[UNA HABITACIÓN AJENA] El borrado de las putas
No queremos un patronato de protección de las mujeres. Este feminismo victoriano, no. En realidad, los Gobiernos las prefieren víctimas. Buenas víctimas que encajen en su discurso bienpensante, fácil y caritativo, o en el peor de los casos delincuentes, pero nunca trabajadoras con derechos.
(Mamen Briz, Alianzas Rebeldes. Un feminismo más allá de la identidad)
Quien vive de contar muertas, no te quiere viva.
(Leonor Silvestri)
En la sociedad capitalista las mujeres siempre han tenido un acceso muy débil al sustento, siempre han necesitado vender su cuerpo. No comprendo la postura de aquellas feministas que aíslan la prostitución como una cosa particularmente degradante y no ver las miles de formas de degradación a las cuales las mujeres están sujetas. No lo comprendo, me parece que penaliza sobre todo a aquellas más pobres que son aquellas que han necesitado más recurrir a la prostitución. Por eso digo que en esta sociedad en la que todo se vende es peor vender tu cerebro, tu integridad moral e intelectual, no solo que una mujer venda su vagina.
(Silvia Federici. Entrevista en El País )
NELLY BOXALL | Lo prometido, al fin voy a darle una vuelta al tema de las putas. No esperen que hable de mujeres y niñas tratadas, traficadas y esclavizadas sexualmente, porque eso sería como intentar hablar de abolir trabajos tan necesarios como el de un funcionario, una concejal, un cargo de Naciones Unidas, una periodista, la Corona o un financiero de banca, porque existen trabajos esclavos en las plataformas logísticas de Amazon, Glovo, las kellys, las temporeras de la fresa de Huelva o la empleada doméstica de más de una teórica feminista, cuya misión es liberar a todas las desposeídas de la tierra para -a lo mejor- ponerlas a servir en casa, mucho más respetable, dónde va a parar. Pues eso, de algo hay que vivir. Al calor, tras los cristales de la Academia o de los despachos de los Ministerios, esos matices no se perciben y la próxima tesis, el nuevo libro o las elecciones lo merecen, todo sea por ellas, las mujeres oprimidas por las que tanto lucháis desde vuestras tribunas sin escuchar qué tienen que decir. Tampoco cuenten con verdades reveladas ni catecismos, vamos a pensar un poquito y advierto a quienes me lean que vengo del mundo abolicionista, esa parte del movimiento que devino secta.
Hoy día en nuestro país, el ejercicio de la prostitución no es ilegal, tampoco es legal, es un limbo que desposee a las mujeres que deciden hacer señores (Sra. Rius dixit) de cualquier tipo de existencia profesional y social. De ahí la reivindicación de este colectivo para que se reconozca la prostitución como trabajo, porque mal que nos pese el trabajo en nuestra sociedad nos dota de respetabilidad y de “papeles”, ya sea para el médico, para el crédito, para la residencia o la nacionalidad, para optar a un contrato de alquiler, para una futura pensión, para becas de estudios, colegios, guarderías… Ah ¿que no se les había ocurrido que la gran mayoría de las putas tienen hijos e hijas o se hacían viejas? Pues sí, y cuántas veces cuentan (cuando se las escucha de verdad, sin prejuicios y sin intención de instrumentalizarlas) que entre estar de cajera diez horas por apenas ochocientos euros mensuales y hacerse un par de señores al día, pues se quedan con los señores puesto que les permite flexibilidad horaria, mayores ingresos y poder estar con sus criaturas y atenderlas, sin esclavizar a otra mujer. Vaya, vaya… eso las de APRAMP (Asociación para la Prevención, Reinserción y Atención de la mujer prostituida) no lo cuentan, atareadas están recibiendo subvenciones y ofreciendo una vida mejor a las putas rescatadas a través de la confección de vestiditos para regalarle a la reina republicana de corazones y explotando a sus empleadas. Huele a Sección Femenina desde aquí, bien apuntalada por unos Servicios Sociales siempre alerta por el bien de las infancias, cuya solución para todo es enviar a las criaturas a centros de menores… Así es como entiende el sistema la reducción de daños, vaya tela. Del asunto de los papeles bien sabrá el colectivo LGTBIQ+ a propósito del matrimonio entre personas del mismo sexo, a ver si piensan que todo es por amor y tal. Son derechos, señoras y señores, salvoconductos para herencias, pensiones, asistencia sanitaria, que no te eche de tu casa la familia de tu difunto marido o mujer porque no eras nada… esas cosas sin importancia de la vida material que, en la mayoría de las ocasiones, marcan la diferencia entre una mala vida y una vida soportable. Pero qué bonita queda esa mani por las putas sin putas… la causa como príncipe azul. Mientras, ellas, pasándolas putas.
