[UNA HABITACIÓN AJENA] Dicen que vienen los rusos
Dicen que vienen los rusos. Dicen que vienen los rusos,
por la Puerta de Alcalá, ja ja, ja ja.
Y los rusos que venían, y los rusos que venían,
eran los guardias de acá, ja ja, ja ja.
(Dicen que vienen los rusos. Canción de la Guerra de la Independencia)
En momentos de crisis, la población está dispuesta a entregar un poder inmenso a cualquiera que afirme disponer de la cura mágica, tanto si la crisis es una fuerte depresión económica como sí es un atentado terrorista.
(Naomi Klein. La doctrina del shock)
Desde que el mundo es mundo uno de los mayores negocios, sino el que más, es el negocio de la guerra. Y tanto es así que a la fórmula de financiar a ambos bandos de una guerra se la conoce como fórmula Rothschild: ese ente ahora conocido como “los mercados” financia las armas de un bando y de otro para que hagan la guerra y, más tarde, el pueblo derrotado tenga que recurrir a la financiación de los mercados para su reconstrucción ladrillo a ladrillo.
(Cristina Martín Jiménez. La Tercera Guerra Mundial ya está aquí)
NELLY BOXALL | Si de algo nos ha servido la temporada covid ha sido para darnos cuenta del absoluto poder de manipulación y propaganda con que cuentan los medios de comunicación, hasta tal punto que hoy en día y tras dos años de plandemia, todavía hay quienes creen en los Reyes Magos de Oriente. En el ensayo de dos mil nueve y diez con la gripe A se les escaparon varios flecos, entre ellos coordinar y controlar el mensaje y que éste fuera único, inequívoco y omnipresente para ir permeando, capa a capa, todo el tejido social y que es, precisamente, lo que están logrando con este nuevo intento. Habrá quienes me tachéis de pesimista, alarmista o simplemente paranoica, pero el hecho de que dos años de martirio mediático, de la inoculación de miedo y otras sustancias de dudoso contenido y probada -podemos afirmarlo con rotundidad- ineficacia, de abusos legislativos y de poder, de una campaña de desinformación y propaganda digna de los regímenes totalitarios, de la cruel y larvada operación de ingeniería social a través de la amplificación de la tortura psicológica, social y económica que ya veníamos sufriendo desde la crisis de dos mil ocho, no hayan conseguido abrir los ojos del grueso de la ciudadanía, es un claro signo de victoria para quienes han montado todo este tinglado. ¡Qué lejano resulta el pangolín! Estará por Oriente, junto con el murciélago, visitando a Gaspar, Melchor y Baltasar. De souvenir se van a traer una nueva variante VIH, recién salida del horno para justificar la caída en el sistema inmune de quienes, confiando en que las autoridades nos cuidan y velan por nosotros, nosotras y nosotres, accedieron a pincharse -hasta varias veces- una sustancia experimental y sin consentimiento informado, puesto que nadie puede consentir sin tener a su disposición y con total transparencia toda la información clara y veraz sobre lo que se le va a administrar. Ante cualquier anomalía o indisposición en vuestra salud, practicad la filosofía de la sospecha y comprobaréis que en muchos casos la casualidad no es más que causalidad.
Y mientras globalistas y nacionalistas graban los grandes éxitos del mundo contemporáneo, manteniéndonos con el corazón en un puño tras la expulsión de Rusia de Eurovisión -de envidiar la capacidad resolutiva de la UER para adoptar una medida tan valiente que, por su calado, habrá dejado noqueado al mismísimo lobo Putin feroz sin ningún género de dudas-, nos van a colar el Decreto-ley que crea la Red Estatal de Vigilancia de Salud Pública que englobaría a la actual Red Nacional de Vigilancia Epidemiológica, ampliando de manera sustancial el ámbito de actuación al pasar de motinorear enfermedades transmisibles a extender la vigilancia a todas las enfermedades y problemas de salud. Esta nueva red será la que abastezca de información a la OMS (Organización Mundial de la Salud), que avanza en su proyecto de Ministerio de Salud global, para lo que celebró una reunión de emergencia y consultas en Ginebra sobre la ampliación de sus poderes para hacerse cargo de todos los Estados miembros en caso de pandemia y «cualquier otra forma de amenaza o desastre». Se pretende así que los 189 Estados miembros firmen un nuevo tratado sobre pandemias que otorgue a la organización presidida por Tedros Adhanom prioridad sobre la normativa e instituciones de un país en caso de desastre natural o pandemia. En la práctica se traducirá en una mayor arbitrariedad institucional, puesto que lo que hasta el momento han supuesto directrices y recomendaciones, erráticas cuando no genocidas, a partir de la firma del tratado serán cuestiones de obligado cumplimiento para los países firmantes. Nos enfrentamos, de nuevo, a una merma en derechos como la intimidad, la autonomía o la libertad de pacientes, así como la injerencia y control sobre la práctica profesional, siempre bajo el paraguas de la seguridad, la coordinación y tal, sin contar con el poder que supondrá el acceso, compilación, uso y manejo de datos de especial protección como son los datos de salud a un nivel tan amplio, un verdadero caramelito para las bigpharma y aseguradoras.
Quienes a estas alturas de lectura aún no lo tengáis claro, estaría bien hilar lo anterior con el anuncio de que Deutsche Telekom creará una aplicación global de verificación de vacunas contra el Covid para la OMS, puesto que además de verificar las vacunas Covid, la solución de software basada en código QR también se utilizará para otras vacunas, como la poliomielitis o la fiebre amarilla. Y de “a pocos” es factible que se vaya ampliando a otros usos, como cajeros automáticos, acceso a servicios sanitarios o sociales, pensiones y prestaciones, transporte… Estos pasos que observo día a día me llevan a imaginar un futuro escenario fruto exclusivamente de mi imaginación, en el que la actual relajación en cuanto a la exigencia del pasaporte covid se torne de obligado cumplimiento a causa, por ejemplo, de un nuevo virus, mucho más virulento y contagioso que el Sars-Cov2, fruto de la guerra biológica desencadenada por Putin en la guerra de Ucrania (todos con la mente puesta en los misiles nucleares y ¡sorpresa!) y para el que los filántropos de turno ya tendrán preparada la fórmula mágica que (ahora sí) funcione y nos quite las penas. Las penas por la subida de precios por la inflación y el sobrecoste de la energía que venimos arrastrando, deterioro de la sanidad pública, la crisis económica y financiera… para esas penas parece que no habrá vacuna.
«La ruta de la libertad» de José Vela Zanetti. Mural de los DDHH en la ONU