[ANÁLISIS] ¿La última Encina de Olegario Ramón?
JUANJO URBINA | Sale en tantas fotos estos días el alcalde de Ponferrada que se diría que posee el don de la ubicuidad. O quizá tan solo sea que quiere disfrutar a tope de las que podrían ser sus últimas fiestas de la Encina con el bastón de mando. Hay tres posibilidades, a cual más remota, de que eso suceda: relevo, ascenso o derrota electoral.
Descartada de plano la primera opción (no en vano se ha preocupado de tener absolutamente controlada la agrupación), para dar el salto a la política nacional (su verdadera vocación según algunos miembros de su propio partido) el calendario electoral que ahora mismo maneja Pedro Sánchez le obliga a revalidar la alcaldía antes de intentar que le incluyan en la lista al Senado. Eso sí, tendría que ser en el número 1 si pretende asegurarse el escaño. Pero falta mucho para eso, más de un año si el Gobierno es capaz de resistir.
Queda la tercera, obviamente. Olegario Ramón y su equipo de Gobierno encaran los últimos meses de mandato con optimismo y con el claro objetivo de reeditar el pacto actual para seguir cuatro años más. La mayoría absoluta del PSOE se antoja tan improbable como esa alternativa formada por PP y Vox a la que se ha referido estos días el alcalde, sin duda con el único propósito de empezar a asustar al electorado más tibio. En los próximos meses veremos agitar muchas más veces, hasta el aburrimiento, el espantajo de la extrema derecha.
Lo censurable en Olegario Ramón no son sus pactos, como tampoco lo era en el caso de Samuel Folgueral (ambos son legítimos) sino lo que hicieron o dejaron de hacer durante sus respectivos mandatos. Eso es precisamente lo que les convierte en alcaldes intercambiables. Está perfectamente explicado en el episodio 4 de la primera temporada de Borgen, serie que desconozco si forma parte de su educación política (pero lo parece). “Solo llevamos cien días en el Gobierno y ya hacemos lo mismo que el Gobierno anterior”, se lamenta la primera ministra. “Es la política”, apostilla su cínico (o tal vez pragmático) ministro de Justicia. Y la cosa va a peor en las temporadas siguientes, como ya nos adelantó Nelly Boxall.
La gestión de Olegario Ramón es perfectamente intercambiable con la de Samuel Folgueral
De Folgueral ya se ha escrito bastante (y no le ha gustado), y en el caso de Ramón también le han fallado tanto el talante y la capacidad de encajar la crítica como la gestión. Sin duda en una parte de su electorado pesará la renuncia a las mal llamadas municipalizaciones, por las que tanto parecía apostar en la oposición, y decisiones tan controvertidas como el tasazo de la basura. Claro que, como nos enseñó Maquiavelo, un príncipe siempre tiene razones legítimas para incumplir sus promesas. PSOE en estado puro: se dice una cosa en la oposición y se hace la contraria cuando se gobierna. Por lo demás, el alcalde ha consumido tres años entre la afición a las fotos y a las redes sociales, haciendo oposición a la oposición y echando la culpa de todo primero a la pandemia y después a las “décadas de abandono”. ¿Cuánto tiempo necesita para arreglarlo? Hasta ahora hemos visto más obras de embellecimiento en el centro que actuaciones de verdadero calado.
Enfrente ha tenido una oposición muy pendiente de los hierbajos, las ratas y las palomas, pero que apenas muerde –salvo honrosas excepciones– en materias tan sensibles como la opaca gestión urbanística, con su barra libre de usos provisionales. Ninguno de los tres grupos que la integran (lo del PRB ha sido complicidad con el tripartito), más el añadido del concejal no adscrito intentando ejercer una complicada oposición desde la izquierda, ha terminado de acertar ni con los mensajes ni con el tono. Deberán hace3r un verdadero esfuerzo en los meses que restan hasta los comicios de mayo para conseguir trasladar un discurso capaz de ilusionar a la ciudadanía.
El resultado de las elecciones locales dependerá en buena medida de la evolución del voto nacional, que en una ciudad como Ponferrada tiene una incidencia nada desdeñable. Pero que nadie se equivoque: se vota en clave local y se vota continuismo y estabilidad. Es un voto conservador, pero en el sentido de que un elevado porcentaje de ciudadanos terminan decantándose por la continuidad de los que están, salvo que hayan cometido pifias muy gordas. Y si no se hace nada, no hay riesgo de pifiarla.
La irrupción de Vox, seguramente con menos fuerza de la que hasta ahora le venían adjudicando las encuestas, y el desenlace final del desplome de Ciudadanos, que puede ir desde la práctica desaparición a una integración en el PP, también van a condicionar el resultado en la capital berciana. A día de hoy cuesta imaginarse que las tres fuerzas del centro derecha (o dos) alcancen los 13 escaños necesarios para gobernar el consistorio. Y añadir una más tampoco parece fácil, sobre todo porque los posibles socios harán ascos con muchos aspavientos a una alternativa que incluya a Vox. Como hemos visto, desde las filas del PSOE ya se ha empezado a meter el dedo en ese ojo.
La oposición apenas ha mordido en materias tan sensibles como la opaca política urbanística
La imposible reunificación del bercianismo, que sería una vía para minimizar tanto el impacto del juicio a Pedro Muñoz (la vista está cada día más cerca de la convocatoria electoral) como la concurrencia de una candidatura de Vox (destinatario real de un elevado porcentaje de las papeletas del PRB en 2019), aboca a una nueva fragmentación de ese espacio político que ahora suma cuatro concejales. Va a ser muy complicando que Coalición por El Bierzo y Tarsicio Carballo repitan sus resultados.
Se ha hablado mucho, y seguramente se seguirá hablando, de una hipotética entente de la UPL, eufórica tras su éxito en las autonómicas adelantadas por Mañueco, y el invento unipersonal de Samuel Folgueral bautizado como USE. Nada tienen que ganar los leonesistas aliándose con una formación sin implantación territorial alguna, aun a riesgo de no llegar al 5% y quedarse por tanto fuera de la corporación. Para USE, esa coalición podría suponer la pérdida de los apoyos que todavía conserva en el espectro socialista, del que procede su líder. Puede perderlos de todas formas si esos electores deciden volver a la casa madre tras la experiencia de tener un alcalde del PSOE, lo que supondría para Folgueral profundizar en la irrelevancia o incluso correr la misma suerte que en su día corrieron el MASS e IAP.
A la izquierda de los socialistas casi todo son incógnitas. Se da por descontado, quizá con demasiada alegría, el acuerdo entre Izquierda Unida y Podemos, por otra parte la única fórmula segura para aspirar a mantener la actual representación de los morados. Pero en cualquier caso quedaría por encajar el papel del movimiento Sumar lanzado a nivel estatal por Yolanda Díaz. Y eso sin contar con la posibilidad de que surjan otras listas como la del Partido Socialista de Libre Federación, al que se ha acercado en los últimos meses el concejal no adscrito,. o incluso la resurrección de Más Ponferrada y/o Municipalistas por el Cambio.
Pero todavía queda un fleco más, si bien probablemente su incidencia no pase de la anécdota política en tiempos de reforzamiento del bipartidismo. Parece más que probable que Vecinos Independientes Agrupados (VIAs) intente de nuevo obtener la representación que le negaron las urnas en los comicios de 2019 y no se puede descartar que colectivos como Bierzo Ya, que se han distinguido por sus posicionamientos críticos hacia el poder, se conviertan en plataformas políticas. Al menos, parece este curso político se presenta si no interesante al menos entretenido. Es lo que tienen en las democracias los años electorales.