[TRIBUNA] Cogerle el gusto al dictado
TOMÁS VEGA MORALEJO | Me resulta curioso el debate que hay sobre el porqué del aplastante triunfo de Ayuso en Madrid, o el profundo hundimiento del PSOE, cuando no hay ni para debatir: está más claro que el agua limpia.
Ya hablé de ello en mi anterior artículo, publicado en un par de sitios como Hacerse de VOX, y es que lo que ha pasado en Madrid es tan sencillo como que la gente está hasta los «coj» de restricciones, y Ayuso ha sido la única que ha dejado algo de vidilla. Conozco personalmente a votantes de izquierda de toda la vida que, efectivamente, esta vez votaron al PP allí. En este momento concreto, si hubiera elecciones generales y se presentara Ayuso para presidenta, es probable que ganara. Está claro que ni Madrid es igual a España ni al revés, como se empeña en decir con una de sus trumpadas, pero ojo que esas cosas que dice que parecen simples embustes, son en cierto modo eslóganes parabólicos de la realidad actual: Madrid ha sido una especie de oasis en esto de la pandemia, o al menos así lo han sabido hacer entender, y de ese modo tiene sentido esa especie de nacionalismo madrileño que ha enarbolado especialmente hacia el final de su campaña.
«Libertad o socialismo» (o comunismo) es así de primeras otra chorrada, pero la frase sí que tiene su significado en este momento y la gente la entiende. Porque el mensaje es: «O me votáis a mí o ya sabéis la otra opción: cerráis todo dios, etc-«. Con la gente hasta los «coj» de restricciones. ¿quién se acuerda ahora de la desastrosa gestión inicial de la pandemia o de la nevada, o de que Ayuso no sepa ni hablar bien en público? Lo importante, en este preciso momento, es que con Ayuso hay «vida», en el sentido de que no toca tanto los «coj» con las prohibiciones como otros. Ya está, es que pocas veces el análisis político es tan sencillo.
Por lo demás, Gabilondo es un buenazo sin atractivo, Iglesias estaba desgastado no, lo siguiente… y a la izquierda solo le quedaba el bote salvavidas de Más Madrid para unos pocos.
Un inciso: El PSOE ya se puede ir preparando para llevar más garrotazos, porque la pandemia va remitiendo pero va a tocar subir impuestos, lo cual es impopular de por sí, pero se puede hacer más impopular aún si se hace por mediación de pagar directamente por circular por carreteras como parece que pretenden. La verdad es que el PSOE no tiene suerte, es estar en el gobierno y se come una crisis de las gordas; y eso, por bien que se haga, pasa factura electoral.
Fin del inciso y sigo por donde iba: en el otro sentido que Ayuso están las autonomías que aún hoy se empeñan en seguir con restricciones de hace un año. Ahí tenemos la nuestra, León y Castilla, que ya dicen que porque no pueden al acabar el estado de alarma, que si no nos iban a dar pal pelo… ¿A estas alturas? Con todos los índices en retroceso, con una parte importante de la población vacunada, con el buen tiempo ya con nosotros, con la economía con el agua al labio, … ¿En serio aún quieren seguir con medidas dictatoriales? Pues dicen que sí. Le han cogido el gusto al dictado. Se deben de sentir más poderosos.
Es fácil cogerle el gusto al poder, pero hay que saber cuándo soltar. Ahí tenemos a Iglesias, que podrá gustar más o menos y podrá tener otros (legítimos) intereses, pero abandonó nada menos que una vicepresidencia del gobierno y tras el previsible golpe en Madrid ha dimitido. Se ve tan poco eso de dimitir cuando toca, que merece un aplauso. Lo de Albert Rivera no cuenta. Lo de Rivera es que dimitir es lo único que podía hacer tras haberse encargado personalmente de haber estrellado a su partido, pero lejos de ser algo loable, fue una maniobra para evitar un linchamiento. Yo lo primero que pensé cuando dimitió Rivera fue «un momento, tío, tendrás que responder por lo que has hecho». Lo de Rivera fue como conducir un autobús, con su partido a bordo, en plan kamikaze. ¿A quién se le ocurre tratar de ocupar el sitio del PP? ¡Pero vamos a ver! Para eso ya está el PP. Pero nada, fue la brillante ocurrencia de Rivera. Vale que estar en el centro es complicado porque no se puede mantener el equilibrio eternamente, al final se cae de algún lado, pero una cosa es caer de un tropiezo, que te vuelves a levantar, y otra tirarse de un puente. Bueno, pues tras estrellar el autobús de Ciudadanos, afortunadamente sin víctimas mortales, coge y se va. ¿Y ya está? ¡Qué majo, que nos destroza el partido y se pira! Yo le hubiera dicho «espera, no tan deprisa, pasa pacá, que vas a responder por lo que has hecho».
Pero claro, dimitiendo se quitó un enorme peso de encima… ¿Qué más se le podía pedir? Pues nada, pero ensalzarlo tampoco. Si alguien provoca un accidente y se va sin más, un aplauso no le damos.
En fin… esperemos que pronto se le pase a algunos ese complejo de caudillo que han adquirido. Si no, surgirán más Ayusos, seguramente del lado de la derecha o de la derechona en su defecto, y se las verán en las urnas.