[UNA HABITACIÓN AJENA] Hybris
“Bonaparte siempre ha considerado que mediante el desprecio consolidaba su imagen de grandeza. No sabe que la magnanimidad consiste en respetar la virtud sin poder, así como el coraje desafía al poder sin virtud”
(Madame Staël. Diez años de destierro)
“Señores diputados: lejos yo de censurar ni de atacar las manifestaciones de mi colega, Srta. Kent; comprendo por el contrario, la tortura de su espíritu al haberse visto hoy en trance de negar la capacidad inicial de la mujer. Creo que por su pensamiento ha debido pasar, en alguna forma, la amarga frase de Anatole France cuando nos habla de aquellos socialistasque, forzados por la necesidad, iban al Parlamento a legislar contra los suyos”
(Clara Campoamor. El voto femenino y yo. Mi pecado mortal)
NELLY BOXALL | Los antiguos griegos consideraban que el peor defecto de la acción humana era la hybris, la desmesura, la voluntad ebria de sí misma, el orgullo de estar convencido de que todo es posible. La virtud política por excelencia era exactamente su contrario: la moderación, la templanza. En palabras de Tzvetan Todorov, el pueblo a través de sus representantes, la libertad y el progreso son elementos constitutivos de la democracia, pero si uno de ellos rompe su vínculo con los demás, escapa a todo intento de limitación y se erige en principio único, esos elementos se convierten en peligrosos: populismo, ultraliberalismo y mesianismo, los enemigos íntimos de la democracia. Gracias a La pimpinela escarlata del pasado jueves conocíamos un caso de hybris local de manos del concejal de dinamización económica, urbanismo y sostenibilidad medioambiental del consistorio ponferradino que se ha enfadado mucho, pero mucho mucho, porque la Asociación de Vecinos Ponferrada Estación Temple ha colocado a modo de protesta unas pancartas exigiendo el pago de mil y pico euros por una serie de reparaciones efectuadas durante dos mil veinte en el local cedido por el ayuntamiento para la realización de su actividad, y justificadas ante dicho organismo hasta en ocho ocasiones, según la asociación vecinal. En la Resolución de la concejalía se justifica esta actuación en base a una interpretación torticera y tendenciosa de la normativa, alegando que dichos carteles atentan contra el prestigio y la reputación de la instalación municipal o de sus representantes, a mí que me lo expliquen. Advierte además que, de no proceder a su retirada voluntaria, enviarán a la policía municipal para que lo haga. ¿Funcionarios públicos al servicio de la ciudadanía, de la ley o de la discrecionalidad de cargos electos? Y yo qué sé ya.
Imaginaría el equipo de gobierno que al igual que ocurre con la publicidad institucional y las subvenciones a los medios de comunicación, amansaría a las asociaciones de vecinos con la cesión en precario de un espacio municipal. Y no es éste el único rifirrafe con una entidad de estas características, sonado fue el que mantuvo el mismísimo alcalde con el presidente de la asociación de vecinos del barrio de Cuatrovientos, de su mismo partido, al más puro estilo Romanones “al amigo, el culo; al enemigo, por el culo y al indiferente, la legislación vigente”, impulsando un expediente disciplinario por vaya usté a saber qué. La expulsión era el para qué. Ahí nuestro alcalde pecó de hybris, incapaz de asumir la disidencia, integrar la crítica constructiva y dedicarse a una gobernanza municipal eficaz y transparente. Que se me ofende usté muy fácilmente, hombre. Riesgos de pedir demasiado a un pequeño espíritu, como afirmaba uno de los personajes de Úrsula K. Le Guin al contemplar la traición y la mendacidad en alguien que creía confiable.
Otro penoso caso de hybris nos desplaza a Otero de Toral, población que ha logrado frenar en seco la instalación de una macroplanta fotovoltaica, proyecto avalado por la anterior presidenta de la junta vecinal -en connivencia con el alcalde de Toral de los Vados- sin el conocimiento ni, por tanto, acuerdo de los vecinos del pueblo que alertados por la tala de un gran pinar de propiedad comunal, se encontraron de un día para otro con la adjudicación del aprovechamiento de esos terrenos comunales a una empresa del grupo Edora. Gracias a la reacción vecinal este proyecto se ha parado y el Consejo Consultivo de Castilla y León ha declarado nulo de pleno derecho el acuerdo sobre dicha adjudicación de terrenos. Ahí es nada. La justificación para esta clase de actuaciones siempre es la misma: el bien común, ingresos para el pueblo, progreso y puestos de trabajo; el hecho de que todo el entorno quede absolutamente devastado será el precio que pagar por la promesa de un bienestar que nada tiene que envidiar al actual. En fin, aconsejaba Baltasar Gracián, como uno de los pilares de la prudencia, sopesar las cosas, más las que importan. Como no piensan, todos los necios se equivocan: nunca entienden de las cosas la mitad, y, como no perciben el daño o la oportunidad, tampoco actúan con rapidez. Algunos hacen mucho caso de lo que importa poco y poco de lo que importa mucho, sopesando siempre al revés. Hay cosas que se deberían observar con todo cuidado y mantenerlas bien arraigadas en el ánimo. El sabio todo lo sopesa, aunque ahonda especialmente donde hay profundidad y dificultades y donde cree que a veces hay más de lo que piensa. Así la reflexión llega donde no alcanzó la aprehensión.
Tampoco se libran los personajes de ficción de padecer hybris, topándonos en las pantallas con una desconocida Birgitte Nyborg, claudicante ante el enganche al poder y ensoberbecida nivel diosa en la cuarta temporada de Borgen, no en vano la han subtitulado en nuestro país El reino, el poder y la gloria. Con la excusa y el autoengaño de la lucha por el bien común y una sociedad más justa, esta política progresista nos deleita con constantes -y éticamente más que dudosas- maniobras de equilibrio en el alambre de la política exterior y de partido, justificando lo injustificable, cambiando bruscamente de rumbo como gallina sin cabeza o pactando con el diablo, simple y llanamente para mantenerse en el poder y, quién sabe, si para dirigir Naciones Unidas en un futuro. El caramelito, siempre hay uno. Si bien el guion tira de freno de mano para mantener la ilusión en la audiencia sobre la eficacia de los mecanismos de control democráticos, es una excelente radiografía sobre cómo se produce la metabolización de los principios y del respeto debido -una vez que se pisa moqueta- en un descarado relativismo posibilista que lleva a uno de sus asistentes a preguntarle ¿hoy estamos a favor o en contra de la extracción de petróleo en Groenlandia? Pues ya lo ven, no hace falta irse tan lejos.