[LA PIMPINELA ESCARLATA] Disraeli en El Bierzo
EDUARDO FERNÁNDEZ | Ya saben cómo me gustan las citas históricas. Te dan una aceptable pátina de respetabilidad en cualquier opinión chorras que tengas y te ahorran pensar por ti mismo alguna genialidad que de inmediato reconoces inalcanzable. Ese gran primer ministro británico conservador que fue el sefardí Benjamin Disraeli –no todo iba a ser Churchill– dijo aquello de “mi idea de una persona agradable es una persona que está de acuerdo conmigo”. Y eso que a él le dolían menos las pupitas que le hacía la oposición que en la casa consistorial ponferradina, donde ese aserto se lleva a rajatabla. Claro, que también dijo “ningún gobierno puede mantenerse sólido mucho tiempo sin una oposición temible”; aquí ni entienden la frase, ni el factor de cohesión interna que tiene que te ataquen; por eso en el equipo de gobierno muchos días están más ocupados en incordiarse entre ellos por las esencias de la izquierda que en gobernar la ciudad. Tan es así que no lo entienden, que han conseguido cohesionar más a una oposición en la que ideológicamente cada uno es de padre y madre diferente, pero que se encuentran hermanados por los puyazos destemplados. Lo que tiene hacer de oposición de la oposición es que ni siquiera caes en lo de divide y vencerás, aunque parecen hacer guiños localistas por si el hermanamiento fraternal progresista pasa de la pose al roto y necesitan otros dos concejales para la tediosa necesidad de aprobar las cosas en el pleno.
De Disraeli es también la afirmación de que “la persona sensata cree en el destino; la voluble en el azar”. Y así estamos esperando el azar del santo advenimiento. Eso que los maestros antiguos decían ad calendas grecas, que viene a ser como para cuando yo adelgace. Lo que vale para otros treinta años de comarca como hasta ahora y también para las mociones de censura que el país estaba pidiendo a gritos en las calles, que preguntas a cualquiera y en lugar de trabajo y normalidad piden mociones de censura por docenas. Dado que ya no vivo de y por la política, como politólogo me encanta lo que estamos viendo, desde aquí hasta Bruselas. Lo de los propios es como El hundimiento, los prebostes encerrados en el bunker y mandando a otros al matadero; parece que lo mejor es regionalizarse y hacerse fuerte a nivel local y que ni te mezclen con los jefes. Sobre todo, si los jefes son como Aznar, que te riñe desde que te saluda, te da lecciones sin pedírselas y te ningunea como a un tierno infante, profano a los secretos de la política. Que ya puestos a reñir, podía haber reñido a algunos de los invitados a los fastos de las bodas de El Escorial, que empezó de comedia de Disney y acaba de drama carcelario. Lo de los ajenos no es mucho mejor, con idilio de peli de terror entre progresistas tibios y progresistas de Hasel, de esos que Sánchez decía que le quitaban el sueño, y así desde la Moncloa hasta los presupuestos de Ponferrada, pero sin hacerse pupa, que la nómina de la política une más que separan las convicciones. Y mientras se habla de mociones de censura, no se habla de EREs, paro, pandemia y negocios que ya no abrirán. Estoy por rescatar para la próxima pimpinela todo lo que los socialistas de aquí dijeron de la moción de los de Vox, para que se lo puedan reprochar a los suyos sin tener siquiera que ir a la hemeroteca. Pero claro, estas son por el bien de la ciudadanía, que recuerda vaporosamente lo de todo por el pueblo pero sin el pueblo del Despotismo Ilustrado, que era la versión palaciega de terminar un pleno abroncando a la oposición.
Mientras tanto, la política berciana tiene una buena colección de disraelis, no por conservadores, sino por potencialmente imperialistas de lo berciano. Treinta años se cumplen de la comarcalización y seguimos pendientes de las competencias municipales que en cualquier momento van a llegar. Que digo yo, que si son casi todos del mismo partido, igual se empiezan a ceder funciones de abajo hacia arriba en aquellas materias en que los ayuntamientos pequeños no pueden prestar los mismos servicios que los grandes. Se sigue de espera. Por no tocar, ni se toca una mancomunidad. El Bierzo es una tierra grande, que da para sostener juntas vecinales, ayuntamientos, mancomunidades, Consejo, Diputación, Junta, Gobierno de Galapagar, Unión Europea, Alianza Bolivariana, Foro Berciano del Caribe y el Pacífico y lo que se tercie. Dentro de treinta años, igual. En política, nada es despreciable, dijo también este Disraeli que empieza a cargarme; nada, menos las transferencias municipales al Consejo Comarcal. Se atrinchera ahí una desconfianza hacia lo comarcal que casa mal con el discurso teórico sobre el bercianismo como patrimonio común de todos, suspicacia que convendría desterrar. Vamos, anímense, alegres alcaldes del Bierzo, a cederle alguna cosa al Consejo y a ver qué pasa. Igual es para bien, y se mejoran servicios, que hace tanta falta como crear empleo en esta tierra que lo tienen todo en contra. No hay educación como la adversidad. Imaginarán que es también frase de Disraeli; en El Bierzo vamos a educarnos hasta el hartazgo en tanta adversidad.