[UNA HABITACIÓN AJENA] La cuestión palpitante
«Madre mía –replica Telémaco–, vete adentro de la
casa y ocúpate de tus labores propias, del telar y de la rueca… El relato
estará al cuidado de los hombres, y sobre todo al mío. Mío es, pues, el
gobierno de la casa». Y Penélope se retira a sus habitaciones del piso superior.
(Mujeres y poder, Mary Beard)
NELLY BOXALL | Me consta que existe cierta intriga en El Bierzo con respecto a mi identidad. Con respecto a mi sexo, clase, filiación política o, incluso, a mis preferencias sexuales… por qué en este momento y no en otro, por qué con seudónimo y por qué ese apodo, por qué en este medio y por qué los jueves, seré el otro yo de La Pimpinela Escarlata que ha transmutado en la baronesa Emma Orczy, que a su vez se hace pasar por criada o por qué el alcalde todavía no me ha dedicado una homilía… ya me perdonarás Olegario, pero lo de curilla pseudoprogre con pin en la solapa alguien tenía que decírtelo. Qué perra os ha dado a los políticos con lo de los pines en la chaqueta de esos trajes grises o azul azafata tan aburridos como vuestros discursos. Estoy segura de que, en tu magnanimidad, sabrás disculparme, la corrección política de los cargos institucionales lo exige, ya sabes, estás en el “candelabro” y te debes al cargo, que tiene cargas, como que a veces te hacen oposición, sugerencias, recomendaciones de estilo… como dijo el leonés Zapatero, hay que gobernar con talante.
Desde sectores feministas más de lo mismo, que si fuera mujer-mujer escribiría con mi nombre real, que a las mujeres nos ha costado años que nos publicasen, que nos escuchen, que nos valoren, que hay que rescatar y crear genealogía… por eso, al escribir con un seudónimo y, precisamente de mujer, tengo que ser un varón, qué mujer en su sano juicio renunciaría a los laureles de la visibilidad… o que si soy realmente una mujer y me escondo será o para evitar trolls misóginos y represalias, que ya sabemos lo que supone la lucha feminista, o porque soy alguien relevante en la zona. Como dios nuestro señor, soy uno y trino… vamos, el altísimo es cuir y misterio resuelto. Y ¿qué hay de satanás? La Biblia nos dice que Jesucristo le pregunta al poseso ¿quién eres? ¡¡Mi nombre es legión, pues somos muchos, no estoy solo aquí dentro, aquí estamos todos!!
Erráis el tiro y, como articulista vuestra que soy, os debo una explicación y esa explicación os la voy a dar: escribo con seudónimo porque me da la gana y porque puedo. He tenido el privilegio de poder elegir el anonimato y de que un medio comarcal donde la opinión publicada de mujeres escasea, decidiese –vaya usted a saber por qué– entreverar un poco de grasa entre tanto magro varonil, debe ser que al tragar se hacía bola. También he barajado jugar con una identidad itinerante, tipo Carmen de Burgos, que unas veces firmaba como Colombine, otrora era Perico de los Palotes… “vaiche por días” como los americanos en Amanece que no es poco, que unos días van en bici y otros días huelen bien. ¡Ay mísera de mí, ay infelice! Y yo pensando que lo realmente interesante era mi discurso y ustedes entretenidos con el adiviné quién es quién y gané. Si les va la marcha, mejor visiten un glory hole y adivinen, adivinen…
Pero sin ser consciente en el momento de elegir la clandestinidad, y tras unas cuantas columnas publicadas, he descubierto lo que realmente supone carecer de cuerpo mortal: con esta maniobra he evitado que los hombres me expliquen cosas. Qué descanso Mari. Porque hay que ver lo pesaditos que os ponéis en cuanto alguna abrimos el pico. De repente y sin ilustración previa, quedáis investidos de una sabiduría casi providencial y de todo sabéis, como los cuñaos en Navidad, pero sin cava ni langostinos. Si a esta característica señoril a nivel planetario le añadimos que muchas de nosotras, estamos o hemos estado aquejadas del “síndrome de la impostora”, esa maldita socialización de género que nos gobierna a pesar de estar mucho mejor preparadas que la mayoría de nuestros contrincantes dialécticos, muchos de ellos “aliados” que se expresan en femenino inclusivo, el resultado es el escenario que aún persiste hoy: ellos pontifican, se escuchan a sí mismos y entre ellos, nos ignoran y, en muchos casos, nos oyen (que no es lo mismo que escuchar) con condescendencia e infantilizándonos, no nos consideran interlocutoras válidas y bien pareciera, al decir de Solnit, que perteneciesen a una unidad policial de voluntarios que intenta poner a las mujeres en nuestro sitio o devolvernos al que piensan que es dicho lugar. Y frente a esta sordera selectiva, nosotras seguimos callando, unas veces por inseguridad y en la mayoría de ocasiones por puro cansancio vital y por aquello de que es mejor dar una bellota a un cerdo, a ver si la próxima vez podemos colar nuestra opinión por alguna rendija. Esta ancestral maniobra sí que es un intento de borrado de las mujeres y no la de ampliar derechos y despatologizar a las personas trans, sé que el feudo feminista no da para tanta divinidad, pero anda que no hay instituciones patriarcales que perpetúan los estereotipos de género como son el matrimonio, la maternidad, la familia… sin colgarle el sambenito inquisitorial del borrado al temido “lobby queer”… ¿Sigo o ya han adivinado por dónde voy? Las maniobras partidistas tienen las patas muy cortas, han montado ustedes un buen tinglado, por no decir lobby o grupo de presión, para conseguir que alguna llegue a senadora, diputada o incluso ministra… ¿y luego qué? Pues luego nada, como siempre.
Ya terminando con respecto a la cita del inicio, Beard nos explica que las tradiciones clásicas nos han proporcionado un poderoso patrón de pensamiento en cuanto al discurso público, que nos permite decidir lo que es buena o mala oratoria, convincente o no, y el discurso de quién merece espacio para ser escuchado. Y el género es, obviamente, una parte importante de esta amalgama. Cuando nos detenemos en las tradiciones modernas de oratoria en general, vemos que las mujeres tienen licencia para hablar en público en los mismos ámbitos que en el mundo clásico: ya sea en apoyo de sus propios intereses sectoriales (aunque persistan opinólogos sobre cómo debe ser la vulva ideal… que ¡oh sorpresa! es clavaíta a la de las niñas) o para manifestar su condición de víctimas (cómo nos gustan las mártires, horas y horas en televisión por la causa, ay mi rocío), nunca en nombre de los hombres o de la sociedad en su conjunto. Así que van a quedarse con la duda sobre quién soy, a ver si mientras tanto se fijan en lo que digo. Y a mis correligionarias, recomendaros un remedio que nunca falla: la sordera vaginal. Oír sólo lo que nos salga del coño, un coño real y disfrutón.