[LA OVEJA NEGRA] El día de los narcisistas psicópatas y codiciosos
GERMÁN VALCÁRCEL | Llegó el Día del Bierzo y con él los discursos y declaraciones de los políticos. Una vez más nos regalaron sus clásicos relatos cocidos a fuego de slogan, sin pulsión de cambio y con la consabida pobreza teórica para ofrecer alternativas reales. Todo un mundo de mentira institucional, con una hipocresía notable y un autobombo inaguantable.
Las fiestas patronales sirven, en sociedades pequeñas y geográficamente cerradas como la berciana, para que la “castuzilla” política y social local imponga su simbología del poder, su mitología del ascenso social, dictando las normas y el lenguaje de lo política y socialmente correcto y para dejar claro que creen, firmemente, que las desigualdades sociales forman parte de la armonía del universo.
Aunque ellos no se cansan, a nosotros sí nos cansan sus palabras hueras. Pero les da lo mismo, lo único que pretenden es seguir vinculando la defensa de sus privilegios con la supuesta protección de nuestros derechos. Lo hacen tras esa estereotipada sonrisa seráfica que muestran. Si se mira con atención, veríamos unos afilados colmillos, prestos a seguir mordiendo en los presupuestos públicos y a profundizar en una forma de ejercer la política en la que prima la desfachatez y que se llevará por delante cualquier resquicio de esperanza, dejando solo decepción.
Para esta gente, la acción política se limita a la alienante gimnasia de conseguir el poder y/o a su conservación, y a inculcar la inutilidad de todo proyecto social que vaya más allá de la gestión del utilitarismo, todo ello mediante la evidente instalación en la doble verdad a partir de la coartada del bien común y la finalidad real de buscar su consolidación como profesionales del poder. Díganme si son capaces de encontrar alguna diferencia real entre los discursos y actuaciones de los distintos responsables políticos. La supuesta pluralidad que dicen representar se desdice con la uniformidad de sus relatos.
Estos pasados días, también, hemos tenido ocasión de descubrir por donde van a ir las políticas urbanísticas que pretende implementar el tripartito que cogobierna en la capital berciana. La inauguración de un parklet, en los aledaños del reconstruido castillo (un buen ejemplo de cómo la sociedad berciana vive instalada en la mentira) ha servido para constatar que las propuestas de actuación del equipo de gobierno. aparte de añejas (el modelo nació en el año 2005 en la ciudad de San Francisco), muestran que son incapaces de re-imaginar y rediseñar el espacio público de una pequeña ciudad como Ponferrada.
Sin embargo, se han gastado 20.000 euros en un proyecto que, similar, algún que otro bar de la ciudad ya lo había llevado a cabo. Eso sí, a finales de año esos espacios recuperados a los automóviles, por la iniciativa privada, aprovechando las secuelas del Covid, deberán ser levantados. ¿Por qué en vez de gastarse esos 20.000 euros no desarrollan una legislación local y dotan al urbanismo de esta ciudad de instrumentos de planificación que permitan mejorar el espacio público urbano, recuperando las calles para la gente? ¿Que tendrá que ver un municipio como Ponferrada, con un fuerte componente rural, con conglomerados urbanos del tamaño de San Francisco, o Sao Paulo? Ciudades en las que más se ha desarrollado ese “urbanismo de guerrilla o táctico” que se camufla tras este tipo de actuaciones, actualmente desarrollado también en Barcelona. Solo desde el aldeanismo más acomplejado y cutre se pueden pensar semejantes soluciones para una pequeña ciudad -más bien un pueblo grande- como la capital berciana.
Solo desde el aldeanismo más acomplejado y cutre se pueden pensar semejantes soluciones para una pequeña ciudad
Después de casi tres décadas de gobiernos neoliberales que arrasaron con todo y convirtieron la ciudad en el cementerio que hoy es, estas son las ocurrencias de una izquierda que, carente de coraje y de ideas, deja constancia de que lo suyo son los trampantojos, no las transformaciones reales. Una vez más la política vacía, el imperio de lo efímero en la era de lo falso. Para la funcionarial y banalizadora izquierdita políticamente correcta que gobierna nuestro municipio, todo es puro tacticismo, ausencia total de una estrategia urbanística y de uso del espacio público; ¿van a permitir que se organicen allí botellones? No sería mal uso, si pusieran unos contenedores y unos urinarios al lado. ¿No son esos inventos pensados para que la gente se empodere y recupere la calle? Pero tal como tratan el tema de los botellones Cartón –el concejal carcelero– y sus boys, se desvela la paradoja de unos gobernantes que hacen del uso del espacio público un espejismo. Resulta sorprendente que una actividad que, como el botellón, practican en este país casi todas las personas cuando hemos sido jóvenes sin ningún conflicto, hayan terminado creando un problema de orden público donde no lo había. Son los resultados del sistema policial imperante.
Una vez más, no sé si más rabioso que indignado o más perplejo que sorprendido, también asistimos al recurrente despliegue de palabrería vacía sobre el tema de las infraestructuras ferroviarias y de autovías -la A76-, que siempre produce, entre los agentes sociales y políticos del Bierzo, los mismos efectos que la ingesta desaforada de calimocho. La perogrullada de los bercianistas, pidiendo que la inversión destinada al aeropuerto del Prat sea destinada, aquí, a esas infraestructuras, nos demuestra que, al margen de haberse quedado a vivir en el siglo XX –de esos tiempos son la mayoría de las propuestas que suelen hacer– los excesos etílicos, o de cualquier otra sustancia, de las fiestas patronales se deberían mear antes de abrir la boca.
El municipio de Ponferrada, el Bierzo en general, es un escenario ideal para lograr un lugar donde triunfe lo humano, pero la grandilocuencia e incompetencia de nuestros gobernantes y de los funcionarios que les asesoran, terminan convirtiendo la Comarca Circular en un decorado donde las gentes no somos más que meros figurantes. Ahí tenemos los resultados: la capital del Bierzo no es más que un decorado de cartón piedra que se cae a cachos. Una miseria urbana diseñada por una derecha que, con una ausencia total de ética y con la estética en paradero desconocido, convirtió la ciudad en el instrumento de acumulación de unos pocos.
El tripartito ha dado ya muestras suficientes de que solo tiene intención de gestionar esa miseria, sin molestar demasiado a los auténticos amos de la ciudad y dando tiempo a que vuelvan los genuinos representantes de esta reaccionaria sociedad. Mientras, el polvo que levantan las trifulcas políticas impide debatir, en su justa medida, la trascendencia de los hechos que las generan.
Así, una y otra vez, Encina tras Encina, año tras año, estos especialistas en tópicos consumados que nos gobiernan nos alejan de las estaciones que conducen al futuro, y nos hacen retroceder, como en las pesadillas nocturnas, por un páramo inacabable. Los miembros de la industria de la representación política sólo tienen un principio político: nunca lleguemos a estación alguna donde ellos no controlen la taquilla.
Comienza el año político pero, les soy sincero, ya no me reconozco en el futuro, demasiadas tormentas perturban los que han sido mis fundamentos políticos y sociales más estables, que han pasado a convertirse solo en confusión y perplejidad ideológica. El horizonte de esperanza parece haber retrocedido, ya no se percibe ningún sueño colectivo nuevo y soy incapaz de encontrar ninguna ventana al optimismo. Hasta hace poco, siempre parecía existir un lugar donde y desde el que luchar para que el mundo cambie. Hoy eso parece haberse terminado ante las urgencias de la lucha por la supervivencia.