[LA OVEJA NEGRA] Contra la atrofia
GERMÁN VALCÁRCEL | En un mundo donde hay demasiados interrogantes, la esclerosis de la vida política provincial y comarcal ha quedado de manifiesto en la toma de posesión del Presidente del Consejo Comarcal del Bierzo y puesta negro sobre blanco en su discurso institucional. También en el acuerdo firmado por la UPL y el PSOE para gobernar la Diputación Provincial.
Leyendo ambos textos, el discurso de Álvarez Courel y el acuerdo que convertirá en Presidente Provincial al alcalde de Camponaraya, queda al desnudo la indigencia intelectual de quienes nos gobiernan a la hora de enunciar sus propuestas. Para estas gentes carecen de importancia verdades científicas fundamentales como los límites de la geología, o la (inapelable) segunda ley de la termodinámica, ni siquiera el principio de rendimientos decrecientes. Leyes científicas que nos avisan de que el planeta ha alcanzado sus límites biofísicos, o que la extracción de petróleo ha llegado a su máximo de producción y por ello formamos parte de ese conjunto de sociedades en emergencia energética, o que materias primas fundamentales para el funcionamiento de nuestro estilo de vida escasean, o que el cambio climático nos está avisando que no podemos seguir viviendo como hasta ahora,
Mientras la neolengua del gobierno de la nación nos habla de “Transición Energética Justa”, uno de esos eufemismos al que tan dados son los socialdemócratas –la clásica vaselina del PSOE que sirve para encular a los sectores más desprotegidos de la sociedad–, los representantes locales de la franquicia “pesoista” (ni siquiera son capaces de entender que sus jefes, los que pretenden hacernos creer que se puede comprar un estilo de vida sostenible con dinero, están hablando de la “Green New Deal”, la enésima trasformación del capitalismo) siguen ofreciéndonos a sus súbditos reindustrializaciones imposibles, o pretenden construir centros logísticos, autovías o costosas infraestructuras que no podremos mantener ni tendrán ninguna utilidad en los próximo años ante el brutal cambio sistémico que se avecina, pero si servirán para destruir lo poco medioambientalmente sano que queda y perpetuar las desigualdades; la guinda de la necedad la pone el señor Presidente Comarcal con su petición de un ramal de la A-76 hacia La Cabrera –una comarca con poco más de mil habitantes en los tres municipios que quedan fuera del Consejo Comarcal del Bierzo–, una autovía, la antedicha A-76, destructiva medioambientalmente, prescindible e innecesaria con el volumen de tráfico actual que, además, decrecerá drásticamente en los próximos años, como consecuencia de los gravísimos problemas energéticos que se avecinan a corto y medio plazo.
Los dirigentes políticos y empresariales, y todos esos indocumentados que también la exigen, parecen no entender que el petróleo se sitúa en la raíz de todo el conjunto de redes energéticas complejas y globalizadas, y que el 94% del transporte mundial –por tierra, mar o aire– tiene como eje al petróleo, cuyos límites de producción ya están admitidos por la propia Agencia Internacional de la Energía. Verán como salen los creyentes tecno optimistas de turno (casi siempre provenientes de las supremacistas hordas clasemedianas euroblancas) hablándonos de energías alternativas, pero ese debate lo dejaremos para otra ocasión, que hoy la columna va a salir larga.
Con este panorama podemos afirmar, sin margen para el error, que las soluciones que nos ofrecen desde las instituciones políticas y empresariales bercianas se limitan a alimentar su continuidad; se trata, no de cambiar la realidad, sino de mantenerla, reanimando lo que nos ha traído hasta aquí. Pero si algo deberíamos haber aprendido es que si queremos tener por delante una perspectiva de futuro no nos vale con reproducir el presente. El futuro no puede hoy construirse reproduciendo el presente, extrapolando las tendencias que prevalecen en la actualidad, porque este es un presente que no tiene futuro.
El Bierzo es una comarca periférica dentro de la UE y del Estado al que pertenece, incluso en la Comunidad Autónoma a la que está adscrita, pero a su vez forma parte de un mundo globalizado inmerso en una crisis que va mucho más allá de lo económico. Una crisis que atraviesa el conjunto de las estructuras políticas, sociales, económicas y culturales, pero también las construcciones éticas o epistemológicas que implican la propia comprensión de la vida. Por eso, si queremos vislumbrar algo que tenga futuro tenemos que mirar más allá de lo existente o al menos más allá de lo que se nos hace visible. El mundo que viene, si queremos que no sea hijo de la barbarie, se va a construir desde y en espacios pequeños, decreciendo, descomplejizando las sociedades.
