[LA OVEJA NEGRA] La izquierda estatalista busca en el decrecimiento un nuevo nicho electoral
GERMÁN VALCÁRCEL | Como tengo la sensación que nuestros políticos, esos que tienen la ética en el mismo pasillo que el papel de limpiarse el culo, nos siguen contando el cuento de la lechera, y habiendo confirmado que Dios y el estado de derecho han muerto, propongo, como primera medida para salir de la situación actual, la necesidad de una catarsis que cambie las reglas del lenguaje, para que las trampas sean cada vez más difíciles de disimular, unas reglas en las que el latín de esa secta formada por los sacerdotes de la política pierda progresivamente validez, que todos podamos estar en condiciones de llamar al tramposo tramposo y al indigno indigno.
Después de leer las reflexiones del actual ministro de Consumo, Eduardo Garzón, disertando sobre decrecimiento, creo que deberíamos empezar por los que dicen representar el descontento con el sistema: la izquierda que duerme abrazada a las urnas y que ya no sabe ni donde esconderse ante el hedor que van soltando los boletines oficiales del estado que actualmente escribe. Las democracias liberales es lo que tienen, pueden dar cabida a todo lo inimaginable. Incluso a la orquestación de su propia disidencia manifestada en prime time. ¿Recuerdan donde, en qué momento y cómo empezaron los podemitas y Garzón su camino hacia los ministerios? Ahora, esos antiguos disidentes, son usados como arma arrojadiza contra los que luchan contra el estado de partidos y el sistema nigromante. ¿De verdad la izquierda que vota pudo imaginar algo así de grotesco?
Ahora, esa izquierda ha decidido que las propuestas intelectuales decrecentistas pueden serle útiles al sistema, al que sirven como disidencia controlada. Por eso han decidido incorporarlas a su agenda, con el ministro Garzón y algunos «errejonistas» como punta de lanza. En dos años los decrecentistas hemos pasado de ser una pandilla de ridículos apocalípticos a ser “cool”. Si ahora se apuntan a las tesis decrecentistas es porque les pueden servir para sus intereses de control social. Han encontrado la justificación ideológica para muchas de las medidas que, si o sí, tendremos que adoptar. Pero claro, con ellos dirigiendo desde arriba. El decrecimiento desde arriba, autoritario y estalinista como epílogo del Manifiesto Comunista. Ni siquiera Groucho hubiera osado tal desvarió valiéndose de su apellido. La izquierda estatalista, en las democracias liberales, será al decrecimiento lo mismo que ha sido al leninismo.
En los últimos cien años de historia siempre han hecho lo mismo: utilizar causas nobles y justas, les dan la vuelta de todas las maneras posibles hasta conseguir utilizarlas a su favor, para seguir manteniendo sus burocracias políticas, sindicales y sociales, y lo más importante, los privilegios de sus dirigentes. Y si no logran controlarlas, destruirlas. Ha pasado, por poner un par de ejemplos conocidos, con el ecologismo y con el feminismo. Cuestiones como tantas otras, muy legítimas y necesarias de abordar, pero finalmente transformadas en ideología del poder. Si queremos entender a esta gente, nunca deberíamos olvidar que la propia Unión Soviética no fue más que una forma de modernización del reajuste (también gracias a la autarquía) algo que también sirve para los movimientos revolucionarios y nacionalistas en la periferia y los países que llegaron a gobernar. Su fracaso después de 1980 es una de las causas de muchos de los conflictos actuales.
Una cosa es cierta, el colapso viene, o más bien ya está aquí. ¿De dónde viene? Surge del modo en la cual la sociedad está organizada y la izquierda estatalista es uno de los cómplices y responsables de ese colapso. El actual colapso es expresión de la desesperación, de la fragilidad, de la debilidad de un modo de organización social que ya pasó su fecha de caducidad, es expresión de la crisis sistémica del capitalismo.
La izquierda que gobierna nos habla de decrecimiento mientras dice: de acuerdo, vamos a seguir produciendo capital, promoviendo acumulación, pero queremos mejores condiciones de vida. Eso sí, no le pregunten que supone eso para los pueblos del Sur global. No les digan que esa mejora de las condiciones de vida de los ombligo-céntricos progres clasemedianos occidentales, su electorado natural, depende de la apropiación de recursos y mano de obra del hemisferio sur. El 45% del consumo anual de materiales del Norte es apropiación de esos recursos, y no se realiza ni se compensa a través del comercio, sino del expolio.
La izquierda estatalista, en las democracias liberales, será al decrecimiento lo mismo que ha sido al leninismo
Las izquierdas occidentales y sus hordas de votantes progres pretenden salvar sus conciencias donando a alguna ONG, y sus dirigentes introduciendo alguna partida de “ayuda al desarrollo” en los presupuestos estatales, autonómicos y municipales. Lo que jamás dirán es que por cada euro que presupuesten como ayuda al desarrollo extraerán treinta. Y, además, trasladarán el impacto ecológico del uso de esos recursos del Norte al Sur Global, y podrán seguir manteniendo el crecimiento y estabilizar la acumulación de capital. No lo digo yo, lo dice un estudio intitulado Imperialist appropriation in the world economy: Drain from the global South through unequal exchange, publicado en la revista Global Environmental Change.
¿Decrecimiento desde el estado? Es un oxímoron, lo primero que debe decrecer son los estados. Sus absurdas e innecesarias burocracias, sus miles y miles de extractivistas cargos representativos, pero de eso Garzón, los podemistas, los errejonistas y sus correligionarios no hablan en ninguna de sus reflexiones; todo lo más sostendrán que críticas como esta no son más que reproches no constructivos. Pero lo ocurrido en Andalucía no es más que un ejemplo de lo que les ocupa y preocupa: mercantilizar las luchas por “los derechos sociales” y por mantener su statu quo.
Se anuncia el fin del capitalismo cada vez que se encuentra en dificultades. Sin embargo, hasta ahora, ha resurgido después de cada crisis, como el ave fénix renace de sus cenizas. Y, al mismo tiempo, cambia en cada una de ellas, de modo que es muy diferente hoy de lo que era en 1800, en 1850 o en 1930. ¿Por qué es la actual crisis peor que cualquier otra desde hace más de 200 años? La respuesta es sencilla: porque hemos alcanzado los límites físicos y biológicos; porque caminamos hacia una crisis climática que impedirá la vida en la mayor parte del planeta; porque casi la mitad de la población del planeta, más de 3000 millones de personas, va a ser vulnerable a una gravísima crisis alimentaria; porque el final de la energía barata es el final del crecimiento, la sangre del sistema, y, por lo tanto, el final del capitalismo.
Mucho me temo que la construcción de un modelo de producción post capitalista no va a ser mejor, al menos si no hay una revolución popular que lo impida. Pero no se vislumbra, lo único que se atisba es un neo feudalismo corporativo ecofascista, suicida a nivel ecológico, por la pulsión genocida de las elites económicas, políticas y sociales.
Finalmente, me gustaría recordarle a esa izquierda estatalista, autoritaria y “urnera”, y a sus votantes, aquello que sostenía el ecólogo social Murray Bookchin: “Mientras que vivamos en una sociedad que marcha hacia la conquista, al poder, fundada en la jerarquía y en la dominación, no haremos nada más que empeorar el problema ecológico, independientemente de las concesiones y pequeñas victorias que logremos ganar”.