[LA PIMPINELA ESCARLATA] El felicísimo viaje a Bruselas
EDUARDO FERNÁNDEZ | Estoy mareado ante la ingente cantidad de millones de euros que le han caído a Ponferrada ya como primeros frutos del viaje. Y todos los malévolos de la oposición poniendo a escurrir a la alegre pandilla viajera. Es que ya los pobres no saben qué hacer, ni sentarse en el abarrotado parklet, ni poner una pica en Flandes. A este paso van a querer que vayan al Ayuntamiento a trabajar. Para los de la educación que el sanchismo quiere poner en marcha, en la que solo se estudia historia contemporánea de España para dar vueltas a la República, Flandes es ese territorio en el que miles de españolitos dejaron sangre, ilusiones y media vida para mantener los territorios de los Austrias, de los que andando el tiempo surgirían los Países Bajos y Bélgica. Y en Bélgica, Bruselas, y en Bruselas ya saben, pasta a tutiplén para Ponferrada. Pues eso, que la presidenta de la Comisión y el del Consejo dejaron todo lo que tenían entre manos para dedicarse enteramente a la pica olegariana y ahora no sabemos ni qué hacer con los euros que chorrean del presupuesto municipal.
Esta semana, en uno de los documentales de National Geographic de los que inducen la siesta después de comer, han dedicado un estudio a los perezosos, esos bichitos que descansan veinte horas al día y bajan una vez cada tres semanas de la parte alta. Parece que el guionista conocía a los del equipo de gobierno ponferradino, pero no, se desmiente, no los quiso conocer para que no le cancelaran el programa como al de Mejor contigo después de visitar al alcalde. La diferencia fundamental, claro está, es que los perezosos prefieren no salir de las selvas americanas y ni por asomo se les ocurriría una excursión a Bruselas.
El 2 de octubre de 1548 el entonces príncipe Felipe, antes de vestir de negro y empezar el Escorial, ajeno a que algún día se recogerían –o no– firmas contra la monarquía en Ponferrada, decidió con veintiún años conocer a los que serían sus súbditos flamencos y comenzó lo que pasaría a la Historia como el felicísimo viaje. Se piró a Bruselas. No dicen los cronistas si en microbús y acompañado de concejales o en carro y acompañado de séquito. El que fue con Olegario daría como para una serie titulada precisamente El séquito si no fuera porque ya existe una de tal título, pero menos deliciosa que los tweets entregados de fervor y sumisión que el olegarismo munícipe le dedica a su jefe. Que se relajen con el peloteo, que ya están todos confirmados para la siguiente lista, asunto que parece preocuparles más que la gobernación de la ciudad, que es ejercicio cansino y desagradecido, porque lo mismo te protestan unas feministas, que se insubordinan los comunistas por las no municipalizaciones, que te dicen en la oposición que eres cruce entre porque no engraso los ejes me llaman abandonado y macarra de futbolín.
Como en 1548 no había Twitter a mayor gloria de Felipe II, se llevaron para relatar las peripecias del viaje a Juan Calvete de Estrella. El pobre ha pasado a la historia como el relator del felicísimo viaje a Bruselas, aunque fuese un poeta renacentista notable y un latinista destacado. Pocos años después publicó en Amberes El Felicísimo Viaje del muy alto y muy poderoso Príncipe Dom Phelippe. A Amberes le pasaba lo mismo que a Nápoles, que era ciudad hispana por la que seguramente alguno del PP de ahora diría que los reinos hispánicos eran plurinacionales, porque se puede ser pluri desacertado, pluri ignorante y pluri inconveniente para usar la jerga indepe en lugar de contar que la gente no llega a fin de mes. Luego se extrañan de la desafección.
No hay noticia de que la legación ponferradina diese en tierra bárbara bruselense con indepe alguno, porque buscaron la seguridad de reunirse con los suyos, que es siempre más familiar que dar la lata a desconocidos en reclamación de ayudas públicas. A falta de un Calvete de Estrella cualificado, los entusiastas tuiteros han tenido a bien informarnos de las loas sin fin, parabienes y alabanzas que los proyectos de Ponferrada –si es que los hubiese dignos de tal nombre– han merecido de las autoridades comunitarias. Creo que se está escribiendo una placa en mármol travertino para la entrada del Edificio Berlaymont, sede de la comisión europea en Bruselas, con la leyenda Augustus Olegarius, pater patriae Ponferradaeque quartos et pecuniam abstraxit commisionis que viene a ser que Olegario fue también capaz de sacar los cuartos en Bruselas y no solo en Ponferrada, como acostumbra. No hay frontera que se le resista. Ahora vamos a ver cuánto. Porque los viajes no están bien ni mal, sino por el resultado que arrojen, aunque se pongan como se pongan, los pagan siempre los mismos, con tributos directos en Ponferrada, impuestos para el presupuesto europeo o para subvenciones a los partidos políticos.
Voy a proponer que en una edición sin precedentes, se publiquen juntos la crónica de Felipe II y los tweets de la crónica olegariana bajo el título El felicísimo viaje del muy alto y muy poderoso preboste don Olegario y del menos conocido príncipe Don Felipe. Eso sí, miren que yo soy meapilas y me piden aún más fe, que es creer lo que no vemos, que han hecho algo útil y terminará por llegar más dinero del que cabe en el municipio. Así el año próximo, en lugar de perder setecientos habitantes, ganaremos alguno de los perdidos en el mandato de Olegario, que son récord de despoblación para pasar a la crónica municipal histórica.