[LA PIMPINELA ESCARLATA] Turbopolítica ponferradina
EDUARDO FERNÁNDEZ | Como a la velocidad que evolucionan las cosas de la política no hay quien haga una predicción que se pueda cumplir, salvo Tezanos que siempre acierta en su realidad paralela, los politólogos no hacen más que inventarse nuevos términos para explicar a posteriori lo que no supieron ver cuando debían. Ya saben ustedes que yo también soy de ese gremio, así que no tienen que fiarse de mis palabras más que de las predicciones del tiempo en primavera.
La política es impredecible en época de polarización, atomización electoral, volatilidad y desafección, fenómenos todos ellos por los que cortarse una coleta al amparo del salario sustancial de la empresa privada que está al final de la puerta giratoria que ningún exministro debe cruzar. Que alguien que hace dos años votó a la izquierda pueda votar a la derecha rompe las reglas del comportamiento electoral y los esquemas de los asesores de los partidos. Pero pasa. Por eso se inventaron lo de la “política líquida” para explicar cómo fluyen las cosas ahora por cauces impensados hace apenas un lustro. Pues la cursilería de la política líquida se ha quedado vieja en un par de meses, que es lo que tiene la carrera por el neologismo chocante, que siempre viene un ñoño más agudo y te revienta el palabro. Ahora se está en la turbopolítica, amparada no ya por los medios, sino por la inmediatez opaca de las redes sociales. Es decir, es todo lo anterior unido a la urgencia por el tweet. Si seremos modernos -casi postmodernos- en Ponferrada, que también tenemos de eso. Reflexión y consistencia conceptual no, pero rapidez en el dedo mucha. En la turbopolítica lo importante, los ponferradinos, se cambia por lo urgente, que el alcalde quede bien en los mensajes; el conocimiento se cambia por la acción y puestos a hacer, hacen hasta planes estratégicos con el mismo conocimiento que de robótica cuántica.
Siempre hay algún buen samaritano bienintencionado que me manda cosas de las redes sociales del PSOE ponferradino, afines, adláteres, satélites y trepas esperanzados, que son como los de todos los partidos, pero con gobierno municipal, lo cual acrecienta las ansias adulatorias. Y eventualmente remuneratorias. ¿Qué podría falsearse cuando se juntan redes sociales, militancia acrítica y lisonja interesada?; por eso hay que creer lo que en ellas dicen sin resquicio a la duda. Miren que a mi me trae al fresco lo de las redes de los militantes, que destilan coba a raudales. Pues me lo mandan. No llego a lo que escribió Jardiel: “la opinión ajena me tiene perfectamente sin cuidado; lo que los demás murmuren de mí no me ha hecho variar jamás de conducta; pero cuando he sabido que una persona me difamaba, le he retirado el saludo; con este sistema, que recomiendo, me he suprimido el trabajo de hablar con mucho imbécil”. No era Jardiel Poncela de época de redes sociales, porque los pelotas entregados te persiguen por el éter, especialmente cuando se tiene la piel finita a la crítica y se vive en el autobombo, como aquí.
Es una cosa ideológica de la derecha y el sector privado, pero a mí me parece que la propaganda tiene que ser pagada, con ello vivirían los medios y los publicistas y algún empleo se salvaría. La publicidad gratuita que la aguanten los de cada casa, aunque sea de mi casa. Ese autobombo de las inversiones socialistas me preocupa lo mismo que la reproducción asexuada del escorpión en el Serengueti, supuesto que ambas cosas, inversión socialista y mitosis del escorpión, existiesen de verdad. Sobre todo, si es poner en el escaparate lo que otros dejaron listo antes, con el debido paso del tiempo en este mandato para que todo parezca nuevo. Pero puestos a que haya inversiones, que sean nuevas, que sean cuantiosas, que sean útiles, como las de las infraestructuras que no son necesarias en los trenes y la autovía a Orense porque lo útil de verdad es la pedagogía del delegado del gobierno socialista para no invertir aquí y sí en Cataluña.
Cualquier día nos encontramos en las redes la emulación del gurú monclovita que, como escape de lo que no funciona hoy, nos diseña lo de 2050. Me temo la Ponferrada del 2050, llena de empleo sostenible en la transición ecológica que, por entonces estará a punto de culminarse, como el último tramo de la autovía al Barco, la inminente apertura de la Ciuden y la modernización de la flota del transporte urbano de Ponferrada. No podrán terminarlo todo, claro, que son ustedes muy exigentes. El agujero en Navaliegos seguirá con la valla en la acera, pero algo tendrán que dejar para 2060. En la turbopolítica acelerada de la huida hacia adelante se nos va a olvidar hasta saber si archivan la denuncia del cuaderno azul.