[UNA HABITACIÓN AJENA] Un rescate, una invitación y un gozo
Yo me empeño en penetrar vuestro tiempo, por varias razones: la más egoísta porque el mío me fue arrebatado. Mi tiempo no fue y no se resigna -no es que yo no me resigne, sino que es aquel tiempo, como el genio de Aladino encerrado en una vasija, el que no se resigna a no ser alguna vez-, no se resigna a la solución de continuidad; se empeña en llenar el hueco para llegar hasta vosotros. Es muy difícil que te hagas una idea clara de lo que representa para mí existir ahí, entre vosotros.
(Rosa Chacel. De mar a mar. Carta a Ana María Moix)
Un amor que no responde a ninguna falta o carencia y que se beneficiaría de la revisión y la crítica de toda una tradición occidental, la platónica, y de la reivindicación de otras, como la epicúrea.
(Michel Onfray. Teoría del cuerpo enamorado. Por una erótica solar)
Una mujer. Una biblioteca. El deseo
(Luna Miguel. La triple cópula. Prólogo del libro Saturnal)
NELLY BOXALL | Copulamos como quien va al supermercado a comprar precocinados; leemos tal cual devoramos hamburguesas en un fast-food; denominamos reflexión al instante que tardamos en subir una foto a Instagram o poner un tuit. Conducimos en automático, así no se puede y nos debemos algo mejor. Quizá por ello -y porque muchas personas ya sólo logramos asirnos a esto en lo que se ha convertido la vida parasitando otras vidas, otras cabezas- quiero invitarles a un rescate que me produce una alegría mu grande, verdadero gozo en un leguaje algo más ilustrado: el desenterramiento de la obra “Saturnal”, de mi admirada Rosa Chacel, que ha inaugurado la colección «Pensadores del futuro» dentro del ciclo homónimo promovido por el Espacio Fundación Telefónica, que con esta iniciativa pretende desempolvar retazos del pensamiento español del siglo XX -que lo hubo y de calidad- y hacerlos presente.
¿Y saben qué? Yo tampoco he leído Saturnal. Como con muchos autores, con Chacel sucedió que el leerla demasiado pronto provocó que la descubriera tarde, aunque nunca demasiado. A esta distorsión del momento propicio, creo importante añadir el olvido o borrado al que ha sido sometida su obra por parte de nuestro movimiento feminista, quedando diluida su figura en ese remedo de justicia retrospectiva que es la etiqueta de «Las Sinsombrero», amalgama de mujeres creadoras de distintas disciplinas dentro de lo que se denomina Generación del 27. Esta visibilización grupal era necesaria, sí, pero no suficiente puesto que a Rosa Chacel el Feminismo patrio nunca le ha reconocido la importancia y relevancia de la hondura de su pensamiento; el deslumbramiento que nos producen las reflexiones vertidas en cualquiera de sus textos; el afiladísimo sentido crítico puesto de manifiesto, por ejemplo, en la recopilación de ensayos literarios denominada “Los títulos”, prologada por Clara Janés, donde Chacel enmienda la plana a feministas canónicas como la francesa Beauvoir o la inglesa Woolf; que se atrevió con una obra tan incómoda como Memorias de Leticia Valle, a través de la cual descubrimos a una niña como sujeto de deseo y narradora de su propia historia íntima “Al poco tiempo empecé a observar la luz que atravesaba su camisa. Al inclinarse apoyándose en el brazo del sillón, la camisa se le ahuecaba un poco y dejaba ver la parte lateral de su torso, no el pecho sino el costado, donde se le marcaban un poco las costillas, bajo una piel que parecía dorada, entre la blancura de la camisa” o Saturnal, un libro sobre el sexo en la cultura clásica, los lazos afectivos y la filosofía del amor y en cuyo prólogo Luna Miguel le escribe a Cristina Morales -otra incómoda y torrencial- con entusiasmo “en este ensayo, Rosa Chacel devoraba, masticaba, digería y escupía toda la tradición amorosa, todo el pensamiento de los afectos y toda la filosofía del deseo a la que ella podía haber accedido en su tiempo. Me entusiasmó y me enfadó por partes iguales que, en realidad, al debate sobre la concepción del amor Chacel lo llamara «el problema del amor»”. Si algo debemos pensar y repensar las feministas es el dichoso problema del amor, y como sostiene la antropóloga Mari Luz Esteban en su “Crítica del pensamiento amoroso” debemos tomar distancia de nosotras mismas y de nuestra cultura social que constituye un régimen emocional concreto con su por qué y para qué, llevar a cabo un ejercicio de extrañamiento, desestabilizar la mirada, sin convertirnos en forasteras. Será por tajo.
Si bien las novelas de Chacel están «amasadas» con su propia experiencia y a través de su lectura intuimos al ser humano detrás de la escritora y pensadora, en mi caso la epifanía se produjo al descubrir su correspondencia con una jovencísima poeta y escritora Ana María Moix, recopilada en el libro “De mar a mar”. Sumergirnos en las sesenta y siete cartas que forman el epistolario a finales de los años sesenta de dos mujeres que no se conocían, dos generaciones distintas, a casi ocho mil kilómetros de distancia y cuya dimensión intelectual y calidad humana me parecen sobresalientes, es uno de los mayores regalos que podemos hacernos; leer sus reflexiones, consejos e intercambio de puntos de vista sobre la creación, la amistad, el deseo, la salud, la locura, el cine de la época, libros, el exilio, la distancia, el olvido, el aislamiento, la incomunicación, la precariedad, la habitación propia… supone un verdadero bálsamo en estos tiempos atribulados. Y amasado de vida está el prólogo de Luna Miguel, una vida de mujer del siglo XXI y, aunque cada época tiene su afán, es fácil descubrir los puntos de contacto con los de la vida de una mujer nacida en 1898, aunque muy adelantada a su tiempo. Luna Miguel le dice a Cristina Morales que ellas narrando son más cerdas que Chacel, a la que tacha de pulcra a la hora de abordar el deseo, el sexo, incluso los sentimientos. Demasiado cerebral. A la espera de la lectura inicial de Saturnal, en los textos de Chacel que conozco, yo no diría que predomina la pulcritud (qué horror de palabra, por cierto), más bien juega con una inteligente sutileza en lo formal que no hace sino revelarnos el inmenso apetito, el hambre y la voracidad de vida de la autora.
Retrato de Rosa Chacel. Timoteo Pérez Rubio 1925