[SUJETO DE ABAJO] No a la guerra
JUAN CARLOS SUÑÉN | Casi se agradece que el PP esté demasiado ocupado como para andar malmetiendo en esta cacicada imperialista de Putin. Tampoco he oído a Vox solicitar la inmediata organización de una División Azul que parta a defender los valores de Occidente representados por el gobierno ucraniano (o el ruso, cualquiera sabe), al alba de mañana mismo; aunque puede que lo hayan hecho, las verdad es que no presto mucha atención a sus disparates. Lo que sé es que a la derecha le gusta la guerra, y a la ultra derecha más. Solo desde esas posiciones se escuchan frases como «la guerra saca lo peor de nosotros mismos», o «en la guerra, ya se sabe», como si la guerra fuese un ente básicamente puro, imparcial y deportivo estropeado por la maldad humana.
Ninguna persona decente tiene nada que ganar en una guerra, independientemente de en que bando esté.
Pero si bien oponerse a la política militarista del señor Putin (sin duda el dictador más peligroso del mundo) es de bien nacidos, mostrarle cualquier forma de resistencia militar organizada es de suicidas. En cuanto a la práctica de diversos y diferentes tipos de sanciones económicas… sospecho que serán más retóricas que reales y, si reales, punitivas tan solo para un segmento de la población, ese, sí, que paga habitual y patrióticamente los excesos de sus primates, el más pobre. La situación hará ganar dinero a los de siempre y sufrir a los de siempre. Menos que una guerra con el segundo bloque más poderoso del planeta, desde luego, pero si llegásemos a eso no habría otras acciones al alza que las de la muerte. Que las pague quien las quiera.
Ya sé, ya sé: está demasiado cerca de Magaz de Abajo y esa gente se parece mucho a la nuestra. Pero la verdad es que todo está cerca y toda la gente se parece.
La lógica dice (y la quiero creer) que la invasión de Ucrania no será ni de lejos como la guerra de Afganistán, la de Yemen, la de Siria, la de… que se completará con pocas bajas y que la mayoría serán militares, salvo que el gobierno ucraniano decida oponer una resistencia numantina en espera de alguna ayuda que no llegará. Porque nadie va a ayudar a Ucrania en su trance, a pesar de esas imágenes escasas y recurrentes en las que no vemos la crueldad que vimos en otras contiendas que nos afectaron menos, incluso si la lógica falla.
Conociendo como conocemos el lenguaje político, bien podríamos hacernos a la idea de que asistimos al resultado de una negociación previa (ni siquiera secreta, simplemente implícita) según la cual Rusia se queda con Ucrania contra nuestra voluntad a cambio de una justificada reprimenda y otras pequeñas gabelas cuyo perjuicio reparará a su manera la medicina china. Al fin y al cabo esto es el producto de lo que llevamos haciendo mal durante años.
Podemos indignarnos, no extrañarnos. Ponernos serios como el presidente Sánchez, porque es muy serio el asunto y hay que expresar la indignación. Meter durante unos segundos la cabeza en las fauces del león que bosteza. Pero no extrañarnos.
Podemos manifestarnos contra la guerra, en defensa de una población que no ha estado siendo gobernada por un régimen democrático (pero a la que no defendimos de eso) ni viviendo en paz antes de hoy (algo que, al parecer, no sabíamos) y podríamos hacerlo sin incurrir en contradicción alguna. Podemos alentar y solidarizarnos con los movimientos populares anti belicistas que surgirán en el corazón de la bestia. Podemos y debemos. Lo que no podemos es exigir atolondradamente sanciones que sólo perjudicarán a los inocentes ni intervenciones militares que nos conducirían, de cabeza, al verdadero infierno. Naturalmente también podemos opinar y explicarle la situación mil veces a los zoquetes que quieren ver bajo esta obscena aparición de la guerra en las afueras de nuestro vecindario algo más complicado que un asunto de buenos y malos, incluso podemos perder la paciencia. Todos somos rusos si lo pensamos un poco.
Sancionemos a Putin y a la oligarquía que lo sostiene, o dejémonos de discursitos para justificar nuestra impotencia.
Porque esta guerra, que no es solo lo que parece aunque se parezca mucho a lo que parece ser, no la podemos ganar. No nosotros (ni Europa ni por supuesto España, ni siquiera los dos juntos), ni las bravatas de Vox (por descontado). La podría ganar el pueblo ruso contra Putin. O Estados Unidos a costa de borrarnos del mapa. La podrían ganar el ecumenismo, la revolución humanista, la justicia en todas partes, la igualdad, la fraternidad, la cultura. Así de seria es la cosa, así de difícil es.