[UNA HABITACIÓN AJENA] Anal(ética) del arcoíris
Así como las teorías negras hablan de procesos de racialización, podemos pensar en procesos de feminización o procesos de mujerización, el proceso de ser creada como mujer, es menester desafiliarse para que el régimen caiga. Las lesbianas no son mujeres justamente porque no participan del régimen. Son desertoras. Una lesbiana no reproduce el régimen, no colabora, no es su cómplice, no trabaja con ahínco por su propia opresión, no sostiene el régimen (1978). Hay que perder inteligilibilidad social. Dejarse caer. Ponerle fe al fracaso, no al éxito.
(Leonor Silvestri. Primavera con Monique Wittig. El devenir lesbiano con el dildo en la mano de Spinoza transfeminista. 2019)
Lo que es crucial en todo esto es darse cuenta de que gente distinta crea derechos distintos, exigencias distintas. Y hasta ahora, el movimiento gay no ha creado nada distinto de lo que ya hay, de lo que se han inventado los heteros pa sí mismos. Nuestros colectivos se han limitado a la triste política, política hecha con el culo, qué raro, del culo veo culo quiero. Quiero matrimonio, quiero hijos, quiero adoptar, quiero ser hetera, tía. Somos maricas no heteros. Una marica que quiera ser hetero siempre estará en desventaja: carece de las aptitudes y de la capacidad necesaria para ganarle a un hetero a ver quién lo es más. Tonta perdida.
(Paco Vidarte. Ética Marica. 2007)
NELLY BOXALL | Si no conocen a Leonor Silvestri, háganse un favor y sigan su rastro, les aseguro que no se arrepentirán. Peeero, no me vengan luego con la hoja de reclamaciones por daño irreversible. Inclasificable, irreverente, perra iconoclasta, lúcida despiadada, te folla a través de sus libros o sus clases y te escupe en la cara cuando termina. En la obra Primavera con Monique Wittig. El devenir lesbiano con el dildo en la mano de Spinoza transfeminista, nos embarca hacia territorios poco transitados por el catecismo feminista hegemónico -tan complaciente y sumiso con la heterosexualidad como régimen político y tan afectado por los achaques propios de la artrosis ideológica- como es el pensamiento de la lesbofeminista francesa Monique Wittig, que a su paso por El Bierzo a principio de los años ochenta, nos dejó un legado incalculable en Villar de los Barrios, donde pronto podrán visitar su Casa Museo. La francesa sostenía la idea, aportando la mirada de género al pensamiento de su contemporáneo Michael Foucault, de que el sexo es un efecto de la opresión, el sexo no es, no aparece previo a la opresión, es la opresión que construye esta categoría de sexo y no al revés, la opresión crea razas y crea sexos, crea las categorías. Es a partir del siglo XIX cuando, con el aval de ese aparato normalizador “objetivo” al que llamamos ciencia, se crean los artefactos o construcciones políticas hombre-mujer necesarias para un régimen heterosexual que apuntale el capitalismo, y el modo en el cual podemos fugar de esta construcción es, justamente, dejando de ser mujeres, desafiliándonos, entendiendo mujer como rol social dentro de la heterosexualidad como régimen político. Wittig tuvo suerte de morirse antes de conocer a la mayoría de lesbianas descafeinadas que nos han quedado en esta época y Silvestri nos advierte de que si una quiere encontrar una mujer-mujer, lo que conviene es ir a buscarlas en el mundo de las lesbianas, o de las trans. El lesbianismo ha reterritorializado lo mejor que tenía la heteronorma para ofrecer y ha respondido a los cálculos demográficos del natalismo, cuando el lesbofeminismo radical era antinatalista, huelguista de vientre, no colaboracionista con el sistema capitalista. Decirse lesbiana era un asunto político, mucho más político que en la actualidad, en el sentido de atentar y ofender lo que existe. Las lesbianas siguen siendo lesbianas, pero tienen deseos heterosexuales estimulados en parte por la igualdad… ¿iguales a quién?
Que el colectivo LGBTIQ+ había hecho aguas ya lo dejaron bien claro Shangay Lily con su crítica a la deriva gaypitalista del movimiento y Paco Vidarte, que ya por 2007 vomitaba en su libro Ética Marica reflexiones como esta: Sí, veo que tal vez haya llegado un momento peculiar de las maritransbollos en el que ya no haya razones aducibles para estar unidas, un momento en el que se ha producido un vacío ideológico fundamental, en el que los movimientos mayoritarios se han quedado sin discurso, porque nunca lo habían tenido y porque su único discurso no era político ni tenía contenido, simplemente era la exigencia del matrimonio y la ley de transexualidad. El colectivo se ha visto paulatinamente despolitizado a cambio de la existencia cómoda y pacífica que la sociedad ha puesto a disposición de las maricas y lesbianas para mantenerlas entretenidas, ocupadas, follisqueando, comprando, ligando, bebiendo, festejando y riendo. Engordándonos como a Hansel y Gretel. Hasta los héroes de cuento son más revolucionarios que muchas de nosotras. Todo lo que es otorgado ya está desactivado políticamente, ya porta el virus de la sumisión, de la libertad concedida. No es lo mismo ser libre que ser liberto.
