[LA OVEJA NEGRA] La desinformación y la manipulación como problema sistémico
GERMÁN VALCÁRCEL | Mientras los todólogos de las redes sociales y demás clasemedianos eurocéntricos se entretienen defecando tediosas líneas sobre cuáles han sido los motivos de la guerra de Ucrania, y lo cojonudo que es ser solidario, desde su cutre salón de Ikea, los partidos políticos de Castilla y León logran el primer consenso -con VOX incluido- de la legislatura: Se suben el sueldo un 4,2%, dejando los honorarios de los miembros de la mesa de las Cortes de la Comunidad Autónoma castellano-leonesa en noventa y ocho mil euros anuales, que dividido en doce mensualidades nos da la cifra de casi ocho mil doscientos euros mensuales. Cifra que les impide, no me extraña, encontrar pobres en su entorno.
Personalmente, no me sorprende que VOX haya entrado tan rápido a este tipo de consensos, la derecha, por muy ultramontana que sea, nunca me sorprende cuando de trincar se trata. Tampoco me sorprende el PSOE, lleva la traición, la felonía y la mentira en su ADN y, además, tiene una larga raigambre, al menos desde los tiempos de Largo Caballero, sin olvidar Riaño, la OTAN, los GAL, la reforma de la Constitución de nuestro paisano Zapatero o la altura moral que Sánchez está demostrando estos últimos días al considerar intolerable lo que ocurre en Ucrania, pero perfectamente admisible lo que está sucediendo en el Sahara.
Ni siquiera resulta novedosa la justificación que en el tema de los sueldos ha realizado Luis Tudanca, secretario general en Castilla-León del PSOE. Exactamente la misma que, hace un año, ofreció la concejala de Hacienda del Ayuntamiento de Ponferrada, doña María Isabel Fernández, para justificar la subida que se auto concedieron ellos en el Consistorio ponferradino: “Es el mismo porcentaje que se ha subido a los funcionarios”. Fue la respuesta que, a otros miembros del equipo de gobierno que la interpelaron, ofreció la manipuladora y falaz concejala ponferradina; demostrando con ello su capacidad de adaptación al ecosistema social pancista, tras su intento de ser candidata de Ponferrada en Común. Suele ocurrir, los y las izquierdistas, una vez que forman parte del aparato de gestión del poder y del “establishment”, se olvidan de la defensa de la igualdad contra el sistema de privilegios.
La transformación de la democracia liberal en partidocracia, ha transformado la representación política en un oficio donde priman los intereses de gremio, de casta, que, en lo fundamental, resultan comunes a todos sus miembros. Por eso, a la hora de defender sus privilegios no les resulta difícil alcanzar amplios consensos, es más, suelen llegar a ellos con una facilidad pasmosa. La política se ha convertido en una actividad privada como cualquier otra actividad empresarial y los partidos políticos no son más que empresas que compiten entre sí en la búsqueda de beneficios para sus “accionistas”. Lo que lleva a los representantes políticos a prescindir de los intereses y valores de los ciudadanos a los que deberían representar, y que, de esta forma, se ven privados de su cuota de soberanía, incluso de su forma delegada.
Todo ello no es más que la consecuencia de la derrota definitiva, hace ya muchos años, de las fuerzas sociales y políticas que se atrevieron a soñar con la soberanía popular y con algo parecido a una democracia. En esta supuesta democracia representativa las instituciones nunca fueron un reflejo de la voluntad popular. Sí, la gente vota, pero ni controla ni decide nada de nada.
Resulta intolerable y doloroso asistir a este tipo de comportamientos, y ver como blindan sus privilegios, mientras nos acercamos a un escenario de derrumbe sistémico que nos llevará hacia una época dura, de muy difícil adaptación, y que comportará retrocesos hacia situaciones insoportables para la inmensa mayoría de la población.
