[LA OVEJA NEGRA] Ingeniería social
GERMÁN VALCÁRCEL | El resistencialismo, en servidor, no es una virtud, la virtud de la crítica metódica, sino un vicio adquirido después de décadas de prácticas, que suele vitaminizarse y cargarse de proteínas a partir de determinadas actuaciones, o noticias de prensa, fundamentalmente si son realizadas por los profesionales de la industria de la representación política y eso me ocurrió cuando leí las declaraciones realizadas por las rutilantes estrellas de la izquierda institucional comarcal y del bercianismo: el Alcalde de Ponferrada, el Presidente del Consejo Comarcal y los bercianistas de Coalición por el Bierzo, protestando por “las diferencias de trato”, “agravios”, “evidente discriminación” que según ellos sufre la Comarca Circular respecto a otras zonas de la provincia, en el tema de la vacunación. En el fondo no es más que una forma suave de decirnos: ¡Obedeced, Vacunaos!
A ninguno de los tres se les ha escuchado protestar, ni exigir la derogación de la Ley 15/97 y el artículo 90 de la Ley General de Sanidad que han permitido convertir la sanidad en un negocio. Tampoco se les ha ocurrido protestar por el recorte de 11.000 millones de euros en gasto sanitario que el actual gobierno llevará a cabo hasta 2023; todo ello dentro de la gigantesca operación de desmantelamiento de servicios, derechos y libertades que se esconde tras la gestión de la pandemia. Ya saben ustedes, a estas gentes les encanta hacer declaraciones e inculcar el error de que toman decididamente decisiones decisivas.
La historia nos dice que todos los sistemas totalitarios utilizan la propaganda para generar una nueva realidad. La propaganda oficial no solo es información, mala información y desinformación. En realidad, se trata menos de hacernos creer cosas, que de crear una realidad oficial e imponerla a la sociedad. El objetivo no es simplemente engañar o aterrorizar a la gente. Eso es parte de ello, por supuesto, pero la parte más importante es obligarnos a mirar y escuchar, una y otra vez, hora tras hora, día tras día, en la calle, en casa, en el trabajo, en la televisión, en Internet, en todas partes lo que quieren que oigamos y veamos. Es así como crean la “realidad”. Nos representamos con nuestras “creencias y valores” a nosotros mismos y a los demás. Cuanto más la creamos todos, más convincente será.
Pero no olviden que más del 53% de la población española ya ha recibido las dosis completas, y hay casi un 20% más con una dosis, añádanle los “contagiados”, en torno a un 8%. Podríamos afirmar que tres cuartas partes de la población ya están, supuestamente, “inmunizados”. Sin embargo, la pandemia sigue galopando sin control, al menos eso dicen, debido a las variantes y obligando a nuestros “representantes” a imponer medidas cada vez más liberticidas. No se preocupen, esto no va a parar aquí, tienen todo el alfabeto griego para ponerle nombre a todas las mutaciones que quieran aparecer, cada vez, además, más contagiosas.
Una de las razones que más ha ayudado a implantar la nueva realidad covidica ha sido obligar a toda la población a llevar en público máscaras de aspecto médico. Si puedes obligar a la gente a relacionarse, en todas partes, como si estuvieran yendo a una sala de infecciosos de un hospital, todos los días durante año y medio, lo has logrado ya tienes una realidad patologizada, una “realidad” paranoica-psicótica.
La historia nos dice que todos los sistemas totalitarios utilizan la propaganda para generar una nueva realidad
No es casual que la primera persona que habló de la nueva realidad (nueva normalidad, en sus palabras), en su primera rueda de prensa, allá en marzo de 2020, fue el presidente del gobierno (el sumo sacerdote patrio de la religión covidica). Uno de los representantes de esa izquierda quejica y que profesa una fe incondicional en el Estado y sus instituciones, y cómo no en el capitalismo, ese sistema que algunos sostienen que es el más eficaz para generar riqueza. Pero olvidan que es mucho más eficiente a la hora de destruir las bases de la vida en el planeta: las comunidades humanas, la biodiversidad, los ecosistemas, los suelos, el agua potable, el equilibrio del clima. Esa supuesta riqueza se basa en que no monetizas esos estropicios, se externalizan en el debe de los colonizados países del Sur Global.
Por eso aterra ver y escuchar la hipocresía de la casta política-judicial-administrativa y de amplios sectores de la sociedad reclamando libertad para Cuba y dando lecciones de democracia, mientras tragamos, aquí y ahora, y sin rechistar ni cuestionar nada, lo que nos están imponiendo.
Servidor que, últimamente, padece tuberculosis del espíritu se pregunta, con frecuencia, ¿qué es lo que podemos hacer para ayudarnos ante el escenario que se avecina? ¿Podemos influir en algo para revertir la destrucción de la trama de la vida en curso, si cada día que pasa vemos al otro como un peligro? Si uno ve con claridad que 2+2 son 4 y lo transmite, y es mal juzgado por decirlo, aunque pasado el tiempo la sociedad reconoce que estaba en lo cierto. Cómo evitar la frustración, el sentimiento de soledad que genera la incomprensión.
En la nueva normalidad no solo nos obligan a taparnos la boca, sino que tratan de impedir que se cuestione esa “normalidad”, convirtiéndote en un apestado social. Seguramente hay que seguir intentándolo, como siguieren algunos referentes del pensamiento crítico, aunque solo lleguemos a “tocar un alma”.
Porque ha llegado el momento de elegir entre estas dos opciones: la primera es la que sostiene el filósofo Ramón Alcoberro, de la Universitat de Girona: “La historia demuestra que frente a las catástrofes lo que triunfa en el egoísmo más galopante, o en el peor de los casos la solución totalitaria de un Hitler o un Stalin”; o la que proclama la antropóloga y activista ecofeminista Yayo Herrero: “A lo largo de la historia ha habido pueblos que han tenido que enfrentarse a crisis muy complejas y las personas han sabido organizarse y vivir de forma más colectiva… Donde se viven los malestares y los bienestares es en la vida cotidiana y creo que esta crisis puede sorprendernos más por la aparición de valores que nos lleven al apoyo mutuo que por la aparición de otros valores que nos lleven a matar a nuestros propios vecinos”. En nuestras manos está la elección.