Con esta ojeada tan atribulada debido al poco espacio de que dispongo para extenderme, llegamos hasta el Orgullo 2021 en plena polémica -engordada de manera artificiosa por señoras burguesas de bien, que han decidido cerrar de un portazo brillantes carreras en la lucha feminista, pillándose los dedos de paso- por la llamada Ley Trans, una ley tan de mínimos -como todas- para cubrir expediente, que hasta cuesta creer lo tan explotada e instrumentalizada que está por parte de la lucha partidista, poniendo de manifiesto lo que de verdad importa a las feministas de la agenda: su linde y su feudo. Declaraciones como las efectuadas por Lidia Falcón “los trans están haciendo campaña por la pedofilia desde hace tiempo”, sonrojantes intervenciones en la Rosario Acuña del tipo “son tíos” o “la teoría queer promueve la pedofilia” o las continuas disertaciones sobre mutilaciones en la cuenta de tuiter de Laura Freixas (pregunto de buena fe ¿hay que llenar los talleres de escritura creativa, no?) no han hecho más que avivar un fuego provocado y desviar el foco de problemas tan sangrantes para el Feminismo como las situaciones de esclavitud y abuso de las temporeras, las condiciones de vida de las putas y su desprotección ante unos servicios sociales que les arrebatan a sus hijos e hijas, la precariedad de las trabajadoras domésticas, los malabarismos para llegar a fin de mes de las familias monomarentales, cómo y dónde estamos abortando, la feminización de la pobreza, por qué una ley integral contra la violencia de género que lleva casi veinte años en vigor ha sido incapaz de frenar la hemorragia en nuestras filas o la incesante y constante lucha personal contra los mandatos de género, el deshacernos del vivir con permiso y del desahucio de nuestros tiempos, tal y como nos contaba Soledad Murillo hace apenas un par de días y a quien habrá que explicarle que el género forma parte de la identidad de las personas y no se desprende una de él como si de la muda de los reptiles se tratara ¡¡Ta-Chán!! (sobre todo si intuyes que revelarte te puede costar la vida o la de tus criaturas), y que referirse a personas menstruantes y gestantes no es un intento de invisibilizar a las mujeres, sino más bien de visibilizar el hecho de que hay hombres (trans) y personas no binarias que tienen la regla o que se pueden embarazar… hablan de estas personas, no de nosotras, copón, a ver si nos enteramos de una vez. ¡Las mujeres somos mayoría, no somos una cuota! Nadie lo ha puesto en duda, es un dato correcto pero que no aporta nada a la cuestión que nos traemos entre manos. Vamos a hablar claro clarito, la chicha está en los presupuestos y en los puestos, y punto.
En el otro extremo del cuadrilátero está la progresía bienpensante y bobalicona, quien rentabilizará que la medida salga adelante para la fecha prevista. Quienes somos críticas desde hace años con la celebración del Orgullo, sabemos bien que los derechos humanos son un instrumento político de opresión y un muro de contención frente a reivindicaciones de base mucho más radicales, como puede ser la garantía de las condiciones materiales para una vida digna. Sobre lo de estar orgullosas y tal, pueden escuchar a Silvestri en esta charla sobre visibilacionismo, elegilismo, asimilacionismo y pink washing, un análisis muy certero sobre la fagotización que el sistema ha efectuado sobre la diversidad tras la pandemia del VIH, cómo ha integrado desintegrando, puesto que sólo se integra y se dota de inteligibilidad social a la diversidad que no constituye una otredad contestataria, invisibilizando y obturando formas minoritarias y autóctonas de disidencia. A les diverses, el único horizonte de expectativa que les espera es la visibilidad por sí misma y elegir, tener la posibilidad de elegir libremente, como si el deseo y la elección no estuvieran gestionados y se tratase de una elección natural, espontánea. Pero lo más lúcido de sus reflexiones está en mostrarnos la utilización por parte de Occidente del dispositivo LGTBIQ+ de forma imperialista y civilizatoria, de modo que quede .justificado intervenir en otras culturas o territorios, es decir, permitirá que ciertas regiones sean colonizadas u ocupadas por otras que sean garantes de los derechos humanos de la comunidad LGBTIQ+. Mientras esperamos ansiosas el reparto de carnets de lesbiana ¿o pensaban que este colectivo se iba a librar?… no se pierdan el documental de Tania Balló «El caso Wanninkhof-Carabantes», sobre los asesinatos de dos mujeres jóvenes, uno de ellos evitable si no se hubiese producido la condena mediática y judicial de la acusada sin pruebas Dolores Vázquez, circunstancia que impidió la búsqueda del asesino real tras el primer asesinato, tal y como cuenta Beatriz Gimeno en su libro «La construcción de la lesbiana perversa»: aquella condena fue posible porque sobre la verdadera Dolores Vázquez se construyó un personaje irreal pero efectivo basado en todos los estereotipos negativos asociados históricamente a la lesbiana perversa.
- Nota de la autora: he de confesarles que Monique Wittig nunca estuvo en nuestra Comarca, que se sepa. Tampoco tengo pruebas de que no estuviese.