Los partidos políticos no son más que empresas que compiten entre sí en la búsqueda de beneficios para sus accionistas
Esta manera de actuar resulta mucho más repugnante en esos que se autodefinen de izquierda, cuyo objetivo y razón de ser, no lo olvidemos, era la “igualdad”. Algo que con los emolumentos y privilegios que se auto conceden pisotean constantemente. No es nuevo, a la “izquierda” institucional, si algo la caracteriza, es su constante traición a quienes dicen representar. Lo hacen con un único objetivo, defender los intereses personales. Por eso siempre terminan asumiendo como propia la forma de ver el mundo de la derecha.
Volviendo a la manida metáfora del enfermo, la derecha y la izquierda institucional están de acuerdo en cuáles deben ser los fármacos a administrar: recortes y precarización para los de abajo. Podemos decir que no son lo mismo, pero hacen lo mismo. Solo discrepan en las dosis y en la necesidad, o no, de suministrar al enfermo otros fármacos. La “reformita” de la reforma laboral es un magnífico ejemplo.
En reiteradas ocasiones he tenido ocasión de observar las reacciones, digamos un tanto irritadas, hacia las críticas vertidas sobre los valores que sustentan nuestro modo de vida y hacia el colapso civilizatorio, al que el crecimiento perpetuo que la cosmovisión eurocéntrica y tecno optimista -algo en lo que derecha e izquierda coinciden- nos aboca. No son críticas exclusivamente políticas, que también, la mayoría de las veces son, más bien, ontológicas. Las reacciones que han ocasionado, tengo que reconocer, me han sorprendido, porque van más allá de un debate de ideas para convertirse en un cuestionamiento ad hominem.
Se que cuando la información es dolorosa nos agarramos a cualquier pequeña rendija que disminuya el dolor: atacar al mensajero (como ha sido el caso), calificar de exageración, acusar de que no está totalmente demostrado o pensar que no me va a tocar a mí (o a mi clase social o a mi país). Reconozco que, aparte de las dificultades derivadas de la propia naturaleza del colapso sistémico al que caminamos a pasos agigantados, tales como la incertidumbre, la complejidad, los fenómenos de retroalimentación, la impredecibilidad de los procesos y de los ritmos, se añaden otras relacionadas con la psicología de las personas. Hay rasgos de nuestra psicología que dejan entrever que nuestra sociedad no está bien preparada para responder ante el colapso. Al igual que las ranas en una cacerola que se calienta pueden morir al ser incapaces de percibir pequeños incrementos de temperatura, pero saltarían si el cambio fuera brusco, los seres humanos tenemos dificultades para procesar los cambios lentos y graduales. Además, el sistema emocional está configurado preferentemente para actuaciones rápidas (miedo-defensa, ira-ataque, susto-alerta) Pero, es mucho más torpe para actuaciones lentas o de largo plazo.
Un futuro doloroso invita también a posiciones nihilistas, vivir al día o irse de copas hoy, que mañana no sabemos. Al margen de las psicológicas existen varios problemas que pueden explicar estas reacciones, la falta de información de la mayor parte de la población. Si bien el cambio climático es conocido, superficialmente, por una parte importante de esta, la gran mayoría desconoce el declive energético, la magnitud y las implicaciones de la pérdida de biodiversidad, el pico de los materiales y las interacciones que tienen entre sí estos factores. Cuando no se dispone de información, la posibilidad de reaccionar de forma adecuada es bastante reducida. La información errónea (estos dos últimos años estamos sufriendo un ataque de manipulación a gran escala), principalmente la proporcionada por el filtro de la economía convencional que enfoca en el lugar equivocado (en los números del PIB, en lugar de mirar la biodiversidad o los factores de equilibrio de la biosfera) o que mantiene una teoría de los ciclos que permite ver reversibilidad donde no la hay. También proporcionan información errónea los grupos con intereses concretos que controlan los medios de comunicación de masas. La consecuencia de la información errónea es que provoca respuestas en la dirección equivocada e incluso en la opuesta.
Ya nos avisaba Hanna Arendt de que “nada de lo que usemos, escuchemos o toquemos podrá expresarse en palabras de igual manera a como lo percibimos a través de los sentidos”.