[UNA HABITACIÓN AJENA] Perder la razón
¿Y qué si nos volvemos locos? Nos recuperaríamos si no nos persiguieran, exiliaran, aislaran o recluyeran.
(Kate Millet, Viaje al manicomio)
La locura no se puede encontrar en estado salvaje. La locura no existe sino en una sociedad, ella no existe por fuera de las formas de la sensibilidad que la aíslan y de las formas de repulsión que la excluyen o la capturan.
(Michael Foucault, Historia de la locura)
Pero en la salud ha de mantenerse la pretensión de cordialidad, y el esfuerzo renovado: comunicarse, civilizar, compartir, cultivar el desierto, educar al nativo, trabajar juntos día y noche. En la enfermedad cesa esta simulación. En cuanto nos vemos obligados a guardar cama o a reposar entre almohadones en un sillón y alzamos los pies unos centímetros sobre el suelo en otro, dejamos de ser soldados del ejército de los erguidos; nos convertimos en desertores. Ellos marchan a la batalla. Nosotros flotamos con las ramitas en la corriente; revueltos con las hojas muertas en el prado, irresponsables e indiferentes y quizá por primera vez en años capaces de mirar a nuestro alrededor, alzar la mirada y ver, por ejemplo, el cielo.
(Virginia Woolf, De la Enfermedad)
NELLY BOXALL | Cada época tiene su afán y el de la que venimos denominando Modernidad ha sido, y lo es también en su versión “pos”, patologizar -cuando ya no es posible la criminalización- todos aquellos conatos de disidencia, inadaptación o rebeldía ante el sistema capacitista (léase capitalista) del que formamos parte. Esta gran prisión en la que hemos convertido el mundo, domestica y doma individuos para que funcionemos como un reloj en cautividad y, mientras que la Etología dice que la solución a las estereotipias en los animales -tanto domésticos como salvajes- que sobreviven en cautividad y enjaulados, no consiste más que en el enriquecimiento ambiental como mínimo y dejar de encerrarlos como aspiración, ¿qué nos ofrece la franja histórica de mayor progreso intelectual y tecnológico para los efectos de una vida entre barrotes sobre los humanos? Más lugares de encierro, farmacopea y discípulos de Paulo Coelho como gurús de la superación personal a través de, por ejemplo, talleres ocupacionales. La última ocurrencia ha sido lo que ya se viene denominando la uberización de la psicología, me explico, ahora podemos ir a llorar las penas a La Llorería al son del lema “Entra y llora”. Por lo visto, no son suficientes todas las drogas que amablemente nos dispensa nuestro sistema de salud para aplacar lo que en gran medida no es más que inadaptación a una sociedad esquizoide y frustración e impotencia ante la desigualdad, la precariedad y la injusticia. Me pregunto a dónde irán a llorar los y las psicólogas que atienden ahí por menos de diez euros la hora. Como sociedad hemos alcanzado, con este hito, el principio de Peter colectivo y el nivel de incompetencia para lograr una vida digna de ser vivida y para proponer soluciones difícilmente puede ir a más; qué difícil está resultando colocar el excedente de una universidad que se ha revelado como el paraje donde desovan los salmones, y mueren. Espero ansiosa a que alguien se lance a montar un chiringuito que se llame “El detonador”; me parece más práctico y otorga de una capacidad de agencia de la hostia a los pacientes. Ven tú y háblame de empoderamiento.
«No viviremos presas entre cuatro paredes pero vivimos presas en una ciudad entera, bajo el dominio absoluto del totalitarismo del mercado que nos tiene muertas en vida echando diez horas de trabajo de camareras o de becarias, soportando explotaciones y vejaciones, robándonos las ganas de vivir, de follar e imponiendo que solo nos relacionemos entre nosotras a través del dinero» (Lectura Fácil, Cristina Morales)
Por supuesto que nadie cuestiona a estas alturas la existencia de trastornos mentales que causan un enorme sufrimiento a la persona, como tampoco desconocemos que el DSM (Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales de la Asociación estadounidense de Psiquiatría) y la CIE (Clasificación Internacional de Enfermedades de la OMS) se vienen utilizando como catecismos y han de contar siempre con el beneficio de la duda, es imprescindible no olvidar que un diagnóstico en salud mental es, en muchos casos, una operación política (homosexualidad, transexualidad, lesbianismo, histeria, malestares de género, disidencias, TDAH,…) que neutraliza farmacológicamente mediante una patología a quienes pueden ser un elemento disruptivo en la sociedad. De la cárcel en nuestro país se sale, del diagnóstico no, y el estigma te perseguirá de por vida, cuando no te la condicione absolutamente (dependencia a fármacos, pérdida de libertad mediante el encierro en instituciones, incapacitación judicial, esterilización forzosa a mujeres, práctica esta última muy conveniente, a mi modo de ver, para barrer bajo la alfombra el abuso por parte de varones de la familia o del entorno más cercado de la persona enferma o discapacitada mental). Cuidadito con la familia y los seres queridos, o si no que se lo pregunten a históricas histéricas como Rosemary F. Kennedy, Camille Claudel, Leonora Carrington, Kate Millet, Sylvia Plath, las primas de Isabel II de Inglaterra, Britney Spears o la portuguesa de los primeros años del siglo pasado, Maria Adelaide Coelho da Cunha, cuya vida huyendo de un diagnóstico queda relatada en la película Orden Moral y donde los médicos (ellos, claro) dan cobertura “científica” al ejercicio del poder dentro del matrimonio por parte de los maridos, en esta ocasión fue la menopausia y sus “desórdenes” lo que justificó su encierro en un manicomio, contra su voluntad, por supuesto.
Deberíamos sortear la demagogia y dejar de sonreír bobaliconamente y aplaudir de forma acrítica cada vez que el poder anuncia medidas en salud mental y enterarnos de una vez por todas de por dónde van los tiros: las cuatro principales compañías privadas de salud mental en España, y que ejercen su actividad a través de conciertos con las administraciones públicas, tienen como accionista mayoritario o significativo a un fondo de inversión y tres de ellas pertenecen a grupos empresariales europeos cuya actividad principal es la gestión de geriátricos. El funcionamiento del modelo en los morideros de viejos y dependientes ya ha quedado patente tras la pandemia, a pesar de los esfuerzos de mucha gente por visibilizar la situación de las residencias de mayores ya desde muchos años antes, advertencias ante las que preferimos mirar hacia otro lado, porque nos convenía no ver, no sentir y seguir produciendo en la rueda. Cosas de la vida en cautividad.