[LA OVEJA NEGRA] Política y opinión
GERMÁN VALCÁRCEL | Como creo que estamos todos aburridos (servidor el primero, créanme) de tener, una y otra vez, que explicar cuál es, a mi entender, el papel que debe ejercer el columnismo de opinión ante el poder, ante cualquier forma de poder, utilizaré las palabras de Étienne de la Boétie, que acerca del poder sabía bastante más que yo, como dejó probado –antes de existir los expendedores de legitimidad izquierdista, ecologista o feminista– en su ensayo Sobre la servidumbre voluntaria: «Ese que os domina tanto no tiene más que dos ojos, no tiene más que dos manos, no tiene más que un cuerpo, y no tiene una cosa más de las que posee el último hombre de entre los infinitos que habitan en vuestras ciudades. Lo que tiene de más sobre todos vosotros son las prerrogativas que le habéis otorgado para que os destruya».
Desahogado y a riesgo de ser acusado, una vez más, de cualquier forma de transfuguismo ideológico o, como acaba de hacer uno de esos perejiles de todas las salsas oenegeras comarcales, de generar malestar y desconfianza con lo que aquí escribo. Como comprenderán, a estas alturas de mi vida ya no me van a intimidar. Hay dos cosas que estas gentes comparten, la estupidez y el sectarismo.
Ya sé que soy un antiguo, pero cuando alguien me habla de movimientos sociales y distingue entre “las bases” y los imprescindibles y sacrificados “dirigentes” algo me huele a podrido. Que bien les haría a muchos de estos autonombrados activistas sociales dejar de buscar líderes y mentores y creer un poco más en sí mismos.
Después de años observando la realidad que me rodea, estoy en condiciones de afirmar que la responsabilidad de lo que ocurre en nuestro entorno comarcal no es de lo malos que son los políticos, sindicalistas y empresarios, ni de los ciudadanos que se abstienen de votar o de mis columnas, sino de un entorno apesebrado, subvencionado y presto a labrase un futuro a costa de destruir cualquier forma de comunicación veraz y enriquecedora entre los ciudadanos, al olvidar que disentir no es más que ejercer de espejo crítico. Acabar con el disenso lleva a la anquilosis.
Bien es cierto que estas prácticas son coherentes con las formas de hacer política en nuestra sociedad. Algo ejercido por la izquierda local y muchos de los llamados “movimientos sociales” con fruición. El verdadero totalitarismo está en la intolerancia hacia formas de pensamiento que van más allá de un margen extremadamente estrecho. El resultado es que aquellos que se desvían, digamos del comportamiento “promedio”, se ven empujados cada vez más a los márgenes. Y para ello sirve todo. Desde la difamación al aislamiento social, o a todo tipo de falacias, fundamentalmente la ad hominem, eso sí, casi siempre escondidos y por la espalda, la cobardía también es una de las cualidades de estas gentes.
En el Bierzo se gasta mucha energía en debates entre eso que se nomina como izquierda y derecha, mientras que queda en manos de cada cual encontrar recursos para un mínimo de creatividad en lugar de repetir eslóganes. Cuando no se sabe qué es lo que importa en la vida, se repiten ideas estereotipadas.
El verdadero totalitarismo está en la intolerancia hacia formas de pensamiento que van más allá de un margen extremadamente estrecho
Para los que pensamos que los seres humanos son, en circunstancias normales, tan razonables y decentes como les permiten ser y, por lo tanto, pueden auto organizarse sin que les indiquen cómo, entendemos la política como la actividad de cohesionar y defender a nuestros amigos, y de luchar contra nuestros enemigos, y para ello es necesario posicionarse. El columnismo de opinión es una forma de hacer política, bien los saben los que detentan cualquier forma de poder, por eso se molestan tanto cuando se cuestionan sus haceres. Siempre me ha resultado llamativo lo mal que encaja eso que se denomina izquierda y progresismo cualquier crítica, y mucha más si entienden que es desde ese espacio ideológico desde donde llega la disidencia. “Con todo lo que hay que criticar” suelen sostener como argumento, para que así pasemos por alto sus negocietes, su impostura y su hipocresía.
Es obvio que para estas gentes la libertad de expresión no existe, porque para ser real debe ir acompañada de la libertad de pensamiento. Sostener desde el ecologismo social, el que cuestiona el modelo capitalista, que el nuevo fascismo viene vestido de verde, supone enfrentarte a lo más florido del movimiento ecologista local, fundamentalmente a los sectores más tibios del ambientalismo comarcal.
No es la primera vez en la historia europea que políticas ecologistas han sido implantadas por ideologías de corte fascista, una verdad que les resulta muy incómoda a la izquierda y a algunos ecologistas. El naturalismo y el nazismo caminaron de la mano mucho tiempo. El gobierno más progresista, y sus socios, de la historia de España no dudan en implementar las tan de moda agendas neoliberales (2030, 2050), herederas directas de los viejos planes quinquenales soviéticos, muy propias de regímenes totalitarios. Agendas que mientras hablan de luchar contra la despoblación clavan sus colmillos en territorios como el Bierzo dejando tras si la huella mortal y pestilente de destrucción de la biodiversidad de nuestros territorios dejándolos cada vez más difíciles de habitar. En tierras bercianas las mineras ya clavaron sus garras hace años, millones toneladas de carbón se llevaron pero también agua y otros minerales y rocas -como la pizarra- dejando, a cambio, el sello capitalista, destrucción ecológica y despojo agrario. La salida a la crisis ecológica que desde el actual gobierno se pretende implantar evidencia que el eco fascismo, lejos de ser un residuo histórico, es un riesgo evidente.
Permítanme que hoy termine esta columna con esta cita del escritor sueco Stig Dagerman: (…) Estoy desprovisto de fe y no puedo, pues, ser dichoso, ya que un hombre dichoso nunca llegará a temer que su vida sea un errar sin sentido hacia una muerte cierta. No me ha sido dado en herencia ni un dios ni un punto firme en la tierra desde el cual poder llamar la atención de Dios; ni he heredado tampoco el furor disimulado del escéptico, ni las astucias del racionalista, ni el ardiente candor del ateo. Por eso no me atrevo a tirar la piedra ni a quien cree en cosas que yo dudo, ni a quien idolatra la duda como si esta no estuviera rodeada de tinieblas. Esta piedra me alcanzaría a mí mismo, ya que de una cosa estoy convencido: la necesidad de consuelo que tiene el ser humano es insaciable. (…)” .