[TRIBUNA] La historiografía leonesista
JAVIER LAGO MESTRE | Desde hace décadas se editan numerosos libros de temática leonesa. Lo cierto es que esos ensayos se especializan en la historia medieval, dando un papel secundario a la historia moderna y contemporánea. Otro tanto acontece con los libros sobre la identidad leonesa, donde se concede todo el protagonismo a la lengua leonesa y sus hablas mientras ignoran la lengua gallega de El Bierzo.
Respecto al tema de la historia medieval, la bibliografía insiste en la relación de reyes leoneses, en sus éxitos políticos y militares contra los árabes y, como no, la independencia de Castilla. Por supuesto no se analizan para nada los abusos reales, los reclutamientos forzosos, ni la financiación por los sufridos vasallos, etc. En el fondo se realza el reino de León en un contexto político actual de cuestionamiento de la actual Comunidad autónoma de Castilla y León.
Lo que llama la atención es que se estudia con profusión la historia medieval y se ignora la historia moderna, quizás sea porque el reino de León quedó integrado en la Corona de Castilla. Pero en la Edad moderna hubo escritores que también publicaron libros sobre la historia de León, mezclando la historia y la literatura, con un afán de propaganda política.
Destacamos el caso de Pedro de la Vecilla que publicó León de España (1586). En este libro exalta las glorias pasadas de León, como la presencia romana, sus mártires (s. Marcelo, s. Vicente…), la batalla de Clavijo, los linajes nobiliarios Quiñones, Osorios…), etc. También desde la parte eclesial hubo defensores de León, el obispo Francisco Trujillo (siglo XVI) o fray Atanasio de Lobera (siglo XVIII) que, como no podía ser de otra forma, defendieron los considerados privilegios históricos de la catedral leonesa frente a las vecinas (Santiago, Burgos, etc).
Los regidores de la capital leonesa jugaron un papel esencial en la difusión del leonesismo histórico. De ahí la financiación municipal de las corografías leonesas (crónicas locales). Incluso en las casas consistoriales de la capital colocaron el lema clarificador. “Tuvo veinte y quatro reyes, antes que Castilla leyes/ hizo el fuero sin querellas/ libertó las cien doncellas”. Esta propaganda histórica servía para justificar la jerarquía de León sobre el resto de lugares del reino.
Superioridad leonesa que fue cuestionada históricamente desde El Bierzo. Por eso recordamos las reclamaciones anticentralistas contra el tribunal del Adelantamiento de León, el corregidor y el intendente de León, los reclutamientos militares de la sargentía de León, los repartos fiscales hechos por el regimiento leonés, etc. Los abusos leoneses llegan al punto extremo de que su corregidor exige una contribución monetaria para el mantenimiento de su catedral. En la legítima protesta berciana se alega que “sus vecinos sufran y toleren semejante agravio contra la mente y la volutad de su Magestad” (1744). Ya se sabe que quien reparte siempre se lleva la mejor parte, y el poder leonés tiene mucha práctica histórica.
El regimiento leonés fue, a lo largo de la Edad moderna, acumulando privilegios que reforzaban su poderío frente al resto de territorios dependientes, casos de Asturias de Oviedo y la provincia de El Bierzo. Recordamos la representación de dos procuradores de la capital en Cortes de Castilla, establecimiento de cuartel del regimiento provincial, corregidor o intendente, audiencia, etc. Las pretensiones leonesas no tenían límite, Así se logró el agregamiento del Adelantamiento del reino de León, que había sido itinerante por varias villas, al corregimiento capitalino (1638). Eso sí, la localidades leonesas tuvieron que pagar por esta nueva merced a la Corona 16.000 ducados en 6 años.
Los linajes leoneses, establecidos en la capital, ejercían el poder sobre sus señoríos (Guzmanes, Quiñones, etc). La propiedad de la tierra o el ejercicio de la jurisdicción fueron fundamentales para acrecentar su poder y prestigio social. La ideología de la nobleza tenía su base en las presuntas hazañas pasadas. Es el caso narrado en la obra, “Ocios del conde don Bernardino de Rebolledo” (1778), el cual no tiene reparo en escribir sobre supuestos logros de sus antepasados, “batalla de Clavijo, en que muerto el alférez real Don Lorenzo, hijo de don Gutierre, conde del Bierzo (…)”. Por supuesto, nadie podía comprobar sus afirmaciones medievales en aquel entonces. Este panegírico seguro que le ayudó a prosperar en la Corte, donde fue nombrado embajador en Dinamarca entre otros cargos militares.
Hay otro tema histórico que altera los ánimos en León. Se trata de la rebelión de las Comunidades de Castilla. Los leonesistas niegan la participación leonesa en esa revuelta. La historia nos recuerda los enfrentamientos entre los linajes, los realistas Quiñones contra los comuneros Guzmanes, además de la participación de canónigos de la catedral. Mientras el marqués de Astorga protegió al tribunal del Adelantamiento del reino en su ciudad frente a los comuneros. Seguiremos festejando cada 23 de abril.
En pleno siglo XXI León celebra el acto de las Cantareras que, según argumentan, se fundamenta en el tributo medieval de entrega de 100 doncellas a los árabes. Dicen que fue en la batalla de Clavijo donde apareció el apóstol Santiago y favoreció la victoria cristiana frente a la morería. Como reacción real ante este triunfo, se estableció el tributo del Voto de Santiago para todos los yugueros, recaudado para la Catedral de Santiago, donde supuestamente reposan los restos del apóstol. Todo muy bien planificado en beneficio siempre de los poderosos.
Veamos otros símbolos identitarios leoneses. Abundan las reliquias (santa espina de Cristo, maxilar de s. Juan Bautista, s. Isidoro. S. Marcelo…). Mencionamos el himno de León, sorprende leer “sin León no hubiera España/ que antes que Castilla leyes/ concilio, fueros y reyes/ dieron prestigio a León”, compuesto en la década de 1930. De nuevo se compite históricamente con Castilla que parece una obsesión. Nos queda el pendón de s. Isidoro o de Baeza, que defienden que es invicto, y que estuvo en las batallas de Granada y Flandes. De remate, ciertos historiadores hoy argumentan sobre el origen del santo Grial, para ellos el cáliz de s. Isidoro. Todo esto suena a un revisionismo histórico muy leonesista.