[LA OVEJA NEGRA] Un año después
GERMÁN VALCÁRCEL | Observar a muchas personas que me rodean, hombres y mujeres a los que tengo por inteligentes y politizados, no entender lo que está sucediendo me desanima e irrita con más frecuencia de la deseable, lo reconozco, por ello aprovecho para pedir disculpas a los que han tenido que soportar mis frecuentes cabreos. Pero ello no es óbice para que siga pensado y sosteniendo que su falta de pensamiento crítico es el mejor espejo en el que ver reflejado el colapso sistémico al que nos enfrentamos.
Tras un año de pandemia solo los ciegos y sordos que han estructurado su pensamiento con los conceptos de la propaganda que nos llega desde los diferentes núcleos de poder pueden negar que la están usando como excusa para aumentar y dar una nueva vuelta de tuerca al autoritarismo represivo y al control sobre la población, utilizando el miedo para culpabilizar a la gente, mientras liquidan el sistema público de salud con privatizaciones (colaboración público-privada lo llaman) y cierre de la atención primaria, la base de cualquier estrategia coherente para luchar contra cualquier pandemia y la vía para acceder a las especialidades clínicas.
La estrategia está dando resultado, han logrado que amplios sectores de la ciudadanía vea a los que cuestionan y hacen preguntas, relativas hacia donde nos lleva esta nueva normalidad, como seres ridículos -conspiranoicos acientíficos o magufos-, en el mejor de los casos o como a simples criminales o delincuentes la mayoría de las veces.
Tras un año de manipulación masiva, el único relato válido y “científico”, para la gran mayoría de una aterrorizada población que prefiere vivir de espaldas a la muerte, consecuentemente también de espaldas a la vida, es el que llega desde los medios de manipulación de masas, convertidos en voceros de la basura, entre los que destacan los mensajes que nos llegan a través de los emisoras de radio o de las pantallas de plasma, donde ya no cabe ni una jeta más ni un jeta más. Una población para la que cuanto mayor es su miedo mayor es el deseo de silenciar, ridiculizar o estigmatizar a cualquiera que cuestione el relato que emiten los centros de poder, ya sean políticos, empresariales o científicos al servicio de las Bigfarms
La propaganda nazi utilizo el miedo a epidemias infecciosas para demonizar a los judíos como propagadores, ahora son los asintomáticos y últimamente también los vacunados (se dice que están protegidos pero que pueden ser transmisores), como antes lo fueron los jóvenes y niños convertidos en potenciales asesinos de sus abuelos. Conviene no olvidar, a diferencia de otros genocidios, el papel que jugó el establishment médico en el Holocausto. Los paralelismos con la situación actual son bastante evidentes.
La utilización de la enfermedad para segregar, demonizar y aterrorizar es algo ancestral. Ahí están, entre otros muchos, además del antedicho Holocausto, los pogromos provocados por la lepra en la Francia del siglo XIV o la búsqueda, por parte de Vallejo-Nájera en la época de Franco, del gen comunista. Ciertamente en algo han cambiado las cosas, en tiempos en los que la religión ha perdido mucha influencia, ahora el argumentario se sustenta en un supuesto “fundamento científico” y en el “desarrollo tecnológico”.
Decir algo tan obvio como que vivimos rodeados de millones de microbios, gérmenes, bacterias y virus, y sí, algunos son patògenos y peligrosos, pero que desde antes de nacer ya disponemos de un magnifico sistema inmunológico que nos permite vivir sin necesidad de vivir inútil e ineficazmente ocultos de los microbios, te convierte en sospechoso.
La utilización de la enfermedad para segregar, demonizar y aterrorizar es algo ancestral
A riesgo de ser tildado de apocalíptico, ludita o de cualquier otra falacia o memez, sostengo que el Covid-19 no va a ser la causa de la muerte de cientos, tal vez de miles de millones de seres humanos ni del hundimiento de la civilización industrial, pero si lo va a ser el cambio climático ocasionado por la forma de vida nacida del industrialismo y la tecnolatria.
