[LA PIMPINELA ESCARLATA] Los hierbajos como fatiga democrática
EDUARDO FERNÁNDEZ | Hay quien se aburre con la normalidad democrática. El Ayuntamiento de Ponferrada parece una máquina de producir somnolencia a los que mandan e inducir el desinterés a los que somos mandados. Esto es lo que llamó van Reybrouck en su obra Contra las elecciones síndrome de fatiga democrática. No tiene que ver necesariamente con la desafección ciudadana, pero es una manifestación o un síntoma más del hartazgo de la peña respecto de lo que los políticos hacen, o como en el caso de Ponferrada, de la inmensidad que dejan sin hacer. Por ejemplo, dejan de retener habitantes y se gastan la pasta en iluminar puentes y no en favorecer empleos.
Aquí resulta cansino casi todo; y repetitivo. Algunos dicen que la oposición está siempre con lo mismo, que si los baches, que si las señales ilegibles, que si la basura sin recoger, que si los hierbajos. El problema no es que la oposición repita sus críticas; la auténtica tabarra es que los del gobierno no se molestan en quitarle excusas a la oposición, y siguen los baches sin rellenar, muchas señales que por descoloridas parece que están en cirílico, montones de basura y cajas en contenedores que se recogen cada demasiados días y ya lo de los hierbajos, mejor no tocarlo, que se va por algunas zonas de Ponferrada, como hacia el final del Barrio de los Judíos y estás expuesto a que te salga Tarzán o los bichos de Parque Jurásico entre unas hierbas que alcanzan tamaño humano. Y como si nada.
Los hierbajos son un síntoma, una evidencia de que las cosas no solo están mal, sino que, sabiéndolo, el ínclito concejal crecehierbas que no necesita nacer mil quinientas veces como Morala y Folgueral, porque con un solo nacimiento puede llegar al culmen de la incompetencia, mira desafiante al tendido mientras dedica pelotamente la faena al alcalde como para torear a la oposición. Pero aquí a quien se torea es a la ciudadanía. Que sigan, que les sobran votos, que el impulso de Andalucía les deja sobraos en toda España.
La política municipal ponferradina hace tiempo que ha entrado en bucle y ha encallado, presa de un mandato tan anodino como gris el mandatario. Pero aquí no se engaña a nadie. Por favor, que es Olegario. No creo que nadie esperase ni carisma a raudales, ni salero sevillano, ni tampoco esfuerzo o una sola idea original. Ha cumplido con cada una de esas cuatro carencias como un campeón mundial. Y le cae la pandemia y la crisis, para terminar de alegrarle, que cada pleno es una juerga continua. Cuánto escribiente injusto hay en este medio: que la política local es aburrida. Se es Olegario cuando no se puede ser otra cosa. Oigan, que no está mal si se pretende eso, pero es un coñazo si no se busca, que es lo que le pasa a gran parte de los ponferradinos. Un ingenuo Manuel Alonso Martínez -que como tiene apellidos germánicos como los míos no les sonará a ustedes de nada-, que había sido famoso ministro (y sobre todo suegro del conde de Romanones) siendo presidente del Congreso de los Diputados y en pleno debate sobre el proyecto de una Constitución, no tuvo mejor ocurrencia que retar a Cánovas del Castillo a que definiera la identidad nacional y don Antonio, que era muy suyo, muy conservador y muy de gracejo malagueño, le contestó eso tan famoso: son españoles los que no pueden ser otra cosa. Preguntar aquí qué es ser socialista ponferradino es toparse con que son olegaristas los que no pueden ser otra cosa.
Y el personal aburrido, entregado a la presión fiscal, la pérdida de trabajo y el parklet. Lo del pesimismo barroco es de broma al lado de lo nuestro en Ponferrada. Y los suyos, ayudándole, que no será de extrañar si la ola nacional lo engulle, como se ha adelantado en este medio con el electopanel. Tal vez no merecen otra cosa los del silencio cómplice con los suyos, desde la deuda de las infraestructuras que no llegan, como la A76 y la mejora del ferrocarril, hasta el cierre de las térmicas que nos daban electricidad más barata. Una vez que se acaben los fastos de la OTAN no nos quedará más que la inflación y la pérdida de población. Dijo la ministra de Economía que en marzo la inflación alcanzaría su pico y comenzaría su desaceleración. Profética; tenemos este mes la inflación de pico en pico por encima de marzo, como en 1985. Esa es la España que Sánchez, los suyos y Olegario nos dejan. Vamos a ver lo que tarda Olegario en dejar la población de Ponferrada en la de 1985. Y mientras, el problema son los hierbajos y la renaturalización. Si nacer mil quinientas veces es toparse con estos mil quinientas veces acabamos de descubrir el Infierno de Dante. Esto es la fatiga democrática.