[UNA HABITACIÓN AJENA] Efectos adversos
Cuando el estado de excepción se convierte en la regla, entonces el sistema jurídico-político se transforma en una máquina letal.
(Giorgio Agamben. Estado de excepción)
Eso es lo que significa la palabra emancipación: la alteración de la frontera entre los que actúan y los que miran, entre individuos y miembros de un cuerpo colectivo.
(Jacques Rancière. El espectador emancipado)
El capitalismo avanzado y sus tecnologías biogenéticas generan una forma perversa de lo posthumano. El fondo de dicho capitalismo consiste en el radical cercenamiento de toda intención humana y animal, desde el momento en que todas las especies vivas son capturadas en los engranajes de la economía global.
(Rosi Braidotti. Lo Posthumano)
NELLY BOXALL | Una de las consecuencias del modo de conducción de esta pandemia por parte de los organismos internacionales, los poderes públicos y los medios de comunicación, está siendo la expropiación de agencia a los cuerpos y sujetos, dada la facilidad con que entregamos nuestra autonomía y libertad bajo la inercia del miedo, la indolencia y la absoluta falta de sentido común. Para echarse a temblar son las declaraciones del macho alfa reciclado en contertulio posicionándose a favor de la vacunación obligatoria que, en una maniobra de prestidigitación y dando uno de los giros demagógicos a los que nos tiene acostumbradas, tacha de marxista al exministro Margallo por la coincidencia de criterio entre ambos en este aspecto, sin caer en la cuenta de que algunas sabemos que la esposa de este señor juega en el equipo de la farmacéutica Glaxo Smith Kline-GSK, que tiene previsto la salida de su vacuna a final de año. Pero intereses aparte, el simple hecho de apoyar públicamente la obligatoriedad en la administración de unas vacunas que incorporan una tecnología no utilizada hasta el momento en el campo de la ingeniería biológica y cuya administración se autorizó de urgencia por no proceder su aprobación al carecer de los requisitos exigidos para cumplir todas las fases de experimentación, queda un pelín fascista, por eso Carmen Calvo tiró del freno de mano y les recordó que formando ella parte del Gobierno se había llevado a cabo algo parecido con los estados de alarma y salió mal. Por no ser no fue ni legal, como para ser legítimo.
Por este motivo me resulta interesante, en un entorno donde predomina la política de hechos consumados, abordar esta cuestión desde el prisma de la legitimidad y no exclusivamente desde el de la legalidad, dado el salvoconducto por el cual viene siendo costumbre dotar de armazón legal tanto a las simples ocurrencias como a medidas de un calado bastante más peligroso y torticero, que encuentran en la vía de la urgencia la grieta por la que colarse y, si se lo permitimos, sedimentar. No está de más preguntarse de qué legitimidad goza tratar de imponer la administración de estas vacunas por la vía de apremio, cuando aún se desconoce la mayoría de efectos adversos que se han venido confirmando por los propios profesionales y pacientes: trombosis, ictus, importantes alteraciones en la menstruación, miocarditis y pericarditis, abortos… no hay más que echar un vistazo a los datos del VAERS (sistema para reportar reacciones adversas de todas las vacunas) para que nos asalte una duda razonable, cierta desazón que se ve incrementada cuando constatamos que se trata de un registro voluntario donde apenas se declara un dos por ciento de la totalidad de efectos adversos de las vacunas, según los expertos. No obstante, a pesar de la falta de garantías sobre la inocuidad de estos fármacos sobre nuestra salud, todas hemos valorado el binomio riesgo-beneficio a la hora de decidir vacunarnos o no hacerlo, siendo precisamente aquí donde se nos caen los palos del sombrajo: el encontrarse vacunado con la pauta completa no impide contagiar ni contraer la enfermedad, apostándose las bigpharma su éxito -casi en exclusiva- a una reducción de la gravedad de los síntomas y una menor mortandad en personas vacunadas, quedando así desmontado el argumento publicitario del supuesto altruismo frente a las personas más vulnerables, enfermas crónicas, ancianas, etc. Pero tanto si te has vacunado por altruismo como por el propio temor a enfermar, las cifras cantan y son tozudas, aunque se le escurran entre los dedos a una Secretaria de Estado de Sanidad, epidemióloga para más señas, más proclive a fiarse de los comentarios de los consejeros de Sanidad que a dar cifras -a la fecha de cierre de este texto- de ingresos hospitalarios por covid desagregadas entre personas vacunadas y no vacunadas. Entendemos que no habló con el consejero del Principado de Asturias, donde el ochenta y cinco por ciento de ingresos por coronavirus son de personas vacunadas o con el gallego, en cuyo territorio tres de cada cuatro personas hospitalizadas por covid están vacunadas. A esta eminencia ministerial también se le ocurrió la idea de crear un registro de personas no vacunadas, ocurrencia que tuvo que desmentir apenas unos días más tarde una de sus peones en el ministerio, la directora de la Agencia Española del Medicamento. En eso consisten los cargos la mayoría de las veces, te pagan para dar la cara por gente aún más inútil que tú. El próximo sapo será más fácil de tragar, todo es acostumbrarse y deshacerse de la mala conciencia. De las decisiones de este tipo de gente depende que se obligue o presione para vacunar a niños y niñas, franja de edad para la que no existen ensayos clínicos, como no han existido ensayos clínicos previos en embarazadas. Miedito.
Este es el panorama a punto de finalizar el segundo año de pandemia, hallándonos en pleno debate inducido sobre la procedencia de exigir el famoso pasaporte o certificado covid para recuperar la movilidad en el espacio Schengen, cuando en realidad es una limitación a la libre circulación de personas y un apartheid sin complejos y sin base científica, puesto que se puede dar -que se dará- la paradoja de que una persona vacunada pero infectada pueda subirse a un avión frente a otra no vacunada y perfectamente sana que se queda en tierra. El gobierno del País Vasco lo ha intentado y los tribunales le han dado calabazas… veremos cuánto aguanta el dique que nos otorga el Derecho las embestidas de este tsunami de despropósitos, como en su día fue la pandemia de la gripe A, sobre la que -a posteriori- pudimos conocer casos de corrupción dentro de la OMS, donde sus propios expertos en gripe A cobraron de las dos farmacéuticas que vendieron los fármacos contra el virus. Y aunque este organismo nos pilla algo “lejos”, no lo hacen los propios responsables del ministerio de Sanidad en aquellos años, que autoevalúan como exitosa su gestión durante la mencionada gripe en el libro firmado por el entonces secretario general de Sanidad, José Martínez Olmos, ¿Qué pasó con la gripe A? Todas las claves de la pandemia contadas por los protagonistas, donde escasea la autocrítica y sobra el elogio vacuo y almibarado. La crisis se solventó a golpe de talonario, adquiriendo 37 millones de dosis de una vacuna inútil y el antiviral Relenza para 12 millones de casos a ¡oh sorpresa! GSK. ¿Y saben con quién se casó Glaxo Smith Kline a finales de 2018? Con Pfizer. Bienvenides al mundo real.