[LA OVEJA NEGRA] Una muerte anunciada
GERMÁN VALCÁRCEL | El Bierzo, como toda la provincia de León, soporta graves problemas, uno de ellos es el ritmo al que se está despoblando y envejeciendo (ha perdido casi un 10% de su población en una década y su edad media ronda, actualmente, los 49 años), dando lugar a múltiples dificultades en diversas vertientes: económica, patrimonial y medioambiental, y es mucho más costoso -utilizando la lógica mercantilista que rige en nuestra sociedad- prestar los servicios públicos esenciales en territorios despoblados o con mucha población envejecida y muy dispersa en el territorio.
Que nuestros pueblos se vacíen conlleva problemas de sostenimiento del patrimonio histórico-artístico. La vertiente medioambiental es otra de las castigadas por la despoblación, la pérdida de habitantes supone un factor de riesgo para la conservación del medio natural. En verano, este problema se evidencia con más vigor: a menos presencia humana en el medio rural, montes y campos, más vulnerables frente al fuego como causa de ese abandono. A esta situación hemos llegado pisoteando y conculcando diariamente las bases de la vida, diezmadas y pulverizadas, primero por el extractivismo y el expolio del medio natural, y actualmente por esa destructora plaga moderna que se llama turismo, ya sea el rural, “cultural”, de montaña o de naturaleza.
La sociedad actual tiene una visión urbanita y consumista de todo lo relacionado con el medioambiente y la cultura, una mirada pasada por la factoría cinematográfica de Walt Disney que caricaturiza y ridiculiza un medio donde, sin embargo, la convivencia real con él y en él es muy dura. Pero el mundo rural es el único cordón umbilical que tenemos con la naturaleza y está prácticamente desapareciendo, por eso las agresiones que sufre apenas generan oposición, por eso con tanta frecuencia se confunde desarrollo con destrucción.
La sabiduría de la cultura rural, la relación del hombre con el medio natural peligra por la desaparición del ser humano del medio rural, la dura y difícil convivencia del hombre con la naturaleza agrede a esos urbanitas que van los fines de semana a utilizar el campo como un objeto de consumo más, gentes que cogen la carne en bandejas plastificadas en el híper y los huevos en cajas y la leche en brik, personas que no han tenido que relacionarse con el medio para poder extraer esos alimentos se sienten agredidos porque una persona del medio rural corte el cuello a una gallina o simplemente porque viva y conviva con el canto de un gallo al amanecer, sin embargo ellos no tienen ningún problemas en destrozarla para hacer una carrera de montaña, una estación de esquí, o trazar una carretera sin ningún tipo de respeto hacia ella, el antropocentrismo inculcado por nuestra “civilización” nos vuelve ciegos, sordos e insensibles a cualquier forma de vida que se oponga a nuestro consumista modo de vida.
Concebir un modelo coherente y deseable de sociedad, donde el mundo rural y la agricultura campesina tengan cabida, constituye no solamente una reflexión teórica, sino también una etapa importante de su puesta en marcha en el plano político. Si queremos acabar con el ecocida modelo basado en la agricultura industrial y el turismo es necesario profundizar aún más en la elaboración de propuestas concretas. Por eso hay que seguir defendiendo que el trabajo de auto transformación profunda de la sociedad y de los ciudadanos es más importante que los comicios electorales Este camino no supone que esa transformación necesaria vaya a ocurrir de forma rápida y sin dolor. Pero cualquier observador con una mínima capacidad de análisis sabe que la política politiquera no está entendiendo, ni dando soluciones a los grandes cambios que, de momento, de manera soterrada y silente se están dando en el planeta.
La pervertida vida política del Bierzo es una mezcla de una timba entre mercaderes y peleas de patio de colegio
Nuestros dirigentes políticos, y una parte importante de la sociedad, no parecen entender que es necesario que las políticas ambientales se conviertan en prioridad absoluta, puesto que sin ellas no habrá políticas económicas ni sociales, ni siquiera tendremos posibilidad de sobrevivir. Seguir defendiendo la presencia de empresas contaminantes en la comarca o interesadas necedades ecocidas y destructoras del patrimonio medioambiental y cultural común como sería volver a gastar el más mínimo dinero en la puesta en marcha de la estación de montaña del Morredero, donde la única alternativa posible y viable seria la eliminación de las infraestructuras existentes, es condenar a estas tierras el suicidio colectivo, opción que parece han tomado una parte de la sociedad y muchos de sus dirigentes políticos, imponiéndonos su concepción totalitaria del mundo y de las relaciones con los demas seres vivos del planeta a todos los demás habitantes.
Estas gentes, rápidamente dirán que con estos planteamientos se propugna una oposición ciega al progreso. Falso, solo son mentiras y sus clásicas falacias argumentativas, a lo que servidor se opone es al progreso ciego, a esa fe irracional en la ciencia occidental y a la creencia en la omnipotencia de técnica es lo que se pone en tela de juicio.
Por eso resulta tan difícil emocionarse o siquiera ocuparse con los cotidianos pasatiempos del circo político que se desarrollan en cualquiera de nuestras instituciones, con sus simulaciones baratas de juego democrático, de imperios del Derecho, de gobernanza recta y de gestión de políticas para la eficiente administración del bien común.
En esta ensimismada Comarca Circular la democracia y las instituciones, dirigidas por mediocres e ignorantes politicastros, se ahogan en las piscinas de los lixiviados de la corrupción, trituradas día a día por el caciquismo y el clientelismo, la pervertida vida política del Bierzo es una mezcla de una timba entre mercaderes y peleas de patio de colegio, con todos los actores envueltos en la bandera de la Comarca. No hay dirigente político o social que no hable de salvar al Bierzo en cualquier acto público, de traer inversiones o inversionistas para el Bierzo.
Este degenerado entramado político comarcal, donde los partidos políticos, sin excepción, y muchas organizaciones sociales, son meras máquinas de poder y de triturar la democracia real nos debería llevar a rechazar, de una vez por todas, ese supuesto bercianismo utilizado desde hace décadas por espurios intereses que se sirven de ese supuesto amor a la tierra como coartada para esconder sus felonías, por eso deberíamos ser absolutamente críticos e intransigentes con él, al ser cómplice de la actual decadencia; ese bercianismo bizarro, identitario, excluyente, forofo, acrítico, el de bandera y campanario, expansionista, mixtificador de su historia, de su realidad actual; el que no tiene más horizontes que los montes que dan forma circular a esta comarca, si comarca, el que es utilizado, constantemente, como plataforma para medrar política, social y económicamente, el que ha servido de coartada y adormidera para destruir, en aras de un falso y supuesto progreso los más bellos rincones de esta tierra, el que sigue mercantilizando esos parajes, sin importarle su destrucción.
Lo dijo alguien tan poco sospechoso de comunistas o izquierdista como el filósofo y economista liberal inglés John Stuart Mill, en su obra Principios de Economía Política: “Si la tierra tuviera que perder la mayor parte de su belleza debido a los daños provocados por un crecimiento ilimitado de la riqueza, entonces desearía sinceramente, por el bien de la posteridad, que nos contentáramos con quedarnos en las condiciones actuales en que estamos, antes de que nos viéramos obligados a detenernos por necesidad”. Esto lo sostenía a mediados del siglo XIX, actualmente es una necesidad imperiosa, no ya de parar sino de decrecer.