[CARTAS] Las vacunas del Hermano Mayor
Un día más, una noticia más, de un estudio más… que dice que quienes han pasado el coronavirus tienen inmunidad de larga duración.
Hay aún más informaciones que dicen que las vacunas no garantizan que uno no se pueda volver a contagiar, ni que se deje de contagiar.
Luego está el tema de si hace falta una tercera y sucesivas dosis, y de si las actuales vacunas protegen o no contra todas las variantes del virus, por no hablar de la posibilidad de que salgan variantes para las que estas vacunas sean inútiles.
Esos hechos dejan claro que vacunarse contra el coronavirus sirve para protegerse a uno mismo, pero no tanto a los demás.
Sin embargo cada vez hay más debate, cuando no ya consumaciones, pidiendo que la vacuna sea obligatoria. A los sanitarios, por ejemplo, directamente por imposición; al resto de ciudadanos, mediante la coacción impidiéndoles por ejemplo acceder a un bar.
Afortunadamente, en España la justicia está funcionando y evitando el ridículo de que un camarero tenga que interrogar a un cliente sobre aspectos sanitarios, pero ya mete miedo siquiera que se estén planteando estas ideas propias de estados totalitarios, y que de hecho ya estén implantadas formas de señalar al individuo, de marcar personas, como el certificado COVID.
Con el coronavirus sigue habiendo tantas normas dudosas a estas alturas, y tan pocas certezas, que yo ya no apostaría ni contra la posibilidad de que haya un plan detrás y se haya soltado intencionadamente; pero la enfermedad es un hecho, todos conocemos a algún sanitario que nos podrá dar fe de la que se ha liado. Hay que ser estúpido para ser negacionista.
Tampoco trato de ir contra la vacuna, pues lo que también parece claro es que la vacuna, como ocurre por ejemplo con las de la gripe, sirve para que si te pilla el virus, te afecte menos. Voy contra su imposición, eso sí.
Me remito de nuevo a como empecé, y está también el detalle de que una vacuna, como todo medicamento, puede tener efectos secundarios, incluso fatales.
Vale que el coronavirus tiene en principio mucho más riesgo que la vacuna, pero no parece ser así para quien ya pasó la enfermedad y también se pretende que se vacune sí o sí. Jugar a la lotería, o a la ruleta rusa, debería ser voluntario.
¿Qué pasa si uno se vacuna y lo que le sienta mal es la vacuna? ¿Qué pasa si se ha puesto la vacuna obligadamente? ¿Le hemos obligado a, tal vez, matarse?
Si fuera francés estaría muy preocupado, pues recientemente su Constitución ha avalado algo así.
La cuestión al final es ¿a qué le tengo más miedo? ¿A qué me quiero arriesgar? ¿Al coronavirus o a la vacuna? Suena mal pero es lo que hay. Debe ser una decisión individual, y no debe tener penalizaciones.
No estamos hablando de una de esas vacunas que erradican enfermedades, pues el coronavirus seguirá ahí. La tentación de considerar apestado a quien no se vacune, y del uso del pasaporte sanitario, la echa por tierra el hecho de que hay mucha gente que se está contagiando y está contagiando, estando vacunada.
Creo que hay gente que se empeña en que se vacune todo quisque en plan -Si yo me tuve que arriesgar y fastidiar, fastídiate tú también-, pero no tienen la razón de su parte.
Si puedo contagiarme y contagiar estando vacunado, si cabe la posibilidad de que las vacunas no estén siendo del todo efectivas, incluso de que salgan variantes del virus para las que las vacunas actuales no sirvan en absoluto; si puede que una persona que haya superado la enfermedad esté más protegida así que con la vacuna; si ponerse la vacuna es de hecho asumir también un riesgo… entonces, no hay justificación para obligar a una persona a vacunarse, y si se impone el criterio de la obligatoriedad debemos empezar a preocuparnos seriamente, porque significará que estamos más cerca de la sociedad del Hermano Mayor… aunque pareciera que estamos más cerca de la que proponía Huxley.
Tomás Vega Moralejo