[LA OVEJA NEGRA] Buscando caminos
GERMÁN VALCÁRCEL | Escribo esta columna desde Irun, sede de la contracumbre del G7, donde han confluido miles de personas llegadas, desde principios de la actual semana de diferentes lugares del planeta, fundamentalmente europeos.
Son gentes que caminan con dolor y rabia, el combustible de su resistencia y rebeldía. Llegan siguiendo caminos y rutas que no existen en los mapas ni se encuentran con los GPS, caminos que sólo se encuentran en el pensamiento crítico, en la solidaridad, y en la búsqueda de otro mundo posible y necesario.
Por ello son perseguidos, detenidos y devueltos a sus países de origen, los que se quedan son tratados como delincuentes y apaleados por un ejército compuesto por 13.200 policías franceses, 2.800 españoles y 4.000 de la Ertzaintza que colaboran para restringir los derechos civiles de cualquier persona que pase, estos días, por esta parte de Euskal Herria.
El aeropuerto de Biarritz, lugar donde se celebra la reunión de los amos del mundo, está cerrado y ocupado militarmente, la mayor parte de estaciones de ferrocarril de la zona clausuradas y Biarritz y alrededores tomados policialmente, sus accesos controlados a través de pasos limitados, los polideportivos y las escuelas militarizados, las comunicaciones están estrictamente controladas, el centro de detencion para migrantes de Hendaya sirve como lugar de custodia para detenidos y la prisión de Bayona ha sido vaciada para internar a los detenidos. El constante acoso y la intimidación de la policía contra los participantes de la contracumbre se hizo claramente visible la madrugada de ayer sábado, cuando la policía francesa irrumpió en la entrada del campamento de la contra cumbre, situado en Urruña, a las afueras de Hendaya, lanzando pelotas de goma y gases lacrimógenos.
Vivimos en una sociedad, la occidental, en la que están prohibidas la dignidad, la rabia y la rebeldía. A pesar de ello, estos días se ha podido comprobar que en muchos lugares de esta podrida Europa, en sus rincones más olvidados y despreciados hay seres humanos que se resisten a ser devorados por esa maquina de destruccion masiva que es el sistema neoliberal capitalista.
Los participantes en la contra cumbre son personas de todas las edades, gentes que no se rinden, no se venden y no claudican. Muchas son las formas, maneras y colores que tienen de ejercer sus resistencias y rebeldías, muchas son sus banderas, lenguas, ideas y credos, luchan sin importarles muros ni fronteras, ni los cercos que les ponen, son personas que saben que un sueño que no abarque el mundo, es un sueño pequeño.
Vivimos en una sociedad, la occidental, en la que están prohibidas la dignidad, la rabia y la rebeldía
En este encuentro se debate, se cuestiona casi todo, se buscan alternativas políticas para que las políticas neoliberales no sigan convirtiendo nuestras vidas en mercancía y las necesidades de la mayoría en negocios de las minorías que nos gobiernan, y sobre todo para evitar que cada vez más gente caiga en los sumideros de la exclusión y de la miseria.
Aquí se cuestiona la sociedad del espectáculo que pretende convertir en productos de consumo las luchas contra la injusticia y la destrucción del planeta. Aquí se buscan alternativas a ese modelo de sociedad que únicamente busca crecer a base de producir y consumir.
Los movimientos anticapitalistas están descartando las ilusiones del pasado, aprendiendo nuevas formas de pensar y de hablar. Este proceso se formula de muchas maneras, pero la idea central es que se tiene que asumir la responsabilidad por el mundo que se pretende construir, es una responsabilidad que no se puede delegar, ni en líderes, ni en partidos, hay que reapropiarse del mundo, hacerlo nuestro. Si no lo van a destruir, ya lo están destruyendo y no tenemos otro.
Las voces más críticas dentro de la contracumbre, pocas todo sea dicho, hablan de la visión eurocéntrica que impregna, todavía, el relato de la izquierda parlamentaria, crecentista e industrialista europea, mayoritaria entre los organizadores del evento, se ha notado en la elección de la mayoría de los ponentes y las ponencias.
La mayoría de la izquierda europea sigue presa del extractivismo, eso sí fuera de nuestras fronteras, y trata de seguir escondiendo muchas de las violaciones a los derechos de la naturaleza, solo reacciona ante brutalidades como lo que ocurre en la Amazonia brasileña pero esconde y silencia lo que ocurre en la zona boliviana de la Amazonia, víctima, también, del terrorismo de Estado. Debemos ser muy rigurosos en las denuncias para cuando se vea con más claridad lo que ocurre poder exigir justicia y reparación.
Parte de las izquierdas europeas, fundamentalmente las distintas socialdemocracias y sus afines los progresismos latinoamericanos, siguen enquistados en el extractivismo, de hecho el mayor enemigo de estos progresismo no es la derecha sino los grupos ecologistas, los pueblos originarios y la izquierda no parlamentaria. Dicho de otra forma, los grupos que piden un cambio real en el modelo de desarrollo.
Sería conveniente aceptar que para abrir el pensamiento es necesario saber de dónde venimos, decolonizar nuestro pensamiento, decolonizar al colonizador que como occidentales llevamos dentro, conocer nuestros mitos, nuestras metáforas a la hora de debatir, mitos que sustenta todo el entramado ontológico del capitalismo, mitos que consideramos verdades absolutas, uno de los mitos más potentes del eurocentrismo, del que somos deudores, es la ciencia.
Afirmaba el matemático y filósofo Emmánuel Lizcano: «De cuantos mitos se han ido dotando las distintas culturas, el mito de la ciencia es, sin duda, el más intransigente, el que mayor celo ha puesto en la persecución de cualesquiera otras constelaciones míticas. El fundamentalismo científico es la gran aportación del imaginario europeo al panorama actual de los integrismos».
Para poder avanzar en la búsqueda de soluciones a la catástrofe que asola el planeta –no es una crisis– debemos entender que es ahí donde está la verdadera dimensión política de la ciencia. Ahí donde se sustenta nuestro supremacismo. Ahí también su eficacia, su capacidad para persuadirnos de que no estamos siendo persuadidos, su pretensión de destino. Por ejemplo, no caben políticas (o sea, decisiones) distintas porque la cruda ‘realidad’ económica no las permite: “Hay que ser realistas».
Lo grave del mito científico no es su carácter mítico. No, lo realmente grave, lo pernicioso de ese mito es que hace de otros mitos objeto de desprecio y desdén.
Si queremos escapar de las jaulas sociales del capitalismo debemos empezar a caminar negando, buscar las grietas en la dominación tejida por un sistema destructor de la Tierra y de toda forma de vida humana y no humana, antes de que sea demasiado tarde, o tal vez ya lo sea.
Como sostiene Jorge Riechmann en Conversaciones entre alquimistas: “Ya casi no podemos distinguir entre lo que nos acaricia y lo que nos aplasta; de forma que el trabajo en los márgenes del horror cobra una delicadeza de miniatura persa”.