[LA OVEJA NEGRA] La semana de Olegario “chapapote” e Isabel “la novia de la muerte”
GERMÁN VALCÁRCEL | La sordidez y la dialéctica del chantaje mutuo son las señas de identidad de la acción política institucional. Esta semana ha quedado ejemplificada con dos absurdas polémicas: una a nivel local, iniciada por el alcalde de Ponferrada (el asfaltado de la entrada a una finca del concejal de Coalición por el Bierzo), otra por ese miserable y siniestro personaje que los madrileños han elegido como presidenta la Comunidad de Madrid; el objetivo de ambos el mismo: esconder sus mentiras, sus corruptelas y su incompetencia.
El primero pretende que pase desapercibida la aprobación de los contratos de la recogida de residuos de la ciudad, algo que prometió municipalizar. Ahora, don Olegario “Chapapote”, siempre tan observador él, apela a “dejar atrás los enfrentamientos políticos ordinarios”. La trampa en la que los poderes provincianos se suelen escudar para ejercer su poder de señoritingo, es apelar al consenso formal y democrático. ¡Manda carallo!, la hipocresía que destila el personaje. Y es que detrás de la ‘gestualidad’ de un político hay toda una declaración de principios, de cómo es, qué piensa, qué cree, cómo se relaciona con los demás y cómo entiende el ejercicio del poder.
El objetivo de la presidenta de la Comunidad de Madrid: tratar de desviar la atención, con esta nueva y falsa polémica del vino, de su criminal y corrupta gestión durante la pandemia. ¡Es tan cómodo decir y repetir ocurrencias y mentiras!. Tan barato mentir y robar, y luego predicar la libertad. Si en lugar de tuits y trending topics hiciera escuelas y hospitales para todos, no solo para los que pueden pagarse su uso, podría decir que luchaba por la vida y la libertad. Pero doña Isabel, con su gestión de las residencias de ancianos durante la primera parte de la pandemia, dejó claro que a ella le gusta ser “la novia de la muerte” y que de lo que ella representa no vendrán las soluciones, porque ahí se parieron los problemas. No en vano la destrucción y la muerte son el combustible que alimenta su concepción ideológica.
Estos mercaderes, orgullosos de sus certezas y convencidos de su superioridad política e intelectual, a pesar de haber suplantado las redes sociales por los libros, son quienes gobiernan nuestras vidas. No se enfrentan entre ellos por, y para, defender nuestro interés, únicamente disputan, unos contra otros, por el Poder. De los representados solamente buscan sus votos, obediencia y sometimiento. Están para mandar y lo único que pretenden es turnarse para mal gobernar, para defender sus espurios intereses. Unos directamente robando y con comisiones, otros con magníficos sueldos y prebendas, todo ello extraído de nuestros impuestos, de la caja común. Su propuesta, en el fondo, es exactamente la misma en ambos casos, mientras simulan dirigir se enriquecen con lo público, mientras nosotros ponemos votos, sumisión y dolor.
Pobre de aquel que piense que la verdad, la equidad y la justicia se consigue gracias a las dádivas de un líder o un representante político, con el único esfuerzo de meter una papeleta en una urna, con un tuit; o callando frente a la farsa de quienes simulan defender intereses comunes cuando solo tienen ansias de poder. A estas alturas ya deberíamos haber aprendido que de los profesionales de la representación política solamente viene explotación, expolio, represión y desprecio. Es decir, nada más llega dolor. Esta gente tiene un único objetivo: acceder a las poltronas del poder para domarnos, rendirnos, usarnos y, después, desecharnos.
¿Adónde conducen estas consideraciones desengañadas? Cuando menos, a un poco de lucidez, ante el vértigo de afrontar el fin de un modo de vida en el que estamos metidos hasta el cuello y que ahora está viniéndose abajo sin que nadie lo haya decidido, dejándonos en medio de un paisaje en ruinas.
Los medios y las instancias oficiales ya nos están preparando: muy pronto se va a desencadenar una nueva crisis financiera
Para salir de la situación es necesario dar un salto hacia lo desconocido tan grande que todo el mundo -se comprende- renuncia de principio. Pero el hecho de vivir en semejante fin de época supone también, a pesar de todo, una oportunidad inaudita. No se trata de salvar nuestra economía y nuestra destructiva forma de vida, sino de forzarlas a desaparecer lo más rápido posible, y al mismo tiempo dar lugar a algo mejor.
Los medios y las instancias oficiales ya nos están preparando: muy pronto se va a desencadenar una nueva crisis financiera. ¿Cómo viviremos después del derrumbe a amplia escala de las finanzas públicas?: pagando el precio de un empobrecimiento en masa. Actualmente, todas las finanzas europeas y norteamericanas se encuentran a punto de hundirse juntas sin salvador posible. ¿En qué momento el crack dejará de ser una noticia que descubrimos en los medios para volverse perceptible en la calle? Respuesta: cuando el dinero haya perdido su función habitual. O bien haciéndose raro (deflación), o bien circulando en cantidades enormes, desvalorizadas (inflación). En ello estamos.
La bandera de “la libertad, igualdad y fraternidad” con la que el capitalismo vistió su paso a sistema dominante en el planeta, es ya solo un trapo sucio y desechado en el basurero de la historia. El fin del sistema se desemboza y muestra sus verdaderos rostros: Guerra, guerra siempre y en todas partes, reza el emblema del soberbio barco que navega en un mar de sangre y mierda. Es el dinero y no la lucha por la vida por lo que se combate.
Que nadie se llame a engaño. Ninguno estamos a salvo, ni el ingenuo capitalista nacional que soñaba con la bonanza que le ofrecían los mercados abiertos de la globalización, ni los clasemedianos sobreviviendo entre el sueño de ser poderosos y la realidad de ser rebaño del pastor de turno.
Debemos de dejar de escuchar a los miserables que nos gobiernan, a todos los niveles administrativos, y plantearnos la necesidad de salir de un sistema basado en el valor y el trabajo abstracto, el dinero y la mercancía, el capital y el salario. Pero ese salto hacia lo desconocido asusta, incluso, a muchos de los que denuncian los crímenes capitalistas. Es necesario reconocer que nadie sabe cómo organizar la vida de decenas de millones de personas cuando el capitalismo reviente, y lo va a hacer pronto. Sería bueno admitir que ahí está el problema. Quizás como se perfila un después del petróleo, es tiempo de prepararnos para lo que vendrá después del fin del capitalismo industrial-fosilista. Pero una cosa está clara, deshacernos de la actual casta política, y de su manera de hacer, será el primer paso en la dirección correcta.
Ya nos avisaba el gallego Ricardo Mella, escritor y activista libertario, hace más de un siglo: “¡Política! Eso es ficción para bobos, trampa para inocentes, deporte para holgazanes; eso es la cárcel que los bribones imponen a los hombres honrados”, y añadía “… La civilización es el contenido puro y simple de la barbarie, de lo peor de la barbarie”. Por eso, para empezar a comprender lo que está pasando ahora mismo en el mundo, es necesario estar abiertos a la idea de desaprender casi todo lo que nos enseñaron.