[LA OVEJA NEGRA] Ante el colapso: auto organización y apoyo mutuo
GERMÁN VALCÁRCEL | A veces, en las reuniones familiares, observando a los más pequeños jugar, se me cae el alma a los pies, cuando pienso -sé- lo que les espera: un colapso que no se imaginan, donde abundaran guerras por los recursos, desplazamientos de millones de personas, ingentes cantidades de chatarras, posiblemente inservibles, y de tierras contaminadas, escasez de agua y energía, poca comida y altas posibilidades de que ninguno sobreviva más allá de su mediana edad.
En la actual fase -final- del capitalismo termo-industrial se va vislumbrando un escenario desolador: incremento de la pobreza y alienación, explotación y exclusión, pandemias cada vez más agresivas, descenso energético y ecocidio, descomposición social y jerarquización de clases. Ya no se puede resignificar más lo evidente: la civilización capitalista se rasga por sus costuras.
En estos tiempos de negacionismos de todo tipo, hay uno que tiene buena acogida en los medios masivos de difusión (manipulación), en los medios políticos y empresariales, y entre los clasemedianos de esta parte del mundo: el que niega las leyes de la termodinámica, el que niega la finitud y escasez de recursos en un planeta finito. Ese negacionismo es el que en cuestión de poco más de dos siglos ha servido para destruir vastas porciones del planeta hasta convertirlas en un desierto yermo. Sin embargo, ese negacionismo no es estigmatizado, ni criminalizado.
No es posible un capitalismo verde, como no es posible un león vegetariano. Lo que sí es posible (lo están haciendo) es maquillar el rostro inhumano y nada verde del capitalismo, con toneladas de maquillaje y máscaras para que parezca lo que no es, pero lo mismo que un león disfrazado de cebra no será nunca vegetariano, el metabolismo social nacido de un sistema que tiene su origen y crecimiento en la esclavización, exterminio, saqueo y el ecocidio, tampoco será nunca ni justo, ni verde, ni sostenible. No hay solución a la devastación de la naturaleza y a la explotación de los seres vivos dentro del mundo mecánico, mercantil y fosilista que hemos construido.
Sin embargo, nos siguen mintiendo sobre las causas profundas y sistémicas del problema, y negando lo evidente. Para los negacionistas de la devastación capitalista, lo importante es que nosotros -las opulentas, voraces e implacables consumidoras sociedades occidentales- sigamos en nuestra burbuja de “bienestar consumista”, cueste lo que cueste.
Fingir que preocupa el planeta -el medioambiente- se ha convertido en un nuevo negocio, tanto para el Capital como para la disidencia controlada. Basta una buena operación de propaganda a nivel mundial -Green New Deal o Transición ecológica y justa- que se vean símbolos previamente creados, dar visibilidad a esa disidencia controlada que no cuestiona los pilares ni el statu quo de las colonialistas sociedades occidentales y ya tienen en marcha el nuevo negocio. Pero la gangrena no se cura con tiritas, y obviamente la depredación del planeta no se frenará con los placebos que el mismo sistema ofrece para encauzar el descontento social hacia callejones sin salida.
Por eso no dudan en criminalizar y/o desprestigiar a todo ese espectro político-social, ese batiburrillo, ciertamente deshilachado, desorganizado y descoordinado (aunque la única disidencia real a este sistema), pero lucidamente consciente de la derrota histórica de las izquierdas estatalistas e institucionalistas, compuesto por la izquierda autónoma, libertarios, ecologistas radicales, decrecentistas, eco feministas y todo ese conjunto de precariados y excluidos que son conscientes que ya no son, como antaño, un ejército de reserva industrial al que podía recurrir el capital para ajustar salarios y derechos laborales a su gusto, sino simplemente gentes absolutamente prescindibles y desechables.
Las soluciones solo pueden nacer de abajo, de una propuesta radical que no espere que ningún consejo de sabios legitime
Pero, también, son personas que saben de rabias, indignaciones y dolores, de represiones y que no tienen intención de relativizar la profundidad de la derrota. Personas con suficiente vida, suficientes ideas, muchas ganas, conocimientos y bastante mala leche para decir: basta de tomarnos el pelo en nombre de la defensa de los intereses comunes y del medio ambiente.
Si algo está dejando claro, y al descubierto, la forma de actuar de los sectores reformistas del sistema es -al margen de que detestan la reflexión intelectual- su pobreza teórica y la evidente debilidad estratégica, ya que en lugar de tratar de imponer sus endebles axiomas, podrían optar por debatir, por argumentar y contrargumentar, por tratar de convencer (nada han aprendido de la tremenda derrota político-cultural ante las derechas) Pero no. Solo tratan de imponer y de mantener sus chiringuitos, su “activismo emprendedurista” y su “representantismo” bien remunerado.
En su endeble tinglado teórico, por cierto, tremendamente clasista, están por un lado (arriba) las personas brillantes, mesuradas, prudentes; y por otro lado (Y abajo) la masa oscura, ignorante, arrebatada, y provocadora. Del lado de allá: los prudentes y maduros usurpadores de la representatividad, del lado de acá: las minorías violentas representándose solo a sí mismas.
Creo sinceramente que no les interesa, ni tienen intención de debatir en serio. Y no solo porque carecen de argumentos de peso, pretenden convencer con consignas, sino porque la realidad es que no tratan de cambiar nada de fondo, solo salvarse ellos mismos. Resulta hasta cómico ver como hacen malabares para hacer que defienden el medio ambiente y luchan contra las injusticias y al mismo tiempo se dedican a cortejar y a hacer de gendarmes del pensamiento para los poderes políticos y económicos que las generan. La vocación de mamporreros del poder y de policías del pensamiento le sienta bien a toda esa chatarra que se esconde tras el reformismo político-social. No en vano ellos son los buenrrollistas prudentes, eso sí, hasta que les sale la patita “fascistilla” que llevan dentro.
Pero por mucho que les pese, es el heroico esfuerzo que pequeños colectivos asamblearios desarrollan, a lo largo y ancho de la Península Ibérica, para sustraerse de la lógica totalitaria del capitalismo y de su organización político-social, el Estado, el germen del pensamiento radical. El futuro, el único futuro posible, saldrá del pensamiento radical. De los que tratan de organizar la resistencia al margen del Estado. De los empecinados en que no haya una democracia dedicada a administrar la amnesia a conveniencia, una democracia donde no nos dejan elegir qué es lo que tenemos que olvidar.
Hay soluciones, pero solo pueden nacer de abajo, de una propuesta radical que no espere que ningún consejo de sabios les legitime, es decir soluciones plurales, incluyentes, participativas, nada que ver con convertirnos en comparsas de sus decisiones, ni en coro de loas a sus mentiras, o medias verdades. En vez de alentar un debate serio y profundo, los reformistas, ya sean desde partidos políticos o desde colectivos sociales, piden silencio, o intentan acallar, y se nos impele de nuevo a apoyar a quienes nos persiguen, a quienes justifican la represión, a quienes consideran desechos todo lo que no es sumarse a sus planteamientos.
Ya nos avisaba Eduardo Galeano en Ventana sobre las dictaduras invisibles: “La libertad de elección te permite elegir la salsa con la que serás comido”.