[CARTAS] La seriedad del presidente
Se le perdonan a un político más cosas cuando se coincide, al menos en parte, en ideología.
De ese modo este tinglado de normas que ha sido (y sigue siendo) la gestión del coronavirus, se nos da mejor perdonársela al gobierno central si somos de izquierdas. Debemos admitir que, aunque hubiera gobernado la derecha les hubiera pillado igualmente de novatos en pandemias, pero les hubiéramos consentido menos.
Y viceversa, como está ocurriendo. Pero supongo que todos tenemos un cupo y para mí Sánchez acaba de entrar en negativo.
Creo que ya se quedó casi a cero con lo de los indultos, que sigo sin entender bien. Que entendería si se hubieran mostrado arrepentidos los catalanistas ahora sueltos, o si soltarlos ayudara a resolver el conflicto… pero es que ni una cosa ni la otra. Los catalanistas seguirán erre que erre en su ambición de ser presidentes de un país en lugar de ser presidentes de una comunidad autónoma, que es lo único en lo que iba a irles mejor (a ellos, no al ciudadano de a pie) si se lograran independizar.
Ya en su día aceptamos con resignación que el PSOE tuviera que arreglárselas con independentistas y extrema izquierda para gobernar, pues la otra opción (ya que no cambian la ley electoral de una p vez) era seguir votando indefinidamente.
Tiene guasa que ahora sea uno de sus propios socios, Rufián, quien haya sacado brillo y dejado ya transparente la falta de seriedad del presidente. «También dijo que no habría indultos», le espetó, refiriéndose a que pueda ser cuestión de tiempo que haya referéndum de autodeterminación para Cataluña. Esto lo veo realmente difícil, pero ya mi confianza en Sánchez no da para apuestas.
«La última» de Sánchez ha sido lo del chuletón. Se esté más o menos de acuerdo con el tema, no es seria esa actitud en un presidente de gobierno.
A Alberto Garzón ya se la liaron cuando dijo que sería bueno que España no dependiera tanto del turismo. El hombre tenía más razón que un santo, pero la gente se alborotó e hizo tanto ruido, que al final la mayoría se quedó con que Garzón se metió con el turismo y punto. Una ocasión perdida de haber hecho un debate serio. No se trata de que dejemos de ser el bar de Europa, que los bares son muy respetables, pero sí estaría bien tener otros valores añadidos, potentes, para tener una economía más solvente.
Tuvo otra gorda con el tema del etiquetado Nutriscore, en el que productos como el aceite de oliva, el jamón serrano o el queso, creo yo que entienda cualquiera que no iban a salir bien parados por sus cantidades de grasas y/o sal, y no por ello se iban a consumir menos porque se comen porque gustan y punto; pero nada, que las industrias correspondientes se pusieron a liársela al Ministro de Consumo porque sus niños tenían que tener la mejor nota… no porque hubieran aprobado sino porque lo decían ellos.
La última viene por la campaña para promover (no prohibir, que es con lo que se está quedando la jauría) una reducción del consumo de carne. Con la iglesia hemos topado.
Da igual que eso lo recomiende la ciencia, la OMS, los nutricionistas… y el ministerio. «A mí nadie me tiene que decir lo que comer». Vaya… pero sí está bien que nos digan, con distintas campañas, que no debemos emborracharnos o ir a doscientos con el coche, que póntelo-pónselo, que no fumemos….
La pataleta de la gente tiene un pase. A la gente le gusta ir a doscientos por la autopista con seis cubatas encima, a la gente le mola más sin condón y a la gente le gustaba curarse al humo.
A la gente nadie le tenía que decir lo que beber o cómo ir en su coche que lo pagó ella, nadie tenía que meterse en su vida sexual y nadie tenía que impedirle envenenarse con el tabaco y ahumar a otros.
Pero las campañas siguieron su curso, porque era lo correcto, y han evitado millones de accidentes, de abortos, de enfermedades… y ahora nos están ahorrando una pasta en electricidad porque antes eran cinco minutos en un bar y ya tenía que ir todo a la lavadora.
La campaña «Menos carne, Más vida» puede ser matizable pero es justa y necesaria, y un gobierno y demás organizaciones deben fomentar lo justo.
Entonces, que el presidente del gobierno desautorice a todo un Ministro tratando de hacerse el gracioso con que el chuletón le gusta mucho, cuando no es una cuestión de sabor sino de salud humana, medioambiental y hasta una cuestión ética… pues dice muy poco del cargo que ostenta.
El presidente ha contribuido con su mofa a que no se genere un debate sensato sobre el consumo de carne. Todo el mundo a reírse de las ocurrencias del Ministro Garzón. Estaría bien que echaran un vistazo a una granja intensiva, a un matadero, o que vieran un documental de esos que enseñan lo que de verdad hay tras la propaganda de animales felices de los envases. Entonces, ante el terror y la sangre de seres sintientes, a muchos no se les quitaría tal vez el gusto por la carne, porque buena está, pero al menos se les quitaría la risa.
Pedro Sánchez pasará a la historia, me temo, como el presidente de una pandemia de dudosa gestión, como el de los indultos y veremos qué más. Alberto Garzón pasará a la historia como un buen Ministro al que no dejaron hacer más y mejor, y por el de la primera campaña en España que nos dice a la cara parte de lo que conlleva comer carne. No exagero, es un asunto que vamos a ver cada vez más.
La campaña ya está fallida, pero ha abierto un camino. La campaña provoca cachondeo, pero a la gente se le va a acordar, más pronto que tarde, porque con siete mil y pico millones de habitantes en el mundo y subiendo, no hay más remedio que poner coto al ineficiente e insostenible modelo de alimentación actual.
Tomás Vega Moralejo