[LA CAMPAÑA DEL RIF] El desembarco del protectorado
AB EL-KAIN | He seguido esta campaña electoral, concurrida de mantenidos y escasa de aplaudidores, con interés por acopiar el combustible que alumbre, otra vez y en un momento crítico, la desvergüenza que con el Bierzo tienen todas las formaciones políticas de ese reino de las tinieblas rebautizado como Sicilia y León.
Con la autonomía convertida en el termómetro electoral de los padecimientos nacionales, nuestro ictus casero se ha quedado sin ambulancia porque a los profesionales de la política les interesa solo el mogollón que sale en la tele, antes que preocuparse por la suerte de un moribundo que si las palma libera una plaza en la UVI.
Vamos a dar por bueno el empacho de trivialidades y tonterías, no por enseñarnos algo útil sino porque confirman que las meninges de estos salvadores se cuelan entre el corindón y el diamante en la Escala de Moss. Sin eufemismos que confundan, no tienen ni puta idea del Bierzo y menos aún de las soluciones a sus problemas.
Es curioso ver como esta tropa que se pelea por el voto de un pensionista de la Bustarga han pasado a convertirse en los cien mil hijos de Martín Villa, imponiendo el peor de los centralismos que es negar la lógica de la geografía para defender con uñas y dientes las rayas de un plano que les garantiza el sustento.
El debate de los candidatos provinciales ha revelado lo rancio de su ombliguismo cazurro que sueña con ajustar cuentas con Pucela, más allá la nada. Al Bierzo se le ignora, no se le mencionó ni una sola vez de refilón; estaban todos menos Canca del CB-BEX, al que se evitó como si fuera un súbdito congoleño. Este es el percal que se nos ofrece, empeorando a sus fotocopias italianas.
El gondolero de UPL, ni un pensamiento más allá del electro plano; la piccola sociata recitando lo que enlata Ferraz a sus ventrílocuos; el señor de Vox con sus fijaciones: deporte, patria y provincia; Suárez-Quiñones, impávido, tragándose el marrón de Mañueco; Sixto estaba, pero como una cabina telefónica que no se notaba; y Amigo de despedida, la de más talla, cantando el friends for life.
Poco que añadir de esta panda de cazurros que llegaron con su cansina matraca prêt-à-porter de regadíos, reindustrialización, A-76 y agroalimentación; callando lo que de verdad les pide el cuerpo y que tanto privaría a sus señoritos mesetarios: infantería, artillería y caballería con esos levantiscos pelmas bercianos.
Ni por equivocación u oportunismo a ningún paracaidista leonés, pucelano o madrileño, le ha interesado profundizar en el más grave de los problemas que nos amenaza. No se ha alzado ni una voz culta y sensible en esta mierda de campaña llamando a la cordura antes de cargarse la esencia de nuestra tierra, que es su naturaleza.
Estas cosas pasaban desapercibidas cuando los desaprensivos las provocaban lejos, pero esta locura es aquí y ahora delante de sus narices y con el patrocinio demente de sus partidos. Las elecciones regionales reafirmarán lo sabido, que les importamos un pito y que tenemos que defendernos solitos.
No vamos a ponernos nosotros mismos la cáscara del plátano para resbalar con comparaciones coloniales, pero alguna otra figura de sumisión vicaria hay que buscar para asimilarla a la postración que soporta el Bierzo desde que nos metieron en este barco negrero del pendón púrpura y carmesí.
A todo desastre sigue un desembarco sin que, más allá de la mera exhibición de poderío, venga a poner un remedio perdurable al mal causado. El vivido marca época, como si la suerte de occidente se jugara en nuestro pequeño mundo. Desde Mañueco menguante a Tudanca creciente, desde Bambi ocurrente a Abascal tronante; desde Monedero venezolano a Luis Mariano rampante; desde Igea apocalíptico a Feijóo de neopreno sin mojarse, y de postre a medio Consejo de Ministros visitando con Olegario el castillo.
Con semejante despliegue de personalidades protectoras, el Bierzo debería convertirse a partir del lunes en un paraíso con casitas de chocolate, montañas de nata, ríos de miel y con ciudadanos considerados, prósperos, sanos y felices. Pero pueden apostar a que tras este paréntesis de pirotecnia electoral la única realidad que nos espera es el infame y repugnante olvido de los vertederos.
Un desastre y un desembarco consolidaron un protectorado, que es en lo que han convertido al Bierzo. Y la obligación de cualquier indígena es luchar por dar vuelta a la tortilla sin esperar nada de quienes pasean ufanos sus condecoraciones por tierras pisoteadas. Hay más certeza de futuro en la inocente manita casera que señala el camino que en toda esa inútil arrogancia institucionalizada. Voten con cabeza y corazón, sin miedo a equivocarse.