[LA OVEJA NEGRA] La crisis actual y la tormenta que viene
GERMÁN VALCÁRCEL | La conferencia y posterior coloquio de la filósofa y profesora de la universidad de Valladolid Angélica Velasco, dentro del ciclo de conferencias de la “Universidad” feminista que organiza durante todo el mes de junio la Concejalía de Bienestar Social de Ponferrada, resultó una agradable y estimulante sorpresa, en una tierra donde miradas y relatos que se salgan de los trillados caminos del aldeanismo clasemediano son muy escasos.
Una pena que solo cincuenta personas escucharan en directo (en Youtube encontrarán el video de la conferencia) un brillante y documentado relato (la conferenciante demostró conocer a donde venía, y las luchas y pesares de sus gentes) que contenía conceptos tan poco escuchados por estas tierras, como decrecimiento, TRE –tasa de retorno energético–, antropocentrismo, pico de petróleo, cambio climático, límites al crecimiento y una exposición sobre lo que en común tienen dos luchas que son una, el ecologismo y el feminismo.
Pero no debemos olvidar que lo mismo que hay un feminismo jerarquizado que utiliza la lucha de las mujeres como instrumento de unas elites femeninas para adquirir poder, replicando los modos y maneras del patriarcado, también hay un ecologismo con afanes hegemónicos que instrumentalizado y al servicio de políticos y empresas, ha vendido su alma al sistema. A estas gentes conviene recordarles que la vida no es jerárquica, es ecosimbiótica y los desequilibrios de poder lo trastocan todo.
El poder –los ecologismos reformistas y algunas corrientes del feminismo son parte de él, o al menos cómplices– es un espacio exclusivo, discriminatorio, selecto. Por eso las disidencias, las diferencias, siempre son perseguidas, estigmatizadas abiertamente, expulsadas del paraíso prometido, pero los disidentes ya saben que el infierno siempre fue su casa. El Poder –cualquier forma de poder– convierte en materia de persecución a todos los que pretenden organizarse al margen de él. Todo el que le cuestiona es culpable.
A pesar de que hay buenas razones para pensar que estamos viviendo el fin de una larga época histórica en nuestro país, la época en la que la actividad productiva y los productos no sirven para satisfacer necesidades, sino para alimentar el ciclo incesante del trabajo que valoriza el capital y del capital que emplea trabajo, todos los partidos políticos –incluido el ecoperonismo errejonista que trata de hacerse en este país con el espacio político verde– y muchos colectivos ecologistas siguen defendiendo el modelo industrial capitalista de consumo, lo hacen cuando no cuestiona el crecimiento, ni la industria del automóvil, ni el turismo, ni la agroindustria, ni hablan de limitar el uso de recursos, de reducir el consumo en esta parte del mundo ya que siguen pensando que la naturaleza, la red vital de la que formamos parte, no es más que un recurso. Nos venden como ecologismo lo que no es más que el marketing de los nuevos y neocolonialistas negocios verdes, además de hacer, de paso, un tintado verde a unas políticas que con sus agendas 2030, 2050, y los fondos europeos de recuperación, van a arrasar el Bierzo y otros territorios del Estado.
En el escenario actual, con una civilización y una economía que tienen como base fundamental de su funcionamiento la energía, no se puede pretender ser ecologista sin poner a debate cuestiones tan fundamentales como el pico de la energía neta, el pico de todos los materiales que hacen que nuestra sociedad termo industrial funciones, o negar el colapso sistémico ya en marcha. Si no atacamos, los fundamentos que sustentan el destructivo sistema en el que vivimos, no hacemos más que contraponer la propaganda que se emite desde el poder con otra propaganda que, menos efectiva porque es incapaz de ofrecer una alternativa real, solo ofrece imposibles reformas. No se trata, solo, de salvar paisajes si no de tener una relación sana con el planeta y con todos los seres que lo habitan.