El mundo que viene, si queremos que no sea hijo de la barbarie, se va a construir desde y en espacios pequeños
Pensar en una realidad diferente nos obliga a utilizar una mirada diferente a la que proponen la cosmovisión –conviene recordar que vivimos utilizando un imaginario construido por el hombre, blanco y del Norte– y la ideología dominante en el ámbito de la economía donde han creado una noción que pone el foco en el mercantilismo, el dinero, como medida de todas las cosas y como beneficio que se obtiene del trabajo explotado y del expolio de la naturaleza, (en esto las izquierdas y las derechas institucionales ni difieren ni confrontan) y que pone el énfasis y subraya solo una dimensión de los procesos económicos, la dimensión monetaria, pero desatiende y oculta otras dimensiones. Visibilizar estos costes ocultos y darles el sitio que tienen en la sostenibilidad de la vida, es también dar otro significado al concepto de trabajo, su carácter creativo, para el bien común, que cubra las necesidades de todas las personas, es el primer paso para construir un nuevo tipo de relaciones sociales.
En esta esquina del mundo necesitamos poner en marcha una economía que haga visibles las dimensiones y las relaciones que tienen lugar en nuestro entorno físico y social, soslayadas por el enfoque mercantilista y que funcione con una lógica que vaya más allá del crecimiento y de la acumulación de “riqueza” y de poder como objetivos prioritarios, cambiándola en el sentido de que los beneficios que se crean, se repartan. Una economía que centre la atención en el mantenimiento y la sostenibilidad de la vida social y natural, desde una idea de sostenibilidad que no solo haga referencia a que la vida pueda continuar, sino a que eso signifique condiciones de vida aceptables para toda la población.
Es necesario implementar experiencias y prácticas alternativas que sostengan nuestra base material basadas en valores y principios diferentes a los que rigen en la actualidad: la cooperación, la cohesión social, la defensa de los bienes comunes. Se trata de producir para vivir no de vivir para producir, de construir experiencias con el propósito de atender las necesidades básicas desde otras lógicas diferentes a las del crecimiento y la acumulación basada en la apropiación del trabajo asalariado y en el expolio de la naturaleza. Ello implica introducir en el debate las formas de producción asociativa, el cooperativismo, la gestión participada, la economía social y solidaria, la “economía del bien común”, la agricultura campesina, las redes comunitarias, y otras de similares características, en una discusión de carácter político y no meramente técnico. Para esto no necesitamos representantes solo organizarnos autónomamente.
Una manera alternativa, sostenible y viable de concebir lo alimentario, invirtiendo la lógica con la que ahora funciona, un modo de construir maneras de alimentarnos que vayan a nuestro favor, recomponiendo las conexiones rotas por la lógica de la acumulación, tiene cada vez más visos de realidad, concretándose en la propuesta de soberanía alimentaria, una propuesta basada en nuestro derecho a definir la política agraria y alimentaria, y que en el Bierzo ha sido acogida por algunos grupos, asociaciones y movimientos sociales que tratan de llevarla a la práctica aunque de manera minoritaria: la “Olla Berciana”, la “Ecored” y algunas personas particulares. Se trata de recuperar el control sobre el ámbito agroalimentario, antes de que los grandes propietarios se hagan con las partes más ricas y fértiles del territorio, como está ocurriendo ya con el sector vitivinícola.
Todo ello supone otra manera de gestionar el territorio, priorizando la articulación entre la producción agrícola local y el acceso a los mercados locales, apostando por circuitos cortos de comercialización y suponiendo una reactivación para los tejidos económicos locales desde maneras distintas de entender lo económico.
Como estas experiencias podemos encontrar otras muchas. Hay alternativas; lo que no hay es voluntad política ni poder que las haga prosperar, como bien nos dejan claro los presidentes del Consejo Comarcal y de la Diputación. Por eso, es urgente y prioritario rescatar la política en su sentido más noble, arrinconar a los profesionales de la representación política, para poder construir una economía que pueda estar al servicio de la vida y no al contrario como ocurre con las propuestas de los profesionales de la representación política.
Tal vez a llegado el momento de escuchar al cineasta finlandés Aki Kaurismäki, autor de una hermosa trilogía sobre el drama de los inmigrantes, “el otro lado de la esperanza” que sostienes que “hay que exterminar a los ricos y a los políticos que le lamen el culo”.