[TRIBUNA] Los incendios forestales bercianos
JAVIER LAGO MESTRE | Un año más invaden los incendios forestales la región berciana. Nuestra Tebaida fue atacada de nuevo por las llamas provocadas por una tormenta seca. Todavía recordamos la fuerte devastación de la Cabrera baja hace años. Cuando no es por causas naturales, aparecen los provocados por incendiarios o los descuidos con los fuegos accidentales.
Parece buen momento para aportar razonamientos al debate social de los incendios forestales. Parece que no hay un consenso. Lo que podemos llamar el ecologismo salvaje quiere poca intervención en los montes y con la fauna. De ello se deriva la existencia de masas vegetales sin control y la propagación de animales peligrosos, caso de los lobos. Por su parte, la Junta de Castilla y León controla cualquier intervención en el medio ambiente con criterios muy restrictivos. Así impide desde hace décadas el aprovechamiento del monte por las pedanías bercianas. Estas son las titulares de muchos montes comunales pero sufren las continuas prohibiciones sobre su gestión.
Quizás convenga conocer un poco la historia del monte berciano. Desde la Edad Media los pequeños concejos rurales se aprovecharon del medio natural. Así cortaron sus maderas, recogieron sus ramas y las hojas, cortaron el diverso matorral (brezos, carqueixas, uces…), comieron sus frutos (casteñas, setas, etc), fabricaron carbón vegetal, etc. A nivel agrario, se quemó parte del monte, mediante los sistemas de searas y bouzas, para obtener cereal, regulándose esos terrenos comunales mediante el cultivo de las agras. En zonas ganaderas, aparecen las morteiras y las brañas para pastos. Se especializan los terrenos boscosos, las riberas, las devesas de enciñas, los soutos de castaños, las carballerias, etc.
En el siglo XVIII sabemos del amplio aprovechamiento del monte berciano con las diversas cabañas ganaderas. Había en los mejores pastos bueyes y vacas, las cabras en los rochedos, piaras de cerdos para el cebo, etc. Los concejos rurales organizaban la salida de los ganados a los pastos mediante el sistema comunal de veceiras. Las altas brañas fueron alquiladas para el pasto de miles de ovejas merinas meseteñas que supusieron importantes ingresos para los concejos. Y los tratantes de ganado acudían a El Bierzo a comprar ganado vacuno para venderlo en las ferias de Castilla. Ya en el siglo XIX fue muy importante la venta de ganado caballar para el ejército español, empleado en sus guerras carlistas.
En los siglos comentados el monte berciano estuvo bien cuidado por una explotación racional (agrícola y ganadera). Ahora bien, no podemos olvidar las quemas provocadas y controladas (rozas, searas, bouzas, carboneo…), a esto hay que unir la necesidad de consecución de nuevos pastos, la búsqueda continua de combustibles vegetales (uces, toxos..), que provocaron también deforestación.
En el siglo XIX el Estado liberal intentó controlar el monte comunal a su favor. Se crea el distrito forestal de León, y sus guardas forestales restringen los usos comunales, lo que provoca la resistencia de los vecindarios, mediante talas incontroladas e incendios provocados. En el siglo siguiente, el asentamiento del capitalismo industrial en la región berciana provoca una imperiosa necesidad de madera para las minas, el ferrocarril, la construcción, etc. Como consecuencia de ello, el régimen franquista inició una política de reforestación mediante pinos que provocó la resistencia de los concejos rurales, ante las prohibiciones de sus usos silvícolas y ganaderos tradicionales. El Estado quería favorecer la producción de madera a costa de quitar monte a los concejos. Este nuevo ataque político al rural berciano facilitó la despoblación campesina.
No se puede negar que el Estado de las autonomías ha hecho poco por apoyar el medio rural en general. La continua despoblación así lo indica, por las políticas fiscales, los precios agrarios, la falta de comunicaciones, escasez de servicios públicos, etc. Posiblemente haya un interés político y económico en la despoblación del medio rural, para favorecer la implantación de un nuevo capitalismo energético (molinos de viento), explotación forestal a gran escala, empresas mineras, etc.
Desde luego se precisa una nueva ordenación territorial, teniendo en cuenta criterios ambientales, pero también contando con los habitantes, organizados en concejos (pedanías), para que puedan beneficiarse de la explotación forestal. Por otra parte, las catástrofes naturales van a seguir teniendo lugar (incendios por rayos, tormentas, argayos…). Por eso hay que ordenar el territorio para minorizar sus consecuencias, casos de cortafuegos, nuevos caminos, zonas de seguridad en localidades, especies forestales resistentes al fuego y la seca, etc. El ser humano tiene la obligación de conservar el medio natural en las mejores condiciones para las futuras generaciones. Pero tampoco podemos olvidar que hay diversos protagonistas en juego (políticos, económicos, ecologistas, lugareños, etc) que compiten entre ellos para defender sus intereses respectivos. Las decisiones protectoras del medio natural no se deberían tomar en León y Valladolid, sin contar con las organizaciones bercianas, casos del Consejo Comarcal, ayuntamientos y pedanías.