[LA OVEJA NEGRA] Lo que Netflix no cuenta
GERMÁN VALCÁRCEL | Para entender la narcosis social en la que está instalado el Bierzo y Ponferrada, hoy día, hay que asumir que la podredumbre moral y ética, la sordidez y la decadencia en la que vive la sociedad berciana no se genera en un momento determinado, nace de forma anodina y se propaga insidiosamente.
Por marcar un punto de inflexión debemos retrotraernos a mil novecientos noventa y cinco, año en el que Ismael Álvarez llega al poder, la forma en cómo lo hizo (comprando tránsfugas del PSOE que fueron enviados a “relajarse” a las Islas Canarias, pagados por un conocido y ya desaparecido empresario), y con qué complicidades contó.
Pero si en algún momento la sociedad ponferradina cayó a los más bajos niveles de podredumbre, ese momento fue durante el caso del “Ciudadano Álvarez contra Nevenka”, nuestro caso Dreyfus local, si en este último se sustentó en el antisemitismo, en el otro fueron la misoginia y el machismo su combustible y su motor.
Mientras la sociedad ponferradina en su conjunto no asuma críticamente lo que hizo, mientras Nevenka Fernández siga siendo un fantasma que solo viene a Ponferrada vía documental, emitido por una plataforma digital de pago. Mientras individuos como, por ejemplo, Samuel Folgueral -aupado a la alcaldía de la capital berciana con el apoyo político y el voto de Ismael Álvarez- siga sentado en los escaños del salón de plenos del Consistorio, representando a los ciudadanos del Bierzo (no olvidemos que también es consejero comarcal), a pesar de haber sido expulsado de su partido original, esta comarca seguirá siendo “cosa de ellos”. Mientras una corporación municipal no pida institucionalmente perdón a la exconcejal, Ponferrada seguirá siendo un arrabal de penumbras.
Lo he sostenido en infinidad de ocasiones, y lo sigo sosteniendo. Si se quiere empezar a salir del estercolero esa sería la primera medida democrática que se debería tomar. Si de verdad queremos limpiar la vida pública empecemos saneando los cimientos, incluso las alcantarillas.
Hace unos días una mujer joven, berciana, una niña, ni siquiera una adolescente, en los tiempos en los que ocurrieron los hechos, pero con cierto conocimiento del actual “mundillo político e institucional comarcal”, me preguntaba a qué se debía el tremendo apoyo que socialmente tenía y sigue teniendo Ismael Álvarez. Mi respuesta fue que, a una extraordinaria operación de camuflaje y marketing político, pagada con ingentes fondos públicos y construida con fachadas de laminado plástico, calles de hormigón impreso, horteras rotondas provincianas de feas composiciones pueblerinas o con bustos de ególatras hijos de la tierra, sirvió para dar una falsa sensación de modernidad (lo ocurrido con Nevenka demostró su cutrerío e impostura y lo que esta sociedad escondía y esconde en su seno) y tapar la corrupción y el latrocinio perpetrado por la clase político-empresarial comarcal, con el “asesoramiento” de insignes abogados y consultores de todo tipo, la ayuda de arquitectos y altos funcionarios poco escrupulosos, la anuencia de sindicalistas corruptos y los panegíricos de periodistas mercenarios y melifluos intelectualillos cursis y pedantes, todos ellos llamados a participar en el festín. Repasen hemerotecas de la época.
Si de verdad queremos limpiar la vida pública empecemos saneando los cimientos, incluso las alcantarillas
En aquellos años de cuantiosos fondos Miner y de todo tipo de dineros llegados de la Unión Europea, te convertías en un peligroso y radical terrorista dialéctico si planteabas que los miles de millones de euros que llegaban a esta tierra sirvieran para algo más que construir redes clientelares o comprar, mediante espléndidas y sustanciosas jubilaciones y prejubilaciones que desclasaron a los trabajadores, una falsa paz social que terminó conformando una sociedad débilmente vertebrada, acrítica, de clases populares pasivas, de clasemedianos garrulos y sableadores de ayudas públicas, y de plebeya mediocridad ética, axiológica e intelectual que ha dado como resultado un cementerio económico y social.
Para esta sociedad de clasemedianos bienpensantes, el problema no son los corruptos, sino el que se enfrenta al poder establecido, Nevenka lo hizo, les hiere en su buenismo perdonalotodo. Ese pasotismo político-social ha supuesto el nacimiento de una castuzilla política repleta de personajes mediocres, codiciosos, desconocedores de cualquier ética o ideología, con la única voluntad de vivir de los contribuyentes. No me deja por exagerado o mentiroso el espectáculo de codicia que, en estos tiempos de dificultades e incertidumbres para la mayoría de la población, están ofreciendo los representantes políticos de municipios como Ponferrada, Cacabelos, Fabero, Toreno o el Consejo Comarcal. Por cierto, instituciones gobernadas, todas ellas, por lo mejor del progresismo clasemediano local, el PSOE. En torno al 90% de la población berciana está gobernada, municipalmente, por gentes cubiertas y avaladas por esas siglas.
La historia del Bierzo se ha convertido, finalmente, en la historia de un modelo económico y social fallido. “El milagro berciano” era un edificio construido, desde sus cimientos, con devastación y expolio medioambiental, capitalismo subvencionado, redes clientelares, miseria moral y especulación. Pero los doctos ya advertían –aunque los despreciáramos- que una tierra que crece bajo el paradigma de la minería es siempre una tierra que cosecha desechos, ruina y corrupción.
Hace demasiado tiempo que el Bierzo chapotea en la chapuza y la bazofia. Si uno no se siente fanático de nada ni nadie y no tiene paralizados los músculos del pensar, tiene el derecho y la obligación de denunciar y reflexionar sobre los hechos en función de lo que son en sí y no en razón del origen o supuesta ideología de quienes los generan. Que una serie documental televisiva haya servido para que las jóvenes generaciones tengan constancia de lo ocurrido, explica mucho cómo funciona socialmente esta comarca.
No sé bien cómo, pero está claro que los ciudadanos de esta tierra tienen que erigirse en garantes de sí mismos para llevar adelante la necesaria regeneración de una comarca, que desaparece entre las nieblas de la emigración, el envejecimiento, el caciquismo y la destrucción medioambiental. Frente al sincretismo de supermercado de chucherías éticas e ideológicas que caracteriza a las izquierdas pasteurizadas que son las que sientas sus posaderas en las instituciones locales (incluyo a Podemos y satélites) y con la izquierda social en stand by, incapaz de autoorganizarse, peleando por subvenciones o enzarzada en ridículas luchas de egos, solo una sociedad civil sostenedora de una cultura de resistencia puede actualmente recuperar la perdida dignidad democrática de la comarca berciana.
Ya nos explica Jorge Riechmann como funcionan las llamadas democracias liberales: “Hablan de calidad de vida y hacen negocios: Hablan de protección medioambiental y hacen negocios y no les quita el sueño el fin del mundo si el resto del mundo que siga a ese final sigue siendo un lugar bueno para los negocios”. En ello están, ahora, con la Transición ecológica y justa. Eso sí, no hablen de decrecimiento, le acusarán de genocida.