[LA OVEJA NEGRA] Somos los cómplices necesarios
GERMÁN VALCÁRCEL | En un contexto como el que estamos empezando a vivir, sobrecogen y acongojan las historias personales que hay detrás de las penosas situaciones que cada vez más personas empiezan a padecer. Por ello, repugna la desvergüenza de nuestra clase política que, llena de cantamañanas analfabetos, incapaces de pensar en términos de escala, demagogos con un discurso y un comportamiento simple, y premonitorio de destrucciones todavía peores, hacen vomitar.
El Bierzo, municipalmente gobernado por eso que se ha dado en etiquetar de “progresistas” -el 90% de su población tiene en sus ayuntamientos un alcalde de esa franquicia- esas gentes que fueron izquierdistas hasta que pisaron moqueta porque tenían corazón, pero que una vez investidos de poder adquieren “cerebro” y pragmatismo, sin otro objetivo que hacer lo perversamente correcto para seguir cobrando una nómina, cualquier nómina, son la demostración viva de que en el Bierzo, cada vez más desvertebrado, la política institucional la mueven carreristas sin otro empeño que hacer las transmigraciones y transustanciaciones ideológicas necesarias con tal de mantenerse en el poder y seguir cobrando una buena nómina. Como ejemplo, y para que nadie me acuse de falsedad o demagogia, ahí tienen a la concejal podemita del ayuntamiento de Ponferrada: Cuarenta y tres mil euros al año por su “dedicación exclusiva”.
Voy a hacerles una confesión, la primera vez que me fijé en la representante de Podemos, recién investida concejala de la capital berciana, pensé que algo nuevo se había producido en la política institucional de la comarca, su sexo, su entonación, su vocabulario, su posición moral de partida prometían una dirigente provista de un insólito código de señales. Me equivoqué, Tres años de actividad política institucional me permiten llegar a la conclusión que si algo caracteriza a doña Lorena es una ambición desmesurada de poder, un ego enfermizo, un implacable cerebro competitivo y el don de la obviedad, lo único que queda por saber es si esas cualidades terminarán actuando a su favor o en su contra, en un ecosistema social como el berciano.
Soy consciente de que estas cuestiones no gozan de suficiente conocimiento social, ni del adecuado debate político, ya que estos personajes han conseguido que nuestra memoria sea corta, y para ello no dudan en intentar fagocitar cualquier causa o movimiento social. Lo ocurrido con los asesinatos de Melilla los retrata. Ahí tienen a doña Lorena González, miembro del equipo de gobierno -alcalde del PSOE-, en la procesión (en las concentraciones en contra de los asesinatos de Melilla) y repicando (cogobernando con quienes con sus decisiones políticas los facilitan). Reconozco que la hipocresía de esta gente me enerva. A la socia de los socialpancistas deberíamos recordarle que de nada sirve el attrezzo frente a la arrolladora política de los hechos -crímenes- consumados.
Tenemos que asumir nuestra responsabilidad por el mundo, es una responsabilidad que no podemos delegar
Me pregunto qué hace ante esta situación la sociedad berciana, aparentemente inalterable ante los desmanes de todo tipo que sus representantes políticos están llevando a cabo. Si algo deberíamos haber aprendido con el paso de los años es que todo pensamiento o actividad está sujeto a una disyuntiva: la aceptación de lo existente o el anhelo de transformarlo radicalmente, lo mismo en el ámbito político, social y cultural. La historia de la Comarca Circular está llena de ejemplos que nos dicen que, en esas dos bifurcaciones, la mayoría de los movimientos políticos y sociales de la comarca se han decantado por la primera opción. Ello explica la situación de absoluta parálisis social en la que nos encontramos sumidos.
De lo ocurrido en Melilla, sé que ninguno nos sentimos, ni creemos ser, responsables de todo esto. Son nuestros gobernantes, es lo que tiene de bueno delegar y tener quien gobierne nuestras vidas. Nuestro estilo de vida tampoco tiene nada que ver. Por eso son posible reacciones como la de la concejala podemita de Ponferrada. Ha habido decenas de similar hipocresía en el resto del Estado, empezando por los miembros de su partido en el gobierno de la nación. Todo ello me lleva a afirmar que debemos descartar las ilusiones del pasado, aprender nuevas formas de pensar, actuar y de hablar políticamente. Tenemos que asumir nuestra responsabilidad por el mundo, es una responsabilidad que no podemos delegar, ni en líderes, ni en partidos, tenemos que reapropiarnos del mundo, hacerlo nuestro. Si no nos lo van a destruir, ya lo están destruyendo y no tenemos otro.
Para ello necesitamos saber de dónde venimos, descolonizar nuestro pensamiento, descolonizar al colonizador que como occidentales llevamos dentro, conocer nuestros mitos, nuestras metáforas a la hora de debatir, mitos que sustenta todo el entramado ontológico del capitalismo, mitos que consideramos verdades absolutas. Si queremos escapar de las jaulas sociales del capitalismo debemos empezar a caminar negando, buscar las grietas en la dominación tejida por un sistema destructor de la Tierra y de toda forma de vida humana y no humana, antes de que sea demasiado tarde, o tal vez ya lo sea.
Pero como dice Jorge Riechmann en Conversaciones entre alquimistas: “ya casi no podemos distinguir entre lo que nos acaricia y lo que nos aplasta; de forma que el trabajo en los márgenes del horror cobra una delicadeza de miniatura persa”. Y mal que le pese a todos esos que desprecian el pensamiento crítico y a todos los que intentamos mirar el mundo con otras gafas, un servidor hace suyas las palabras de Riechmann, en otro párrafo de esa misma obra: «no voy a renegar de mi trabajosa fidelidad a la frágil carne humana, con todos sus sudarios y todas sus resurrecciones, con todas sus humillaciones y todas sus epifanías. No voy a renegar».