[PAJARITOS Y PAJARRACOS] Fábula de Pañuelín menoscabado
XAN DAS VERDADES | Pañuelín es el mote con el que, en su ausencia, se refería Ulibarri al Consejero de Fomento Juan Carlos Suárez Quiñones. Una maldad venial si no fuera porque la gracieta coincidía con el descarado peloteo que le dedicaba su diario, donde llegaban a calificarlo de dandy.
Y es que Suárez-Quiñones no pasa desapercibido, tiene la percha propia de quien se esfuerza por cumplir con los cánones visuales de esa derecha hecha y derecha de siempre. Tan atildado, tan acicalado, tan repeinado, tan envarado, y en definitiva tan demodé que semeja a un tecnócrata saliendo de un Consejo de Ministros del Pardo.
Esa formalidad obsesiva de ternos azules o grises, de camisas lisas y corbatas sin gracia ni riesgo se permite la leve licencia de un pañuelo blanco doblado en el bolsillo frontal con el que marca esa impronta que dio pie a la maledicencia. En todo caso, en estos tiempos de rastas y colorines, un afortunado aliño indumentario que tanto sirve para dictar sentencias como para afirmar rotundamente que la administración es él.
No sé si Suárez-Quiñones está cabreado con Ulibarri por la mofa impía hacia quien sólo le quería beneficiar; en su lugar cualquiera lo estaría, máxime si quien le brinda la implícita descalificación financió y protagonizó, con motivo de un celebración familiar, el espectáculo más hortera jamas vivido el Bierzo.
Son las cosas de estas gentes de Enredadera cuyo sumario nos ha desvelado la miserable moralidad en que retozaban sus protagonistas. Así, mientras le llamaba despectivamente Pañuelín, no le hacía ascos a la información privilegiada de contratas que el consejero le proporcionaba, según le cuenta el empresario a su hija en una grabación judicial reproducida en la prensa. Todo un ejemplo paterno filial de inmersión en los valores éticos.
Suárez Quiñones nada tiene que ganar alimentando esa complicidad, nada que no sean dolores de cabeza
Ahora, coincidiendo con la reelección en la Consejería de Fomento y Medio Ambiente, los destinos de Suárez Quiñones y Ulibarri vuelven a cruzarse de nuevo, cuando el primero tiene entre sus cometidos entender de lo relacionado con la TVCyL de la que Ulibarri es accionista a pachas con Méndez Pozo. Una televisión en la que todo apunta se convertirá en la madre todas las batallas de la corrupción autonómica.
Anteayer mismo un abogado salmantino alertaba desde las redes sociales de las incomprensibles circunstancias en que se otorgó y se desenvuelve la referida televisión regional (ver aquí). Su información no tiene desperdicio, por ejemplo la constatación de que, tras ser adjudicada en explotación a teórico coste cero, ha drenado más de 200 millones de euros de las arcas públicas de la Junta de CyL. Un embrollo monumental que puede hacer palidecer a todos los escándalos y corruptelas conocidos hasta el momento, y cuyas derivaciones políticas y judiciales pueden ser ya incontrolables.
Ese toro ya está suelto y a Suárez Quiñones le va a tocar lidiarlo. Es insoslayable que beneficiar con manga ancha infinita y en cantidades astronómicas a un múltiple imputado por presuntos delitos de corrupción era, además de un precedente inquietante, una práctica de alto riesgo. Es de cajón que un asunto convulso puede forzar a concretar en hechos las proclamadas tentaciones regeneradoras del socio del gobierno de coalición. Es incuestionable que la oposición, mancillada por décadas de choteo y semanas de ninguneo, no se resigne a pasar cuatro años más muda y quiera demostrar a los electores que la eligieron mayoritariamente que no todos son iguales. Es casi seguro que todas estas circunstancias asociadas convierten el asunto en una merdé que explotará más temprano que tarde.
Mientras tanto persiste la incógnita de si continúan los devaneos entre el empresario y el consejero, tal como recogieron las grabaciones. Aún así, lo cierto es que Suárez Quiñones nada tiene que ganar alimentando esa complicidad, nada que no sean dolores de cabeza, cuando tiene por delante en el servicio público un trayecto prometedor y cierto. El escenario para Ulibarri, aún sin haberse producido el relevo en el gobierno autonómico, es distinto por impeorable; nada que ver con aquellos días de blindaje, baboseo y oropeles en que todo valía. Demasiadas causas con relevancia penal le acosan y emplazan, una realidad que esta vez no va a cambiar con la influencia y el mangoneo político; todo indica que su tiempo ha pasado, y que a su futuro solo le cabe el alivio de la reparación y el arrepentimiento.
Moraleja: Mejor que la ponga y se la aplique Uli.