Pero otro día hablaré de esos libros cuya lectura arruinó nuestro futuro para siempre inclinándonos a la incomodidad de una comunicación condenada a la desconfianza…
Hoy quiero hablar del mundo tal cual es, o sea: del contexto.
— Del paisaje… — supone Pangur.
— Lo que sea.
Leo en la prensa local: «Sacrifican en la calle a una res que huyó del remolque cuando se dirigía al matadero de Toreno». Podían simplemente haberla apresado y devuelto al matadero, pero no, por lo que sea la sacrificaron. Si uno lee la noticia más atentamente se dará cuenta de que la res no fue sacrificada, sino asesinada, y no de forma impersonal sino por alguien muy enfadado, por alguien que hizo de su incapacidad para controlar la situación una cuestión personal (oprobio) y cuando, tras torear a su asesino durante un rato, la vaca (llamemos a las cosas por su nombre) cedió por fin e ingenua y mansamente se puso a tiro (afrenta), este le pegó dos: a la cara. Así es el mundo, lo demás quijotadas.
— Pues sí señor, y a mucha honra.
Leo también que, aprovechando el obligado silencio de Oscar Wilde (y similares) y la muerte certificada de la crítica de cajón, «Jeff Bezos ha vuelto a la carga con una propuesta tecnoptimistacon la que pretende resolver el cambio climático: atenuar la luz solar para enfriar el planeta». Algo así como darle una armadura al bebé foca para que no lo mate a golpes un representante del lumpenproletariado.
De nuevo en la prensa local: «El Ayuntamiento pide disculpas a la ventrílocua Celia Muñoz«. El ayuntamiento de marras (para llamar a las cosas por su nombre) era el de Ponferrada y el asunto (contexto, paisaje o lo que sea) que el presentador del acto (la publicación dice, textualmente «la persona», delatando su pelaje a través de la ocultación de sexo) «verbalizó subido al escenario» que si la mencionada ventrílocua era capaz de eso con la boca cerrada, de qué no sería con la boca abierta. No pasa nada, «la persona» ya ha expresado su arrepentimiento por la mala interpretación de sus bienintencionadas palabras. Vale, no seamos quijotes.
Un investigador estadounidense (léase: no cualquier mindundi) ha asegurado que los sueños sirven para no aburrirnos y pensar mejor. Personalmente, tengo sueños divertidísimos (pero divertidísimos, despiporrantes) hasta el punto de que hay noches que no le dejan dormir a Raquel.
— ¿Pero de qué te ríes? — pregunta un poco aturdida.
— No me distraigas, sigue durmiendo — responde mi ventrílocuo interior.
No estoy seguro, empero, de que estos sueños míos contrapesen aburrimiento alguno o mejoren en algo mi caótico pensamiento. Lo que sí sé que me sirve para una cosa y la otra es leer. Que a quien lee lo conoce uno por sus obras y a quien obra sin lectura por los moratones que tratarlo le dejan en el lomo.
— Y por lo orgulloso que está.
Claro: un gato tiene siete vidas (eso cree) y no necesita leer más que a Ruiz Zafón para caer de pie (eso cree) entre los filósofos.
— Pues una cosa te advierto: si no les dejan cazar tórtolas, ni lobos, acabarán yendo a por ti.
— Ya, y a por ti.
— No tengo tantas vidas, no les va a dar tiempo.
Les va a dar tiempo a terminar de construir esa victoria de la ignorancia que añoran, sumándose y jaleándose sin fisuras en su anhelo de superioridad. Como muestra un botón: han aparecido en este artículo, al menos, cuatro personas que no han leído El Quijote y tienen infinitamente más poder e influencia de la que usted conseguirá nunca, y eso que es breve (el artículo). Imagínense lo que pasa en el contexto (y conozco bien el contexto; aunque voy sólo por la tercera dosis: ya les contaré).