[LA PIMPINELA ESCARLATA] Que vuelva el rey ya
EDUARDO FERNÁNDEZ | Este equipo de gobierno municipal de Ponferrada es una máquina de hacer monárquicos. ¿Cómo no ser monárquico coyuntural, aunque se sea republicano de convicción, con el alarde de limpieza y jardinería desplegado esta semana en la ciudad ante la visita regia? Claro está, este no es mi planteamiento. Yo quiero pasear por mi ciudad no como si fuera un rey, anhelo insostenible cuando uno no es ni octavo en la línea sucesoria en su propia casa, sino como un ciudadano que no transita entre hojas resbaladizas sin barrer, bancos con recuerdos imperecederos de los pájaros sin retirar y contenedores, especialmente de cartón, que parecen perennemente superados por los acontecimientos, como los que esperamos en vano que le ganen una champions al Madrid.
Esta semana había republicanos de alma y de voto enternecidos hasta saltarse las lágrimas, no por el rey Felipe, sino por el cepillo y el baldeo que no habían visto sus calles en meses y por el cuidado de algunas zonas verdes de las inmediaciones del paseo real. Eran republicanos de reflexión que han devenido monárquicos posibilistas. Ya había observado tal fenómeno. Tuve la ocasión de visitar Zarzuela el pasado mes de septiembre con otros profesores de varias universidades para cerrar los actos del V centenario de las Comunidades. Allí el que entró republicano salió un monárquico por la cercanía de un rey que alargó lo que iba a ser una visita protocolaria de media hora hasta una hora y cuarto en la que solo se habló de historia de España. Pero es que aquí el milagro se obró sin necesidad de hablar. Fue presentirse la presencia regia y limpiarse las calles como por arte de ensalmo.
Quienes allí estábamos hemos dedicado cientos de horas de nuestras vidas a estudiar la monarquía de España. La institución y sus titulares. A diferencia de los habituales pelotas acríticos con la monarquía otros mostramos un utilitarismo escéptico sobre la forma política del Estado. Se pongan o no mesas petitorias en Lazúrtegui. Para la monarquía española, como toda obra humana, incluso sus mejores momentos son perfectibles y los malos son horrendos.
De las presidencias republicanas no puedo decir ni eso, desde la marcha de Estanislao Figueras hasta el derrocamiento de Niceto Alcalá Zamora, pasando por Trump y Bolsonaro. Como ejemplo de desenvoltura, los que desde el gobierno le piden explicaciones al emérito sin haber explicado si en el Falcon el presidente del gobierno va a festivales de música en Benicàssim, a los mítines del PSOE o a la boda de un familiar. Igual si empiezan ellos -que tienen el deber ético, por no hablar del constitucional de explicarse- el otro se anima y se hace pedagogía y no demagogia de la transparencia.
Hablar de la historia de la monarquía no es hacerlo de la legitimación del ejercicio de la Jefatura del Estado actual. Esta emana del consenso constitucional, y lo que es más importante, de la letra de nuestra Constitución. Ya se sabe que la gente de orden y conservadora como yo defiende tanto el respeto íntegro al título II, de la Corona, como al I, de los derechos y libertades constitucionales. En un país en el que media humanidad odia a los políticos que vota la otra media es difícil imaginar una mínima eficacia de la función simbólica y arbitral de la Jefatura del Estado que no sea monárquica. Pero ese es otro debate. Que es de lo que va esto del interés general. Y no hay mayor interés que tener la ciudad limpia y en perfecto estado de revista.
Los vecinos, las asociaciones de comerciantes, muchos turistas alimentan incesantemente las iniciativas de los grupos de la oposición que claman por tener una ciudad más cuidada. Conociendo las preocupaciones inmediatas del personal que ocupa muchos puestos de responsabilidad en el equipo de gobierno de Ponferrada, a mí me basta una ciudad menos descuidada. Salen en la oposición criticando que no barren ni hasta en la calle de su sede y es pasar de inmediato la escoba con fruición. Bueno, pues imagínense eso multiplicado exponencialmente que es lo que pasa cuando te dicen de Casa Real que no traen cepillo para los zapatos y conviene no mancharlos más que en cualquier otra ciudad.
A mí para ser monárquico me basta la limpieza y el fregado a fondo que le han pegado a las calles que iba a ver el rey. Todo en el último minuto, eso sí, pero le pasaron hasta la prueba del algodón. Y el algodón, que no engaña como decía el anuncio, demuestra que por donde pasó el jefe del Estado, todo impoluto y por donde no pasó, todo poluto. O sea, la guarrería habitual.
Yo quiero que vuelva al rey. Y que lo paseen por Dehesas, por Fuentesnuevas, por Santo Tomás y así hasta no quedar una calle sin pisar. El mejor alcalde, el Rey, escribió Lope de Vega en 1623 y sigue siendo hoy un axioma aquí. Que lo lleven por la orilla del río, a ver si la Confederación se anima; que lo lleven al edificio tantos años cerrado de la Ciuden y lo fotografíen entre helechos jurásicos, a ver si deja de deteriorarse y empieza a funcionar de lo que sea,, minimuseo, mesón de convenciones, palacete de exposicioncetas, que seguramente sería de lo que iba a funcionar con el PP y el PSOE puso a escurrir, pero ahora les vale. Que lo lleven a la Tebaida, a ver si dejan de hablar de proyectos de dos millones de euros en los que el Ayuntamiento tres años después no ha puesto ni la intención, y empieza a verse ejecución de obras terminadas. Que lo quieran llevar luego desde Ponferrada hasta Orense, para que saquen los proyectos de la A76 terminados del cajón y empiecen a meter máquinas en el terreno. Y a poder ser, que en lugar de venir volando, venga en tren, para que todo lo que nos contaron de reducir el trayecto en una hora entre Madrid y Ponferrada sea una realidad. Decía Talleyrand que la monarquía debe ser gobernada por demócratas; yo añado que mientras la idea de república esté secuestrada por la izquierda, la forma política del estado español ni se toca. Mientras tanto, que el rey vuelva ya a Ponferrada.