[ANÁLISIS] Dos años de desgaste sin mayoría ni proyecto
JUANJO URBINA | El fornelo Olegario Ramón llegó a la alcaldía de Ponferrada con el reto autoimpuesto de parecerse a Celso López Gavela, originario como es sabido de San Antolín de Ibias. Aquí se escribió cuando solo era un candidato que Ramón atesoraba algunas de las virtudes que adornaban a don Celso y (“de momento”, decíamos entonces) ninguno de sus defectos. La cautelosa apostilla obedecía a que hemos visto cambiar a demasiadas personas tras sentarse en el sillón de la alcaldía. Pues bien, ya han comenzado a aflorar al menos tres de esos defectos: el paralizante exceso de prudencia, el ramalazo autoritario y la desconfianza. Al fin y al cabo Ibias y Fornela son vecinas, y como dicen con humor por aquellas tierras “los enemigos del hombre son tres: fornelo, freixo y ancarés”.
También parece haber desarrollado Ramón algunos vicios de cosecha propia, como el sometimiento a los dictados de determinados altos funcionarios o la discrecionalidad a la hora de tomar decisiones. Y así hemos visto en estos dos años que han transcurrido con más sombras que luces cómo se aplicaba muy distinto rasero renunciando a recurrir la sentencia sobre la gestión del Mundial de Ciclismo y, en cambio, se impugnaba la referida a la red de calor. Y desde luego no es culpa de la pandemia, ni siquiera de la alarmante falta de apoyo de instituciones superiores, que no se atisbe proyecto alguno de futuro capaz de sacar a esta sucia y desvencijada ciudad menguante de la decadencia y la agonía. A lo mejor dentro de dos años Olegario Churchill y Covidio Ramón (las dos caras de la misma moneda) nos dirán: “No pudimos hacer nada porque nos pasamos el mandato lavándonos las manos”.
En la gestión puramente política, Ramón tuvo que enfrentarse a dos grandes pruebas de fuego. Solventó con acierto, tras un titubeo inicial, la crisis abierta por la detención y encarcelamiento de su socio de Gobierno Pedro Muñoz. Pero fracasó con estrépito en la gestión de la provocada por la indisciplina puntual de Manuel de la Fuente. Un asunto que pedía toreo de salón terminó en una carnicería política, con el resultado de que la estabilidad del tripartito depende del apoyo activo o pasivo del voluble Tarsicio Carballo y su compañera de grupo, cuya principal habilidad parece estar en el oportuno manejo de las ausencias. Una torpeza mayúscula, porque desde que se lo advirtiera McNamara a Lyndon B. Johnson hasta el pedáneo menos avezado sabe que al díscolo es mejor tenerlo dentro de la tienda meando hacia afuera que tenerlo fuera meando hacia dentro.
El alcalde que quería parecerse a Gavela tardó menos de dos años en quedarse en minoría y ahora le restan otros dos en los que la oposición buscará su desgaste un día sí y otro también. La imaginación que se recomienda cuando las arcas están vacías no asoma por ninguna parte más allá de ocurrencias puntuales con forma de terraza, algunas promesas electorales como la municipalización de la limpieza se han ido desvaneciendo entre excusas de mal pagador y la famosa nortada ya ni siquiera sirve como eslogan propagandístico tras el que esconder la sensación de inoperancia. Y la precariedad económica del consistorio hace el resto. Su posición dentro del PSOE también se ha debilitado, aunque haya conseguido el control absoluto de la agrupación local a costa de una considerable pérdida de militancia, y sus anhelos de ascenso político han quedado seriamente tocados.
Sus socios de Gobierno, Coalición por El Bierzo y Podemos, se verán abocados además durante el próximo año y medio a marcar un perfil propio si no quieren verse fagocitados por el PSOE. Hemos vuelto, no se olvide, a un contexto general de reforzamiento del bipartidismo. Hay un antes y un después del 4-M en Madrid, no tanto por la tendencia ascendente de un PP que a nivel local no acaba de dar con la tecla de la oposición como por el anuncio de desaparición de Ciudadanos y, sobre todo, por la rotura del dique que separaba a los votantes de la izquierda y de la derecha. A Olegario Ramón le ayudó (y mucho) a ganar las elecciones el tirón de Pedro Sánchez y su declive puede llevarle a perder la alcaldía. Los socialistas podrían quedarse incluso sin la Diputación si la dirección provincial, en la que Javier Alfonso Cendón repetirá liderazgo, materializa su torpe plan de cargarse al alcalde de León. Pero ese no es el objeto de este análisis de inicio de curso político en Ponferrada.