¿Y qué hay de eso de que sin prostitución no hay trata? Soy la primera a la que el trabajo, cualquier trabajo, le parece un horror. La mala noticia es que tanto a ti, como a mí y a la puta de quien nos atrevemos a hablar (que a una puta le den espacio en los medios es bastante difícil, salvo que sea una buena víctima exputa) no nos ha tocado el apellido Borbón, Fitz-James Stuart, Ortega, Falcó, Botín, Ulibarri o Martínez Núñez Koné, esa casta y sus secuaces cuyas chachas deben escuchar cosas como en Navidad la chica come lo mismo que nosotros, esta chica nunca ha sabido cuál es su lugar o hay que ver lo espabiladas que salen las chicas de la montaña. Lo de heredar las prendas de marca de hace diez temporadas (esta blusa está como nueva) o que tus jefes anulen los termostatos de la calefacción durante las horas que no están en casa mientras tú sigues allí trabajando con un buen forro polar, son ya clásicos de ayer y hoy de una burguesía más de intención que de bolsillo. Recuerdo el día en que me pilló una tormenta desde el autobús a mi trabajo, sin paraguas, y se me ocurrió secarme el pelo con el secador de la jefa… ahí sí que me cayó un buen chaparrón. Yo puedo tocar su ropa interior para lavarla, quitar los orines de la taza (cuando no cosas peores), cambiar pañales de grandes y pequeños, pero no puedo usar SU secador para no pillar un catarrazo (¡¡y sin calefacción!!). Díganme ahora, con la mano en el corazón, si comerse unas cuantas pollas proletarias es tan indigno… no sé, al menos das placer a otro oprimido y te llevas unos cuartos. Aguantar comentarios vejatorios, esquivar la mano o la mirada del marido aliade, lavar las bragas y los gayumbos de los buenos patrones por una miseria, para mí es terrorífico y denigrante. Haneke aún no ha hecho esta película y está tardando en sacar la secuela del señorito Iván. Mientras tanto pueden leer, si no lo han hecho ya, Las Criadas de Jean Genet.
Pero lo mejor viene ahora. En los entornos feministas más mediáticos hay una cosa que siempre me ha llamado la atención y es el mantra de que la figura de la prostitución le hace el caldo gordo al patriarcado y perjudica al conjunto del sujeto mujer, por la percepción que de las mujeres como objeto consiguen las putas a través del ejercicio de su profesión, son responsables de que nos vean como meros objetos sexuales a todas, qué majas pidiendo excelencia a las demás, como si el matrimonio y la maternidad deseada no lo consiguieran cada día, encarnando cada una de nosotras voluntariamente y como forma de realización personal un modelo de mujer tarifa plana por amor que nos perjudica prácticamente en todo. Y a las que contáis con chica que “os ayuda”, estadle agradecidas por su colaboración para mantener vuestro estatus de pareja bien avenida, porque gracias a ella os evitáis interminables negociaciones y daros de bruces con la realidad de vuestras casas. Hay que tener mucha cara dura o mucho desconocimiento para afirmar, y con rotundidad, que la existencia de las putas ayuda a perpetuar el patriarcado. No hace falta calentarse tanto y mientras llega el macho deconstruide la situación es muy simple: ellos van a follar cuando les apetezca sí o también, y pensar otra cosa es vivir en un mundo paralelo y para lelas, no hay aliade que valga. Como ejemplo, el modelo abolicionista nórdico no ha hecho más que desplazar la demanda hacia mujeres en terceros países, debido a las sanciones a clientes en suelo sueco. Compran sexo, pero en otro sitio y a otras mujeres, probablemente aún más empobrecidas. Punto.
