[LA OVEJA NEGRA] Entre el totalitarismo de Estado y el mobbing ecoestalinista
GERMÁN VALCÁRCEL | Fueron los anarquistas los primeros que avisaron del carácter totalitario de los Estados, así como de la impotencia de los mismos frente al capital mundial. Esa impotencia no es una cuestión de buena o mala voluntad, sino el resultado del carácter estructuralmente subordinado del Estado y la política frente a la esfera del valor.
Por eso, ni la crisis ecológica, ni la climática, ni la energética, ni la financiera, ni la antropológica y de civilización que nos envuelven pueden resolverse en el marco del capitalismo, ni con un falso “decrecimiento” ni con una engañosa “economía circular” ni menos con un supuesto “capitalismo verde” o “desarrollo sustentable”.
Mientras perdure la sociedad de la mercancía, el aumento de la productividad hará que una masa cada vez más grande de objetos materiales -cuya producción consume los recursos reales del planeta- represente una masa cada vez más reducida de valor. El valor es la expresión del lado abstracto del trabajo, y tan solo la producción de valor tiene importancia en la lógica del capital. Por lo tanto, el capitalismo es esencial e inevitablemente productivista, orientado a la producción para la producción.
Es un sueño de una noche de verano pretender que podemos cambiar algo desde la petrificada “cultura de protesta” actual, ese subproducto posmoderno de las viejas luchas y resistencias de la clase obrera, de los inicios de la revolución industrial, parido en los “supermercados ideológicos” del capitalismo, practicada, en forma de procesiones laicas y judicialización de las luchas, por la izquierda institucional y sus movimientos sociales afines, como forma de control y canalización de esas luchas; a la vez que nos “venden” como solución, falsa solución, un imposible retorno al keynesianismo y al Estado “benefactor”. ¿Vale la pena luchar, y perder tiempo y energías, por integrarse en la sociedad dominante o es eso simplemente imposible?
Lo terrible de la situación actual no es que haya problemas, sino que una gran proporción de la gente es incapaz de comprenderlos, ni siquiera en sus esquemas más básicos, contribuyendo a perpetuar el estado de cosas vigentes. El grado de manipulación al que estamos sometidos degrada las conciencias, falsifica y oculta la realidad, y aplasta la imaginación.
Los avisos son como los porqués o las explicaciones, a veces uno las da, aunque nadie se las pida. El caso es que no quisiera decir, ya te lo dije, pero hace cinco años, a raíz del anterior incendio del Valle del Oza y de ciertas actuaciones supuestamente “ecologistas” escribí esto, publicado está “… En el Bierzo, por ejemplo, estamos asistiendo, a raíz del incendio del Valle del Oza, a uno de esos episodios que desnudan la vacuidad de ciertas alternativas presentadas como ecologistas y que lo único que tienen detrás es la búsqueda de foco mediático y el oportunismo político. Ni una sola propuesta novedosa que realmente vaya a la raíz del problema.…” . Desgraciadamente, vuelve a servir, por mucho que moleste al gran “eco pope” estalinista, con el ego herido (guardo un curioso video de la universidad feminista del pasado año) y a alguno de sus mayordomos y de sus orcos. Ya avisaba Paul Kingsnort en su libro autobiográfico, muy crítico con su propia experiencia como eco-activista, Confesiones de un ecologista en rehabilitación: “Las falsas esperanzas son peores que la falta de esperanzas, y las acciones inútiles solo conducen a la desesperación”.
Lo terrible de la situación actual no es que haya problemas, sino que una gran proporción de la gente es incapaz de comprenderlos
Una de las características del fascismo es la eliminación del disenso y un apego ciego y acrítico al líder. Por eso, y a pesar de los ad hominem, falsedades y mentiras, y lo que realmente los delata: los vetos -estás conmigo o contra mí-, los intentos de aislar socialmente, incluso, lo más miserable y lo que los equipara a los nazis, a personas cercanas -algo que parece no es novedoso, en la conducta de esta gente-, hay algo de lo que me siento satisfecho, haber logrado que emerja y salga a la luz lo que estos ecoestalinistas escondían: su totalitarismo, su mezquindad y la idea que sobre la libertad de pensamiento y expresión tienen. Si esta gente es representativa –pienso, estoy convencido, que no- del movimiento ecologista berciano, no puedo por menos que afirma que es un lugar intelectual y moralmente difícil de habitar.
Consciente que formo parte de un sistema que lucho por derrocar, y con la conciencia paralela de que, en mi vida cotidiana, las contradicciones asoman con frecuencia, seguiré tratando de evitar esa lacra social que es la desidia intelectual y política que inevitablemente desemboca en una ignorancia supina y sectaria, y en la más absoluta estupidez ¿es la estupidez el nuevo mal del siglo XXI? Los problemas que nos aquejan se deben en gran parte a la estupidez humana.
Otro ejemplo, de manipulación nos lo ofrece el alcalde de Ponferrada, don Olegario Ramón, cuando escribe, al calor del fuego de los Aquilanos. El actual alcalde ponferradino demuestra una vez más -con su artículo- carecer de convicciones o ideología, y confirma que es un experto en proponer una cosa y hacer la contraria. Cualquier lector atento podrá descubrir que, en el fondo, lo que esconde su escrito -la verdadera vocación de don Olegario es ser columnista- no es más que un ataque de egocentrismo clasemediano, construido desde de una especie de anti-convencionalismo postizo muy común en las clases parasitarias.
Con ese adanismo típico de todo político que se precie, don Olegario reclama unas brigadas forestales que ya existen desde hace más de un siglo; diserta sobre el papel que las desigualdades sociales y económicas juegan en los problemas del mundo actual. ¿Hay que recordarle a este adalid de la igualdad que, como representante de los habitantes de esta decadente ciudad, se ha autoconcedido un salario que duplica, algo más, la renta media bruta de las declaraciones de IRPF de la ciudad, así como, tambien, su anterior salario como funcionario? Tampoco duda en “alertarnos” sobre la ineficacia de las medidas actuales para enfrentar los efectos del calentamiento global, así como los riesgos catastróficos que nos acechan si no se actúa ya y sin medias tintas. Nos lo dice un dirigente político que nada ha hecho para impedir la puesta en funcionamiento de una contaminante central de calor en el interior de la ciudad (aquí tenemos un buen ejemplo del “jueguecito” que la izquierda institucional y algunos movimientos sociales se traen entre manos) y nos amenaza con la instalación de más.
A los totalitarios de VOX se les ve venir de lejos, incluso a los disfrazados de liberal; a los “buenos ciudadanos”, como don Olegario, ese servidor público que -así se autodefine- se limita a cumplir lo que el Estado ordena, es más difícil. Por eso él, y tantos otros progres, ejemplifican magníficamente aquello que Hannah Arendt llamo la banalidad del mal: “El mal no es nunca “radical”, solo es extremo y carece de profundidad y de cualquier dimensión demoniaca. Puede crecer desmesuradamente y reducir todo el mundo a escombros, precisamente porque se extiende como un hongo por la superficie”.
P.S. Esta Oveja negra e vuelve nómada durante las próximas semanas, en consecuencia, la regularidad de la cita semanal no es posible. Gracias a todas las buenas gentes que me han acompañado y dado su apoyo. Espero nos volvamos a ver pronto. Pasen un buen verano.