[UNA HABITACIÓN AJENA] Sacar la basura
“La basugre desplaza a aquello que no es basugre. Es como el principio de Gresham del dinero malo. Y el problema de estos apartamentos es que no queda nadie para combatir la basugre. Es un principio universal que se manifiesta en todas las cosas: el Universo se mueve hacia un estado último de absoluta basugrización”
(Philip K. Dick, ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?)
NELLY BOXALL | Qué pereza da la cosa doméstica, qué latosa la gestión de la vida material y no digamos ya escribir sobre ella. Si la tarea de intentar redactar una crónica mínimamente digna sobre la actualidad -ese mito periodístico en palabras de Umbral- supone ya de por sí un esforzado ejercicio de abstracción para un alma tan propensa a la ensoñación y a la cosa inútil, pueden hacerse una idea de lo titánico que se torna mi empeño cuando lo actual es algo tan mundano y prosaico como la basura. Al posar nuestra mirada sobre la basura hallamos un amplio abanico de tipos de basura, como en esas paletas de color que nos muestran interioristas y decoradores (cuidado con el salmón, basura coloril). Está la basura con rango de ciudadanía, con los papeles en regla -azul, verde, amarillo- y dentro de ésta está la llamada orgánica, que por lo general hiede -pregunten a los vecinos del Puente Boeza– mutando a través del tic-tac del reloj y las oscilaciones de temperatura, que tiene algo de cosa viva, licuante y expansiva, limo apetitoso para una gran variedad de criaturas grandes y pequeñas, materia germinal de la Salud Pública. A otro nivel están los friquis de la basura: medicamentos, pilas, bombillas, aceites… Los pepito grillo de la organización doméstica de residuos, si el ciudadano manso y obediente ha logrado clasificarlos, separarlos y depositarlos en el lugar indicado para ello, a final de año le dan el máster en desperdicios, cuyo certificado deberá depositar en el contenedor azul. Muebles, electrodomésticos, objetos electrónicos, menaje, textiles y demás ajuar sacan a la ciudadana media en sonámbula procesión hacia el punto limpio, cementerio de nuestra insatisfacción, desencantado epílogo de la orgía consumista. También existe la basura de otra clase u otra clase de basura, la basura inopinada, esa que nos sorprende, por imprevista. El envoltorio de ese helado que nos ha apetecido en plena calle; cuando agobiados salimos del centro de salud y queremos deshacernos cuanto antes de la mascarilla; ese clínex que has usado para limpiar tu zapato de la caca que el humano de un can no ha retirado por pereza, indolencia o errado sentido de la desobediencia cívica; esa bolsa con los excrementos de un perro… Esa basura la depositamos casi siempre en papeleras de calles, plazas y parques. De cuando en cuando la muchachada les prende fuego, será por aquello de que el fuego purifica y la noche les confunde. Y luego están las cáscaras de pipa, a los pies de un banco por lo general. Basura adolescente.
También existe la basura institucional en forma de decisiones con alto potencial reciclable, como por ejemplo la del equipo de gobierno del consistorio ponferradino de permitir a la empresa FCC -concesionaria de los servicios de recogida de residuos y limpieza viaria- subcontratar personal para el desempeño de puestos de carácter fijo, creando de este modo un agravio comparativo al infringir el principio de igualdad entre trabajadores y trabajadoras que llevan a cabo idénticas funciones, pero con un estatus laboral claramente diferenciado y que perjudica a una de las facciones de la plantilla, que se verá obligada trabajar en condiciones basura. Hay quien augura que este proceder no es legal, mi desconocimiento del Derecho me impide aventurarme a tal afirmación, pero aun siéndolo -quien más y quien menos hemos sufrido los efectos de algún tipo de legislación basura, quien hace la ley hace la trampa- no cabe ninguna duda de que no es lícito, justo, vaya. Con la adjudicación del contrato de estos servicios a la misma empresa que lo venía desempeñando -con un más que cuestionable resultado, a juzgar por las declaraciones del alcalde al prometer que la mejora en el servicio se va a notar muy pronto y acabará con la imagen de suciedad de Ponferrada– Olegario Ramón, tan socialista y tan obrero, ha desechado la oportunidad de municipalizar el servicio de recogida de basuras y dignificar de una vez por todas la tarea de quienes limpian y recogen nuestra mierda, también la suya. Su equipo puede que cambie en unos meses, el contrato basura no. Habría que recordarles esa obviedad atribuida a Einstein de “si buscas resultados distintos no hagas siempre lo mismo”.