[LA OVEJA NEGRA] La manipulación como arma política
GERMÁN VALCÁRCEL | No existe modo racional de prever cuándo, cómo y por qué un estúpido llevará a cabo su perverso ataque. Frente a un individuo estúpido, todos quedamos completamente desarmados.
Don Olegario Ramón, alcalde de Ponferrada, y sus concejales han sufrido uno de esos ataques de estupidez que, cada vez con mayor frecuencia, padecen. La campaña desatada por la horda social pancista en redes sociales: “Yomesiento” –en el “parklet” instalado en la avenida del Castillo de la capital berciana– deja perplejo a cualquiera y nos muestra la soberbia de quienes dicen representar a los ciudadanos. Pero también nos permite ver el servilismo con el que los concejales del equipo de gobierno se pliegan a los caprichos y a la propaganda del jefe.
Hoy no toca entrar en la utilidad de una inversión que, a mi modo de ver, es absurda en una ciudad como Ponferrada. Tiempo tendremos. Pero sí sobre la llamativa sobreactuación del alcalde ante las críticas del decano de la prensa provincial, y el señalamiento de un periodista de dicho medio que, por parte de la máxima autoridad municipal, ha llevado a cabo en las redes sociales; ese lugar donde parece vivir y “trabajar” el alcalde.
No seré yo quien salga en defensa de una de las fábricas de manipulación de nuestra comarca, pero estas guerras entre el poder político y el económico mediático sirven para alimentar esa manipulación y distraer la atención de lo importante, ellos deciden lo que es noticia.
Por otra parte, se constata que el señor alcalde está magníficamente asesorado en temas de comunicación, cuestión esta que le está ayudando a corregir antiguos errores y pasadas cobardías, el poder convierte en Superman a cualquier mindundi. No en vano tiene como jefe de prensa a una persona que afirmaba: «Admiro a Jiménez Losantos, porque sus exabruptos de algún modo también legitiman y justifican los míos, que no son pocos. Pero, sobre todo, admiro que dé la cara y firme sus artículos con su nombre y no se esconda bajo el manto cobarde del anonimato». Seguramente por eso, ahora, don Olegario se ha hecho adicto a las redes sociales y se permite recomendar con total ausencia de cobardía, y con su nombre y fotografía, a un profesional del periodismo, la lectura de un libro, Decálogo de un buen periodista. Por eso, también me voy a permitir recomendarle a nuestro alcalde otra lectura muy ilustrativa: la columna que su actual jefe de prensa escribió el día que abandonó la vieja y ya desaparecida La Crónica de León, intitulada Adiós gracias a Dios.
Aquí si encontrará un grandísimo y grandioso ejercicio de periodismo de opinión, y sobre todo de valentía. Tal vez, en ese texto, encontraremos la explicación a porqué don Olegario lo convirtió en jefe de prensa del Consistorio. Personalmente, tras su lectura saco una conclusión: Los mercenarios sirven lo mismo para un roto que para un descosido.
El señor alcalde pertenece a esa clase de políticos que ya no ‘representa’ al ciudadano, sino a sí mismo
No debemos olvidar nunca que un político, de la clase que sea, es alguien que, para empezar, cree estar en lo cierto, cree saber lo que es mejor para sí mismo y para la totalidad de sus conciudadanos, y quiere llevar a la práctica su proyecto o -más artísticamente- ver plasmadas en la realidad sus figuraciones. Es alguien que -tampoco se olvide- aspira siempre a regir sobre otros y a decidir por otros, aunque formalmente lo haga «en nombre» de esos otros. Criticar, atacar o incluso descalificar a un político no equivaldrá jamás a insultar a uno solo de sus votantes, no ya porque un altísimo porcentaje de votantes opte siempre por una u otra lista solo como mal menor y sin ningún entusiasmo, ni desde luego incondicionalidad alguna (salvo los forofos, que los hay), sino porque, por mucho que a los políticos y a los partidos les guste considerarse o estén formalmente considerados «representantes» de la ciudadanía, a la hora de los hechos lo son en grado mínimo en nuestra democracia.
Si digo que estamos rodeados de políticos idiotas, la frase dicha así, lisa y llanamente, puede resultar para los políticos una ofensa gratuita. Pero no lo es. La palabra idiota proviene del griego y hacía referencia a la persona que no se ocupaba de los asuntos públicos, sino solo de sus intereses privados. La raíz ‘idio’ significa ‘propio’. La etimología del término permite decir que muchos (no todos) de nuestros gobernantes o dirigentes políticos son idiotas. Y no se hace una ofensa gratuita, ya que «pensar solamente en sí mismo y en sus propios asuntos», cuando se eligió ser un servidor público es una tarea muy cara y muy dura. Solamente a partir del siglo XIX se aplica el término idiota a la persona ignorante, de inteligencia insuficiente o engreída sin fundamento. Según estas acepciones, los ciudadanos que no participan activamente en la vida pública se les podría llamar «idiotas» y los que sí lo hacen serían pues los «políticos». El problema está cuando algunos políticos consideran a los ciudadanos «idiotas» en el sentido moderno de la palabra y no se dan cuenta de que los que se convierten en «idiotas» en el sentido griego son ellos.
Don Olegario Ramón, alcalde de Ponferrada y secretario general del PSOE local, es uno de esos políticos a los que se le podría calificar de «idiota» -dejo a su criterio con qué acepción-. Su intervención en el asunto del parklet demuestra su pretensión de seguir abriendo los esfínteres de todo aquel que se muestre crítico con su acción política y penetrar por ellos su filosofía autoritaria y caciquil, y no es más que el reflejo de hasta donde está dispuesto a llegar para defender «su chiringuito» de lo que sea, pero defenderlo, al fin y al cabo, y mantener así el esplendor de la industria a la que debe su espléndido salario y su ascenso social.
Una persona medianamente inteligente puede entender la lógica del autoritario, pues sus acciones pueden seguir un modelo de racionalidad en busca de beneficios. Cuando el autoritario no es lo suficientemente inteligente para imaginar métodos con que obtener beneficios para sí, procurando también beneficios a los demás, deberá obtener su beneficio causando pérdidas a su prójimo. El señor alcalde pertenece a esa clase de políticos que ya no ‘representa’ al ciudadano, sino a sí mismo. Y forma parte de esa camada de políticos reaccionarios -aunque se vistan de demócratas y progres, no se dejen engañar- partidarios de la verdad única, el mundo único, la economía única, la argumentación única, la idea fija y común que tiene el plural pastiche ideológico de la izquierdita institucional del siglo XXI. Y todo lo que no sea eso forma parte de la izquierda culpable, de la locura utópica que puede llevar a la catástrofe.
En cualquier caso, no nos pongamos trascendentes, dejemos a don Olegario en paz, porque no olvidemos que es el alcalde, y no vaya a darle por convertir a los disidentes en el punching-ball contra el que se pase lo que queda de mandato probando su musculatura de demócrata y de “opinador”, y hay ciudadanos que no tienen la culpa. Estos políticos carecen de sentido del humor y de encaje ante las críticas ¿Por qué cada vez que gobiernan los socialpancistas, da igual la familia política, la libertad de opinión y pensamiento empieza a sufrir?
Permítanme que acabe con una cita de Eduardo Galeano: «En tiempos oscuros, seamos lo suficientemente sanos como para vomitar las mentiras que nos obligan a tragar cada día (…) En tiempos oscuros seamos lo suficientemente valientes como para tener el coraje de estar solos y lo suficientemente valientes como para arriesgarnos a estar juntos» …