[LA OVEJA NEGRA] Lo que algunas polémicas esconden
GERMÁN VALCÁRCEL | Hace tiempo que los profesionales de la industria de la representación política –la única que todavía genera jugosos beneficios a sus “inversores y trabajadores”– me dan bastante grima. Su servilismo con los poderosos y el autoritarismo, o paternalismo, que se gastan con sus representados, sobre todo si disienten de sus tesis, es simplemente repugnante. Sigo sin entender que todavía haya gente que vota a quien los humilla.
Esta última semana el equipo de gobierno municipal nos ha dejado un ejemplo que fortalece esta opinión: la repugnante polémica, iniciada por el periódico del multiimputado por corrupción, con la utilización de un indigente como cebo y carnaza, ha dejado clara la catadura, tanto del periodista, un aspirante a Inda pero en cutre (de su odio a todo lo que huela a Podemos hay pruebas más que suficientes), como de los políticos implicados en el tema, la concejal podemista y sobre todo el reaccionario y autoritario alcalde ponferradino, Olegario Ramón, que no ha perdido ocasión para autoproclamarse, una vez más, como el valiente y honrado Robin Hood -dime de que presumes y te diré de los que careces, sostenía mi abuela- que se enfrenta a los poderosos. Don Olegario se siente atraído por este tipo de debates como el agua sucia por los sumideros que la llevan a las cloacas.
Por otra parte, la polémica ha servido, también, para que uno de esos publicitados y aplaudidos “emprendedores” bercianos, bien conocido por las técnicas esclavistas que impone a los trabajadores de sus empresas, haga un poco de caridad. Nada más malsano que ese culto a la pobreza y al fracaso que hay tras la misericordia, cuya variante laica sería lo que algunos llaman “solidaridad”. La explotación y la exclusión aparecen disimuladas bajo melifluas invocaciones a las nuevas palabras mágicas -consenso y empatía- con que calmar la rabia y el dolor en liturgias en las que los nuevos déspotas pueden exhibir su generosidad. Sigue vigente esa babosidad cristianoide que ama revolcarse en la resignación y la mentira y que no es más que falso compromiso y pura catequesis al servicio de perpetuar la pobreza. Cochambre demagógica para desactivar toda capacidad cuestionadora. La pobreza y la exclusión convertidas en marketing y negocio.
En una sociedad en que ha quedado abolida la lucha de clases en nombre de la “convivencia y tolerancia” es indispensable que cunda ese discurso moralizante y “buenrollista” que tan bien representan la “izquierda clasemediana” local que nos gobierna. Tras ella solo se oculta y legitima el abuso como forma de administración. Un abuso que impulsan acríticamente sus correligionarios y forofos, la izquierda social plañidera, con la fe incondicional en el estado y sus instituciones, y que a base de súplicas-protestas proyectan en la figura del leviatán, sus deseos y artificiosas quimeras.
En auxilio de este tipo de debates siempre aparece el gabinete de prensa municipal, acudiendo presto a utilizarlos como nebulosa discursiva que sirva para domesticar, o desacreditar, cualquier tipo de crítica o disidencia y como legitimación de unas políticas totalmente verticales que solo sirven para tapar los intereses, prebendas y privilegios de la cutre castuzilla político-mediático-funcionarial y empresarial local. Es la forma de esconder lo que, a ras de suelo está sucediendo a las gentes de abajo que es lo que realmente configura el mosaico social de la ciudad y que está marcado por el dolor, las carencias y la injusticia.
El actual equipo de gobierno no ha hecho más que seguir el viejo camino por el que vienen transitando todas las corporaciones municipales desde hace 30 años
En este contexto es necesario recuperar la denuncia de este tipo de comportamientos, no hacerlo engendra conformismo y sumisión. Es preciso desenmascarar las distintas formas de “buen corazón”, esa especie de salivilla repulsiva que se escapa de la comisura de los labios de los exhibicionistas de la bondad, que afirman combatir la miseria ajena pero que se dedican a hacer todo lo posible para conservarla y multiplicarla, puesto que al fin y al cabo viven de ella.
No voy a perder mucho tiempo, ni palabras, en hablar de la pandilla de sociópatas codiciosos, mediocres, hipócritas y buenrrollistas que, sin más ideología que el saqueo de lo público, se dedican a cobrar de nuestros impuestos para enmerdar el debate político y social, y evitar que hablemos de lo que sus decisiones esconden. Ese caldo de cultivo es el que ha permitido que haya crecido y enquistado, en la Administración municipal, una clase política que, con la complicidad y connivencia de la elite funcionarial, han convertido el más rancio caciquismo, el abuso de poder, el trapicheo político y la corrupción en el modelo político dominante en esta ciudad. El actual equipo de gobierno no ha hecho más que seguir, a pesar de sus proclamas, el viejo camino por el que vienen transitando todas las corporaciones municipales desde hace ya treinta años. Ahí está ese fascistilla de medio pelo, el anciano y caduco ayatolá bercianista, convertido, actualmente, en el hilo conductor, y sostenedor, de esa miserable forma de hacer política municipal.
En el bazar de la política partidista local, el papelón que la concejala de Podemos está jugando en el tripartito (dejo para otra ocasión el ninguneo y desprecio -no debería fiarse de quien con zalamerías y buenas maneras más la apuñala- a la que le someten el resto de miembros del equipo de gobierno) me ha hecho recordar la denuncia que Bertolt Brecht hace, en su obra Santa Juana de los Mataderos, de “los Capuchas Negras”, en el conflicto que enfrentaba a los trabajadores en huelga de los mataderos contra empresarios y especuladores, convertidos a pesar de sus buenas intenciones en el instrumento para calmar la agitación y desviar la atención del núcleo central del problema: la explotación de una mayoría por la minoría, hacer proselitismo para que los valores de paciencia y resignación, permitan, a los representantes políticos, seguir hablando de derechos humanos y ciudadanismo democrático en abstracto.
Cuando una de las Capuchas Negras, Juana Dark descubre que su lucha ha servido para perpetuar las causas que han conducido a los trabajadores a la huelga reconoce: “Lo que puede parecer una buena acción, puede ser solo apariencia. Un acto no puede ser honroso si no pretende cambiar el mundo radicalmente. ¡Bastante lo necesita! Y yo, impensablemente, llego como caída del cielo para los explotadores. ¡Ay, bondad nefasta! ¡Sentimientos inútiles!». Francamente, no espero que la concejala de Servicios Sociales del ayuntamiento de Ponferrada sea capaz de llegar a tal nivel de autocrítica.