[LA OVEJA NEGRA] La batalla de la energía
GERMÁN VALCÁRCEL | Aunque el discurso político y mediático al uso ha dado la espalda a cualquier debate relativo a un eventual colapso del sistema, en los últimos meses temas como la crisis energética o el decrecimiento, ligados al colapso sistémico, la primera como causa y el segundo como posible solución, han empezado a tener acogida mediática y han entrado en la agenda política.
Temas tabú durante mucho tiempo, ahora se han convertido en objeto de debate en algunos sectores de la sociedad, más allá de los movimientos altermundistas, y empiezan a estar en el corazón de las protestas de algunos colectivos vecinales que defienden sus tierras y sus modos de vida contra los grandes proyectos energéticos de las mal llamadas renovables, desbordando, incluso, a los sectores reformistas del movimiento ecologista que, convertidos en gabinetes jurídicos y tumba de todo movimiento vecinal y democrático que colonizan, recuerdan cada vez más en su forma de actuar a los caducos sindicatos del Régimen.
Era cuestión de tiempo que una sociedad utilitaria generara un ecologismo utilitario, y que el capitalismo lo absorbiera como ha hecho con el resto de amenazas. La sostenibilidad es una manta mucho más cómoda que el decrecimiento para las clases medias de esta parte del mundo que así creen poder comprar un estilo de vida verde.
Como muestra de ese ecologismo utilitario, ahí tienen al que fue director de Greenpeace España, Xavier Pastor, defendiendo el despliegue indiscriminado de renovables, hablando, para ello, de la neutralidad del carbono que es la nueva cara del finiquitado desarrollo sostenible. Pastor es uno de esos ecologistas que, en sus prisas por lograr una supuesta victoria, han desmovilizado y vaciado de contenido el movimiento verde, a costa de intercambiar la lucha, las barricadas y la batalla político-cultural por las mesas de conferencias, las reuniones con los políticos y los juzgados. Los resultados bien a la vista están.
En nombre del fervor verde, de la continuidad de la sociedad termo-industrial, no importa que deforestemos nuestras montañas y valles, ni que tapicemos la tierra de paneles solares. No importa que acabemos con la biodiversidad, no importa que pongamos en peligro la soberanía alimentaria de las generaciones más jóvenes y de las venideras, todo sea en aras de obtener una supuesta energía limpia. Pero no tardando mucho comprenderemos que las energías renovables solo son una falsa ilusión para enfrentar los graves problemas energéticos que se nos viene encima. Es más, las renovables no van a detener la destrucción del medioambiente, al contrario, tal como estamos viendo, la va a acelerar.
No hay más que ver los planes para la transición digital y ecológica, y escuchárselo decir, todo junto y de corrido, al alcalde ponferradino, para saber que lo que está proponiendo es acelerar el tren que se dirige hacia el abismo. Justo lo que hacen todas las civilizaciones y todos los pueblos antes de hundirse irremediablemente en el polvo de la historia.
En el mayor y más poblado municipio del Bierzo, Ponferrada (más de la mitad de los habitante de la comarca), el despliegue para captar energía solar parece que se va a desarrollar mediante pequeños huertos solares en cada una de las pedanías y núcleos rurales, eludiendo, de esa forma, los estudios de impacto ambiental que necesitan las grandes instalaciones –no descartadas tampoco-, obteniendo gratuitamente las empresas los terrenos comunales a cambio de un misérrimo descuento del 20% en el consumo (son las propias compañías quienes marcan las tarifas). Convirtiendo, de paso, a los vecinos en consumidores cautivos de las compañías que instalan los huertos, y olvidando las famosas comunidades y cooperativas energéticas, al menos esa ha sido la información transmitida a sus vecinos por el alcalde de una pequeña pedanía del Valle del Oza. Si para algo debería servir el despliegue de renovables es para lograr potenciar el autoconsumo y la tan ansiada autonomía energética. Pero esos no parecen ser los intereses del alcalde ni los del concejal del medio rural.
Algo empieza a oler mal en la forma de hacer las cosas por parte del actual equipo de gobierno ponferradino
Esperaremos se concrete más la información por parte de las empresas, curiosamente no lo hace el Ayuntamiento que es quien debería informar y asesorar a los vecinos, no en vano es quien tiene la potestad de dar los permisos pertinentes y sobre todo instrumentos jurídicos para la ordenación y gestión del uso del territorio municipal. Algo empieza a oler mal en la forma de hacer las cosas por parte del actual equipo de gobierno ponferradino, tanto en el tema energético como en el tecnológico.
Por eso, no resulta extraño que, en algunos mentideros políticos y empresariales de la ciudad, se empiece a sospechar que don Iván Alonso, responsable del área rural, ha heredado del antiguo portavoz de CB y actual vecino de Mansilla de las Mulas alguna cosa más que la portavocía del grupo y las formas chulescas y prepotentes de ejercerla.
También empieza a ser llamativo que el muy honrado “servidor público” que ejerce de alcalde de Ponferrada parezca más preocupado por facilitar los intereses de empresas privadas, tanto energéticas como tecnológicas, que de preservar el Bien Común y la autonomía energética de los vecinos del municipio. Eso sí, el Ayuntamiento de Ponferrada parece que va a presentar alegaciones al despliegue de renovables, pero será en Trabadelo. Llamarles hipócritas tal vez sea quedarse corto.
Es significativa la ausencia de una verdadera crítica a la sociedad del crecimiento en la mayoría de los relatos elaborados por los sectores medioambientalistas y por la izquierda institucional, que se van por las ramas con discursos sobre desarrollo sostenible. Aunque sostener que un crecimiento infinito es incompatible con un mundo finito , y nuestra producción y nuestro consumo no pueden superar las capacidades de regeneración de la biosfera, son verdades en torno a las cuales se está empezando a generar algún consenso, aunque sea a regañadientes y a pesar de que los tecnólatras no pierden ocasión de decir eso tan antropocéntrico de “algo inventaremos”.
En el fondo, para los colonialistas occidentales eurocéntricos, hijos de la Modernidad y la Ilustración, los decrecentistas no son más que harapientos plantadores de árboles, con hábito y bastón, y un saquito de semillas, en definitiva, luditas que quieren devolvernos a las cavernas. Pero a pesar de todo hay que reconocer que, a estas alturas, ya solo los muy fanáticos y los necios siguen negando los límites que la geología, la termodinámica y la ley de rendimientos decrecientes explican claramente. Menos fáciles de aceptar son las consecuencias irrefutables que llevan aparejadas: debemos reducir la producción y el consumo: un 50%, aproximadamente, en un país como España.
Ya nos avisaba, hace más de setenta años, Aimé Césaire, político y escritor francés nacido en Martinica, en su Discurso sobre el Colonialismo: «Los indios masacrados, el mundo musulmán vaciado de sí mismo, el mundo chino mancillado y desnaturalizado durante todo un siglo; el mundo negro desacreditado; voces inmensas apagadas para siempre; hogares esparcidos al viento; toda esta chapucería, todo este despilfarro, la humanidad reducida al monólogo, ¿y creen ustedes que todo esto no se paga? La verdad es que en esta política está inscrita la pérdida de Europa misma, y que Europa, si no toma precauciones, perecerá por el vacío que creó alrededor de ella».