Y ya en territorio patrio, lo que han conseguido la ley Mordaza y la recuperación de la tercería locativa es una mayor precarización de las putas, perseguidas y obligadas a una mayor clandestinidad, desalojadas del centro de las ciudades hacia el extrarradio, lo que amplifica su vulnerabilidad. Cualquier arrendador puede ser acusado de proxenetismo, imagínense la odisea para encontrar vivienda de estas mujeres o verse expuestas a prostituirse en su propio domicilio… y como esto no era suficiente, desde altas instancias -donde se ejerce otro tipo de prostitución de tintes bien distintos y con graves consecuencias para toda la sociedad- había que sacar una ley muy mediática y ruidosa como es la del «Solo sí es sí», por la cual se mantiene a las putas como mujeres y ciudadanas de segunda, puesto que su consentimiento no sirve para nada: abre la posibilidad de encarcelar a las mujeres vinculadas al entorno del trabajo sexual. Siendo proxeneta quien “se lucra explotando la prostitución de otra persona aun con el consentimiento de la misma”, la modificación propone una ampliación del concepto de “explotación” a “cuando exista aprovechamiento de una relación de dependencia o subordinación”. De esta manera podrían ser denunciadas las trabajadoras auto-organizadas que comparten un piso si se considera que existe dependencia o subordinación si alguna de ellas, por ejemplo, es inmigrante y carece de documentación. Podría denunciarse también como proxeneta a cualquier persona implicada en la realización del trabajo sexual (servicios de seguridad, higiene, transporte, etc.). Por tanto, mientras el Anteproyecto pretende poner en el centro el consentimiento de las mujeres, se anula y criminaliza el consentimiento de las trabajadoras sexuales. Las izquierdas se están cubriendo de gloria. Pedro, Irene… dónde quedó aquello de #NingunaMujerDesprotegida del Plan de Contingencia contra la Violencia de Género que rezaba “tendrás derecho a un Ingreso Mínimo Vital si lo necesitas, también si te encuentras en situación administrativa irregular”. Aún se distingue el humo desde aquí y cuentan las afectadas ¿qué puta puede presentar que ha estado cotizando el año anterior si no se me reconoce como trabajadora? A esta situación lleva la criminalización. El castigo a la pobreza por no entrar en los cánones de buena víctima. Gracias que se organizaron entre ellas y crearon el Fondo de Emergencia para las Trabajadoras Sexuales para paliar los devastadores efectos del confinamiento; tenemos representantes políticos para parar unos cuantos trenes y toda una estructura burocrática y administrativa, pero cuando pintan bastos tiramos de autogestión y solidaridad hasta que comience el deshielo. Un dato al Presidente y Ministras de Igualdad y Trabajo: la gente acostumbra a comer a diario, aunque sea una vez y carecen de asignación para gastos de protocolo y representación. Una de las consecuencias de no tocar el suelo con los pies, es que cuesta mirar hacia abajo y comprobar que ni ha habido ni existen alternativas REALES de empleo para quienes deseen abandonar el ejercicio de la prostitución. Y a quienes cantan a coro el trantrán “está detrás el lobby proxeneta” cada vez que se habla de derechos para las putas, decirles que manzanas traigo.