aquella memorable escena de la película Casablanca, mientras el crupier le entrega un fajo de billetes: “sus ganancias, señor”.
A don Olegario Ramón, alcalde de Ponferrada, con sorpresa y estupor le acaba de suceder lo mismo, ha descubierto en un misterioso y mutilado cuaderno azul -al que le faltan más de la mitad de las páginas- lo que todos los habitantes del municipio que gobierna sabemos, sufrimos y algunos denuncian desde hace décadas, sin necesidad de encontrar ningún cuaderno: la meritocracia en nuestra sociedad son los partidos políticos o los padres. ¿Impostura, actuación, simulación? Solo una muestra más de la hipocresía que se gastan nuestros gobernantes.
Don Olegario, como le ocurre al actual vicepresidente del gobierno Pablo Iglesias, parece que solo ha sido consciente de los déficits democráticos cuando ha pisado moqueta y se ha sentado en los sillones del poder. Si pretende seguir practicando arqueología en la “política de relaciones” puede preguntar a alguna antecesora en su cargo de Secretario General de la agrupación local cómo se gestionaba la selección de personal en tiempos de Celso López Gavela, y sin necesidad de retroceder hasta la Sima de Olduvai también puede solicitar información a alguno de esos funcionarios que tanto pondera y que, según él, le impiden tomar malas decisiones; algunos de ellos llevan años participando en los tribunales de evaluación. Incluso puede dedicarse a hacer árboles genealógicos entre los trabajadores municipales, ya que parece no conocer las sagas familiares que se perpetúan y crecen en el Ayuntamiento ponferradino.
Tras llevar el ya famoso cuaderno al fiscal, puede, en alguno de los dos plenos municipales que últimamente convoca cada mes, crear una Comisión de Investigación, como exigía cuando estaba en la oposición, y dar la presidencia a su nuevo socio, el ayatolá bercianista (tal vez así puedan habilitar alguna partida presupuestaria para cobrar por asistencia a dicha comisión especial, por supuesto, faltaría más, con el pertinente informe favorable de Tesorería o Intervención), y colgar en el portal de transparencia las conclusiones (podía hacerlo con las del Mundial de Ciclismo y así nos evitaría el bochornoso espectáculo de los usitas de Folgueral sacando pecho) porque responsabilidades penales, a estas alturas, no hay y lo sabe, a pesar del paripé de llevar el susodicho cuaderno a los juzgados. Pero como políticamente no le fue mal el paso por los juzgados de su adversario político “interno”, pretende repetir la jugada, eso sí, luego no recurrirá su archivo.
Se deduce, por lo que durante su minuto de gloria mediática ha dicho, que ignoraba que la casta política, a la que pertenece, utilizaba las instituciones como si fueran su cortijo; esa ignorancia la hubiera superado sin necesidad de ninguna licenciatura o diplomatura, con una simple y amigable charla con doña Susana Díaz, dirigente a la que apoyó en las truculentas batallas internas de su partido, ahora tendría un máster. Ella sí que sabe de redes clientelares y de “política de relaciones”.
Don Olegario cada día recuerda más a aquel Felipe González que reivindicaba el componente ético de la política mientras gestionaba el caso Filesa, los fondos reservados, privatizaba empresas públicas, tenía en su equipo a Luis Roldán y al frente del Banco de España a Mariano Rubio.
El señor alcalde, con el “caso del cuaderno”, nos ha hecho una demostración práctica de cómo el aparato de propaganda, “la comunicación institucional”, es una herramienta que sirve para operar sobre lo real y las palabras son puestas en circulación con el objetivo de travestir las cosas. Su uso y abuso de las redes sociales, de los medios de comunicación y del pleno municipal le sirven para desprestigiar a todo aquel que se le opone o es crítico, no para informar a los ciudadanos.
La alternativa fiable que afirmaba representar se ha transformado en matonismo político
Después de salir a la luz el famoso cuaderno resulta escandaloso escuchar a don Olegario decir: “si injustificadamente tratan de mezclarnos con el barro y el fango podrán salir más cosas de barro y fango, y no es eso de lo que se trata sino de trabajar para ganar el futuro”. ¿Qué más sabe usted? ¿Qué no cuenta a los ciudadanos? ¿Está ocultando algún delito? ¿A quién amenaza? ¿Se guarda algún tipo de información para tratar de chantajear a la oposición?
La alternativa fiable que afirmaba representar, en la campaña electoral que le llevó a la alcaldía, se ha transformado en matonismo político, es a donde conduce el autoritarismo y la falta de capacidad para encajar la crítica, por eso no debe sorprender que cobren cuerpo las prosaicas formas de entender la acción política del grupo municipal socialista. La nada velada bronca que, en el pleno, le echó a la concejala de Podemos, por ejercer y explicitar públicamente, como mera disidencia controlada, su apoyo crítico y leal (por dos veces lo repitió la portavoz podemita) a los Presupuestos Municipales, y la condescendencia con que lo hizo el señor alcalde, fue todo un ejemplo de la deriva que está tomando.
En estos tiempos de posverdad las palabras y los conceptos toman rumbos insospechados, en ninguna otra actividad humana como en la política se presentan tantas dificultades para hacer coincidir predicado y pensamiento. Vocablos e ideas divergen hacia interpretaciones ajenas al sentido original. Palabras como honradez, democracia, justicia, igualdad y libertad fungen de comodines para toda clase de discursos y propuestas al margen de cualquier pudor.
Viendo el circo mediático que don Olegario ha montado con el tema del cuaderno y escuchando la palabrería desplegada se puede afirmar que la política institucional es puro espectáculo, eso sí, espectáculo de su descomposición. Vivimos rodeados de comentarios y de comentarios sobre comentarios, de críticas, de revelaciones que no desencadenan, si no es que revelaciones sobre las revelaciones. Y esta niebla que generan nos arrebata cualquier posibilidad de tomar decisiones.
La acción política institucional se ha establecido más allá de cualquier justificación como resultado de la inmovilidad social, la indiferencia y el alejamiento de los ciudadanos de la vida política, la inexistencia de grupos sociales capaces de influir en la gobernanza de las instituciones y la incapacidad estructural para crear u organizar herramientas de control democrático, como consecuencia de padecer una burguesía clasemediana adocenada, funcionarial, menguada, conformista e inútil y la ausencia de una clase obrera fuerte; solo quedan, al margen de funcionarios, trabajadores precarios.
La crítica ya no puede nada, no arroja ningún efecto en una sociedad sin periodismo (convertido en refugio de propagandistas), ni circulación de información verídica, sedada con miedo, fútbol y telebasura e instalada en el simplismo cavernario, permanecer en la denuncia de las discriminaciones, de las opresiones, de las injusticias, y esperar recoger los frutos, es equivocarse de época y lugar.
Lo que ocurre en el Bierzo lo describió magníficamente el escritor guatemalteco Augusto de Monterroso: «Pasan los siglos, caducan las distintas visiones de la vida, pero siempre que el hombre agudiza su conciencia descubre que el monstruo está cerca».