[LA PIMPINELA ESCARLATA] Campaña gafada
EDUARDO FERNÁNDEZ | La campaña autonómica Mañueco la tiene gafada. No porque Pedro Sánchez se prodigue en múltiples actos en apoyo de las candidaturas socialistas por toda la geografía regional (más bien sería al contrario, tal como está el patio y el precio de la luz). Ni porque la amalgama de los partidos más pequeños termine por cuajar en no sé cuántas circunscripciones vaciadas, en la Castilla y León vaciada de la España vaciada, porque se vacían de actividad económica y gente, pero de candidaturas ni hablar. Resulta que Olegario Ramón era el arma secreta que Tudanca tenía preparada y no lo hemos sabido hasta los encontronazos de Fitur. Voy a confesarles que le he mandado al presidente de la Junta un mensaje con cuatro fotos y una exclamación. Las tres primeras fotos eran del alcalde Olegario Ramón con sendos ministros -o mejor ex ministros- que ya cité aquí en la Pimpinela de fin de año. El que fue de Transportes y movilidad y agenda urbana y líos del PSOE y cosas varias más, Ábalos el de la melodiosa voz y las ideas claras. Uno que ustedes no recordarán, porque ni los suyos recuerdan haberle hecho ministro, y el que lo recuerda lo lamenta, y que pasó por Cultura con menos relevancia aún que Màxim Huerta, el siempre recordado y añorado Rodríguez Uribes, que provocó un segundo Siglo de Oro de nuestras letras y nuestro arte. Y ese dechado de virtudes académicas para el que copiar en los exámenes era un síntoma de sana iniciativa personal del estudiante y no una falta, que viene a ser como incitar a los investigadores españoles a que copieteen al resto del mundo para reeditar eso tan hispánico de “que inventen ellos”, el Nobel Castells. Recapitulando: una foto de Olegario con Ábalos, otra con Uribes y otra con Castells y la pregunta ¿qué tienen todos en común? Y luego la foto de Olegario con Mañueco en Fitur y la leyenda ¿qué has hecho, insensato?
Seguro que Mañueco me permitirá el desliz de comentarles este mensaje, primero porque no cuento su reacción, que habrá sido encargar prudentemente varios ritos religiosos de cuantas confesiones se practiquen hoy en el mundo, para tratar de evitar en indefectible desastre, y segundo porque será bueno saber que haga lo que haga ya, lo tiene complicadísimo.
Claro que desde el punto de vista de la pura estrategia electoral, el encuentro con el alcalde de Ponferrada despeja dudas y les evita entrar en mayores disquisiciones sobre la táctica a seguir. Desde este momento, lo de menos es todo asunto sanitario en la comarca, la posición de la Junta en relación con la reactivación industrial o la pasta que se vaya a gastar en carreteras diversas. Mucho menos aún, quién vaya en la lista o haya ha dejado de ir en ella. Pase lo que pase el 13 de febrero al abrirse las urnas en el Bierzo y hasta en Massachusetts, el resultado ya no será imputable a Mañueco, sino al malhadado encuentro de Fitur.
Como para que el presidente de Renfe se hubiera entretenido algo más de tiempo con Olegario Ramón. Y porque no tuvo ocasión de salir zumbando en la dirección opuesta a mayor velocidad que el AVE que no veremos en El Bierzo. Es comprensible, por una vez yo lo disculpo y les pido a ustedes benevolencia para entender ese gesto, que no habrá sido porque al de Renfe le importe un bledo la inmovilidad de los de aquí. Miren que tiene claro todo lo que va a hacer para que tardemos una hora menos en tren de Ponferrada a León y a Madrid, para que vayamos más seguros por el Manzanal (que no es arreglar las vías, sino echarle la culpa al presidente de Adif), para que recuperemos las frecuencias que los socialistas han quitado en todas direcciones y para que finalmente tengamos alta velocidad en vía doble (recuerden ustedes que cuando se pensó vía única ya nos dijeron los de aquí que era un tren de segunda para gente de segunda). Para una vez que el presidente de Renfe lo tiene todo previsto, no lo puede contar por el natural yuyu que le produce el encuentro con el alcalde de Ponferrada.
Lo dicho, eso ya no hay quien lo arregle y las encuestas de esta semana ya han empezado a pronosticar el desastre para el PP, rebajando la euforia desde la cercanía de la mayoría absoluta a una tímida mayoría suficiente apuntalada por Vox, que como puntal tiene más complicaciones que yo como compañero de escalada. Aunque decía Umberto Eco que la superstición trae mala suerte (aprecien ustedes el chascarrillo en la paradoja), aquí políticamente la trae otro. Advertidos están.