Poco importa que ese cambio climático esté causando el deshielo de capas de hielo profundas donde hay microorganismos que datan de miles de millones de años. Sí, el cambio climático está derritiendo los suelos del permafrost -la capa de suelo permanentemente congelada en las regiones polares-, liberando virus y bacterias para los que nuestro sistema inmunológico no está preparado, ni disponemos de remedios.
No se quiere hablar en profundidad de ese cambio climático -es más, muchos siguen sosteniendo que el calentamiento global antropogénico es un timo- ni de sus causas, no vaya ser que tengamos que salir de nuestra eurocéntrica y colonialista burbuja climática de 22 grados centígrados, conseguida a base de expolio, explotación, destrucción del medioambiente y por supuesto de tecnología (aire acondicionado y calefacción), o dejar de hacer actividades tan importantes y fundamentales en el devenir de la humanidad como esquiar, viajar a lugares exóticos, o lo que sería más desagradable, admitir el genocidio y ecocidio que lleva asociado nuestra cosmovisión antropocéntrica y supremacista.
Solo si somos capaces de comprender y asumir, con todo lo que ello significa, que los doscientos últimos años han sido el periodo donde se ha concentrado la mayor destrucción del medio ambiente y pérdida de biodiversidad desde el impacto del asteroide de hace 65 millones de años, podremos aminorar la mayoría de males que nos asolan y paliar, ya que no detener, las graves consecuencias que trae asociado. Si no entendemos esto, no entenderemos lo más importante que ha sucedido en la historia de la humanidad.
Seguir creyendo, porque es una creencia, que lo que la mayoría llama ciencia y la tecnología nos van a salvar, forma parte de esa cosmovisión que entierra sus raíces en el pensamiento religioso (mágico) que sostiene que dios hizo al hombre a su imagen y semejanza o que formamos parte del pueblo elegido. Esa cosmovisión es la que nos ha llevado a creer que el ser humano es el centro del planeta, incluso del universo, y que todo lo que en él se encuentra está a su servicio y a su disposición. La gestión de la pandemia, en todo el llamado mundo desarrollado y en sus colonias, es toda una muestra.
Seguir esperando que desde las instituciones van a poner solución a los gravísimos problemas que nos asolan es seguir teniendo fe en el pensamiento mágico. Sin ir más lejos anteayer fue aprobada la Ley del Cambio Climático, con la abstención del PP. Quien esperara que en ella se iba a recoger medidas que respondieran a la necesidad urgente de actuar que nos traslada la comunidad científica, constatará que una vez más vuelve a manifestarse la inacción criminal de nuestra casta política ya que esa ley no se corresponde con la realidad de la crisis climática y ecológica que vivimos y lo que es peor defiende los intereses de los lobbies de empresas.
Algo que el alcalde ponferradino parece que ya ha empezado a hacer (servidor, en cuestiones políticas, no cree en las casualidades, y menos con personajes de la demostrada talla ética de nuestro alcalde) en representación de la Cámara Hispano Noruega, así lo dice un tuit de la cuenta oficial de Ayuntamiento ponferradino. Les recuerdo que el promotor del parque eólico de Barjas es una empresa noruega, en la que tiene importantes inversiones el Fondo Soberano de ese país nórdico. Tal vez, si hace bien su papel de lobista, le recompensaran con algún que otro viaje de jubilados del país nórdico, o algún congreso de médicos geriatras que puedan admirar nuestro castillo, nuestro casco antiguo y ver algún partido de la Ponferradina, ya que nuestras montañas estarán plagadas de molinos de vientos.
Ya lo decía una pintada que vi hace años en San Cristóbal de las Casas, Chiapas, México: “Que nos gobiernen, juzguen y cuiden las putas, ya que sus hijos nos han fallado”.