[UNA HABITACIÓN AJENA] Blake en el laberinto
* Contiene spoiler
Piensa que no es más inmoral robar directamente a los ciudadanos que gravar con impuestos indirectos los artículos de primera necesidad.
(Albert Camus. Calígula)
Esas personas nunca deberían olvidar que los expedientes con los que trabajan, esas solicitudes llenas de datos y documentación, tienen que ver también con personas que no siempre pueden defender sus derechos.
(Sara Mesa. Silencio administrativo)
NELLY BOXALL | A este estado materno que nos cuida deberían quitarle nuestra custodia por dejación de funciones, tortura, crueldad y ensañamiento; no me considerarán ustedes una exagerada cuando descubran que me refiero a ese circuito del demonio que se denomina La Burocracia, engranaje que hace posible el tenernos como a perros persiguiendo nuestro propio rabo, en bucle, y sin alcanzarlo jamás. ¿Descubriendo el Mediterráneo, Nelly? Para nada. Al sinsentido de muchos de los procedimientos de las Administraciones Públicas y a la insalvable brecha digital que atormenta, trámite tras trámite y llamada tras llamada, a la mayoría de nuestros mayores y a otras personas que se desenvuelven con dificultad a nivel tecnológico -o simplemente carecen de medios- tan magistralmente radiografiados por Ken Loach en Yo, Daniel Blake, ha venido a sumarse el covid persistente que afecta a la Administración como organismo. Nuestro sistema público está enfermo, y esa enfermedad se ha cronificado, para cada gestión o consulta que intento realizar a estas alturas de gripalización de la pandemia, no dejo de leer o escuchar “debido a la situación covid… lamentamos comunicarle que todos nuestros operadores están ocupados”, “con motivo de la situación covid no atenderemos sin cita previa”, “no existen citas disponibles en este momento”… bueno, menos para presentar la declaración de la renta, ahí todo fluye que es un primor. Pueden hacer la prueba llamando a los teléfonos de información de la Seguridad Social, es de traca escuchar cuando apelan al “uso responsable por parte de la ciudadanía, puesto que debido a la situación covid…”. Y la culpa fue del Chá-Chá-Chá. Al sistema público lo tienen a dieta desde hace tiempo, como a dieta de servicios públicos nos tienen a la ciudadanía, aguantando estoicamente listas de espera, prórroga de la prórroga, suspensión de procedimientos, dolores y molestias innecesarios, deterioro la calidad de vida al haber convertido un aceptable estado de bienestar en un tísico estado de beneficencia que siempre llega tarde, mal y nunca.
En la ecuación de la atención al público no fallan exclusivamente la planificación o la coordinación, suspende también la figura del funcionario que -en muchos más casos de los que cabría esperar- embebido del poder que le otorga su figura sobre las personas administradas y de la seguridad que proporciona tener el sustento asegurado, aunque sea lo más inerte e inútil que mora por estos parajes, ha encontrado gracias a la pandemia la ocasión para continuar haciendo nada con toda legalidad. Por unas razones u otras, un gran porcentaje de funcionarios no cubren expediente, si se me permite la broma. Y si no se me permite, también. Cojea también la ecuación del lado nuestro, del público, una ciudadanía cansada y mansa, devastada en muchas ocasiones, que ha tirado la toalla dejándose hacer y si tiene suerte, ha podido contar con la ayuda de contactos para impulsar, agilizar, remover obstáculos, promover lo necesario para poder llevar a término cualquier gestión. A la gente pobre los ataques en defensa de nuestra dignidad nos suelen salir caros, nunca gratis y la mayoría sobrevivimos a base de fingimiento: que el funcionario note, perciba tu sometimiento a su poder, que huela tu docilidad, déjale pensar que eres suyo y como un gato ofrécele tu barriga para que le la acaricie, dale su droga y su razón de ser. No discutas, muestra ignorancia, escúchale atentamente y con admiración, que no vislumbre siquiera que sabes que está ahí para vigilar y castigar… Pero este es un método perverso, el funcionario se reafirma y sigue engordando como un pavo, se siente impune e intocable. Y las pobres almas administradas nos encontramos con que existe una diferencia abismal entre que te atienda una persona u otra -en un procedimiento idéntico- y no exclusivamente en el trato; el interés y profesionalidad con los que se implique el responsable determinará en muchos casos que el resultado sea beneficioso para el ciudadano. Por supuesto que por profesionalidad no me refiero a la aplicación rígida y estricta de las normas, generando extremos ridículos y absurdos, fuera de todo sentido común. No se me enfaden los del gremio, tomen nota, pónganse las pilas y no hagan de este mundo algo más insufrible todavía. A Daniel Blake lo engulló el laberinto. Ante la sinrazón, protesta, se queja, lucha, resiste, pero los obstáculos del engranaje son de tal magnitud -y a la vez tan grotescos- que la derrota como ser humano se torna insoportable.
Dedico esté vómito a todas aquellas personas que, como Daniel Blake, se quedaron por el camino porque nadie hizo bien su trabajo ni se interesó por su situación.