La Junta aprueba la declaración de la cuenca de Fabero como Bien de Interés Cultural
El Consejo de Gobierno ha aprobado la declaración de la cuenca minera de Fabero como Bien de Interés Cultural con categoría de Conjunto Etnológico. Esta cuenca incluye un gran número de enclaves dispersos por su territorio y en esta declaración se trata de valorar y proteger este sistema patrimonial en su conjunto. Por ello, dentro del sistema minero de Fabero se incluyen los siguientes enclaves: Pozo Viejo, Pozo Julia, Mina Alicia, Mina Negrín, Poblado de Diego Pérez y Línea de baldes e itinerarios.
Surge históricamente a raíz del aprovechamiento de un sustrato geológico excepcional y favorable para la obtención del carbón de antracita, a partir de dos grandes cubetas elípticas, con eje este – oeste y cuyo centro se sitúa entre los ríos Cúa y Sil. En la cubeta septentrional, la más importante y de mayor profundidad, se desarrolló de forma continua desde mediados del siglo XIX hasta hace apenas dos décadas, una intensa actividad extractiva minera, con consecuencias en la modificación del relieve, la vegetación, la hidrología, la fauna, así como en la peculiar conformación de los asentamientos humanos y de las infraestructuras del territorio.
En consecuencia, la extracción del carbón de antracita en la cuenca de Fabero, ha dado lugar a una transformación radical del territorio así delimitado, conformando un paisaje antropizado en el que se integran, junto al conjunto de instalaciones y edificios ligados al patrimonio histórico minero, el sistema de asentamientos poblacionales asociados, caracterizados por una arquitectura con características propias.
La minería ha generado un conjunto amplio y variado de núcleos e instalaciones industriales, separados pero interrelacionados entre sí. Desde el punto de vista patrimonial, se consideran de un valor relevante, y por lo tanto protegibles, tanto los edificios e instalaciones de dichos enclaves como la maquinaria para la actividad desarrollada en ellos, los elementos originales de señalización de los diferentes usos que ayudan a su comprensión y los elementos muebles asociados a las diferentes actividades.
El valor patrimonial singular y relevante de estos elementos se complementa con lo que aporta la comunidad social radicada en Fabero, un grupo social cohesionado y activo, heredero –en muchos casos de modo propio y directo, y en otros generacional- de la actividad minera vigente hasta hace escasos lustros, que los convierten en agentes activos de una tarea de conservación, transmisión y difusión.
Cada uno de los enclaves presenta interés patrimonial por los elementos singulares que contiene: las galerías y pozos mineros, los castilletes para acceder al subsuelo, las salas de máquinas, los lavaderos y clasificadores del mineral, las instalaciones para los mineros, las dependencias administrativas y de gestión, los centros asistenciales y de abastecimiento y las infraestructuras viarias y de conexión de los procesos de transporte del material extraído. La evolución de las técnicas mineras a lo largo del tiempo ha generado también otros paisajes singulares, como el de La Corta, explotación a cielo abierto que se encuentra en fase de regeneración ambiental.
A estas instalaciones hay que añadir agrupaciones de viviendas de nueva planta destinadas a los operarios. El poblado surgido en torno a la mina, se presenta como una realidad diferenciada respecto al territorio en que se asienta, en un paisaje propio generado por la explotación minera, con unos usos y costumbres diferenciados, con un sistema de vida y de trabajo, muy diferentes de los pueblos campesinos de los alrededores.
Estos poblados contaban además con servicios e instalaciones en muchos casos promocionados y gestionados desde la propiedad, como el economato o el hospital, Constituyen, por tanto, un grupo de edificaciones e instalaciones destinadas a equipamientos y servicios ligados a la atención de la población trabajadora, entendida como grupo social y laboralmente homogéneo. Además, el proceso minero ha generado una gran cantidad de documentación histórica.
Una vez perdida la funcionalidad minera productiva, el conjunto conserva el intenso carácter representativo de la actividad social global que ha caracterizado a la cuenca de Fabero. En este sentido, cabe destacar la actividad de la comunidad local que integra a los antiguos trabajadores de las minas y a sus descendientes, que mantienen muy viva la memoria colectiva de todo lo que supuso la minería en la zona, a través de la promoción de diversas actividades culturales novedosas que hunden sus raíces en ese pasado. Y resulta por todo ello merecedor de ser protegido, conservado, puesto en valor y activado como recurso patrimonial, al que es posible asociar una intensa carga cultural, social y económica.