Coalición y Podemos se verán abocados a marcar un perfil propio si no quieren ser fagocitados por el PSOE
Falta más de año y medio para la próxima cita local con las urnas y cualquier pronóstico, más en las actuales circunstancias y en estos tiempos de política líquida, sería no solo aventurado sino probablemente también inútil. Pero conviene tener en cuenta algunas líneas generales que, partiendo del contexto actual y de las tendencias que muestran los estudios de opinión, pueden ofrecernos algunas pistas sobre la evolución de los acontecimientos futuros. Como se ha dicho, parece evidente que estamos ante un reforzamiento general del bipartidismo que, en el caso de Ponferrada, inevitablemente se verá matizado por la presencia de fuerzas localistas.
A la derecha, es indudable que el PP está llamado a aumentar su apoyo electoral a costa de Ciudadanos, formación que a día de hoy parece condenada a la irrelevancia o incluso la disolución como le ocurrió a UPyD. A los populares les vendría bien exhibir músculo con una victoria incontestable antes de 2023, bien en Castilla y León (donde Mañueco se muestra renuente a adelantar las elecciones), bien en Andalucía. En cuanto a Vox, que no pudo concurrir a los anteriores comicios municipales en Ponferrada, lo mejor que puede hacer es seguir callado mientras sedimenta su voto nacional y presentar en 2023 a personas cuanto más desconocidas, mejor.
A la izquierda, es evidente que más allá de la gestión que pueda presentar Olegario Ramón –y su ejecutoria difícilmente resultará brillante a tenor de lo visto hasta ahora– su suerte dependerá del respaldo a nivel nacional que en ese momento tenga el PSOE. Y en caso de repetir como candidato más votado necesitará de nuevo el apoyo de otras formaciones. Respecto a Podemos e IU, si vuelven a acudir divididos en Ponferrada como en 2019 puede ocurrir cualquier cosa, incluso que se queden sin representación o reducida esta a la mínima expresión. Y eso considerando a su favor que fenómenos como el de Más Madrid tendrían difícil traslación a Ponferrada. Porque si la división del voto de izquierdas es todavía mayor, apaga y vámonos.
Y terminamos con las perspectivas de las fuerzas localistas. La mejor situada sigue siendo Coalición por El Bierzo, que ha hecho un notorio esfuerzo por despegarse del legado de Pedro Muñoz. Pero los tiempos del juicio, sentencia, apelación y nueva sentencia que recaerán sobre su fundador y anterior líder podrían interferir negativamente en sus expectativas, porque a nadie se le escapa que sus rivales tratarán de explotar esa veta. Su ventaja es que puede complementar mayorías tanto a derecha como a izquierda. La supervivencia de USE, que ya bajó de cinco a dos escaños tras la primera travesía del desierto, se antoja complicada. Folgueral tiró por la borda su futuro político al negarse a apoyar gratis la investidura de Ángela Marqués. Y el PRB de Tarsicio Carballo, al que sus apoyos activos o pasivos al tripartito pasarán factura, previsiblemente volverá a su nivel de votos de siempre cuando Vox compita en la misma carrera. En cuanto al concejal no adscrito, su aventura terminará en mayo de 2023, lo que le otorga la libertad necesaria para ejercer el papel de Pepito Grillo de una corporación excesivamente acomodada.
Del éxito o fracaso de las estrategias que se marquen las diferentes formaciones políticas para el año y medio que resta hasta el inicio de la próxima campaña electoral dependerá el resultado final, pero también de factores externos ahora imprevisibles y, en el caso de las formaciones de ámbito estatal, de la posición en la que lleguen a 2023. Con tanto tiempo por delante solo nos arriesgamos a emitir un pronóstico: tanto el PSOE como el PP podrían ser la candidatura más votada en Ponferrada, pero ambos necesitarán el apoyo de al menos otra fuerza política para alcanzar la alcaldía. Probablemente dos como en 2019, aunque quizá con distintos actores.