Otra de las grandes falacias de esa forma de entender el ecologismo es cuando mezcla crecimiento y sustentabilidad, ambos son incompatibles; por consiguiente, el “desarrollo sustentable” es un oxímoron. No se puede hacer una tortilla sin romper huevos. Sin embargo, no dudan en hablarnos de Economía Circular, pero ocultan, o no dicen, que es alrededor de nuestros cuellos donde se concreta esa Economía Circular. Maravillosos “conceptos”, maravillosas ideas “verdes” que no importa si son posibles o solo son fantasías. Si a la gente le puede sonar más o menos bien, el capitalismo lo utilizará y lo convertirá en negocio, destrucción y muerte.
Quienes todavía pretenden “arreglar” o salvar el sistema en realidad nos proponen el suicidio masivo como sacrificio póstumo al Poder
El crecimiento funciona en nuestra sociedad como dogma sagrado y la acumulación de riquezas financieras como su verdadera religión, algo que inmensas mayorías de la población eurocéntrica asume y determina el sentido de sus vidas. Sin embargo, siendo una idea absurda sigue siendo repetida y actuando como una política indiscutible.
Servidor está con la derecha cuando sostiene que no hay que hacer planes para 2030 o 2050, pero por motivos diametralmente opuestos. Ellos menosprecian el colapso ecológico, energético y sistémico porque piensan que las elites se salvarán. Sin embargo, a los que se nos denomina agoreros del colapso, pensamos y sostenemos que solo nos salvaremos tejiendo comunidad en vez de seguir a los que pretenden pastorearnos –es lo que intenta la izquierdita institucional y el ecologismo reformista– aprendiendo a cultivar alimentos en vez de hacer horas extras para seguir pagando las letras del híbrido enchufable o dejar de estudiar robótica para conocer plantas y trabajar la madera.
No se puede tratar de ir contra los excesos del sistema utilizando sus mismos medios, no se puede detener el despliegue de renovables fiándolo a la justicia, los resultados finales de las luchas jurídicas, en las batallas ecologistas, ahí están. La clase política y empresarial si necesita cambiar legislación o normas para sacar adelante sus proyectos lo harán; sin ir más lejos, detrás de la central de calor, instalada en los aledaños del barrio ponferradino de Compostilla, vienen más, al tiempo. Para eso, y para alguna cosa más, verán como el alcalde ponferradino, don Olegario Ramón, siempre tan dispuesto a poner la camisa de fuerza a todo aquel que se niega a ejercer de palmero de su vandalismo político, no tendrá ningún problema en modificar lo que sea necesario del PGOU. La política, pero también la justicia, en nuestro país, son una caricatura grotesca y en su balanza siempre pesa más el dinero que la verdad. La estabilidad de esta tragedia llamada Capitalismo depende de la represión y el desprecio.
Las diferentes crisis –económica, ecológica, energética y social– no están simplemente ligadas entre sí, son la expresión de una crisis fundamental. En medio de enormes peligros, se abre una oportunidad, es hora de pensar el fin del trabajo y del dinero, del mercado y del estado.
El ecologismo que no lucha contra el capitalismo es pura jardinería. La lucha anticapitalista es una lucha por la humanidad. Quienes todavía pretenden “arreglar” o salvar el sistema en realidad nos proponen el suicidio masivo, global, como sacrificio póstumo al Poder. Pero en el sistema no hay solución.
Por esas razones, más las que cada cual quiera agregar, es necesario resistir, rebelarse, hay que decir “NO”, hay que organizarse, no podemos seguir dejando nuestras vidas en manos de gentes que dicen representarnos, o dicen luchar con nosotros, pero solo buscan mantener sus privilegios. Solo así podremos sobrevivir. Solo así será posible vivir. Solo entonces podremos acercarnos a la promesa leída en un mural de la Comunidad zapatista de la Realidad, en Chiapas, México: “Cuando amaine la tormenta, cuando la lluvia y el fuego dejen en paz otra vez la tierra, el mundo ya no será mundo, sino algo mejor”.