[LA OVEJA NEGRA] Políticos de fiesta y en campaña
GERMÁN VALCÁRCEL | Esta semana hemos gozado de la fiesta grande y “laica” del Bierzo, la Virgen de la Encina. Lo cual nos ha permitido disfrutar de la cutre y mediocre “castuzilla” política comarcal y autonómica envuelta en oropeles, fanfarrias, procesiones y discursos floridos. Como he aprendido que no siempre la confrontación con la realidad merece el mismo veredicto, y soy consciente que venimos de un dolor absolutamente horroroso y caminamos hacia una angustia extendida, valgan, no obstante, estas fiestas para que las buenas gentes amantes de la vida rían, bailen y gocen.
No voy a desmenuzar, ni repetir, las palabras dichas por de los políticos, las tienen en los medios y en las redes sociales. Pero el discurso del alcalde ponferradino no tiene desperdicio; definitivamente transformado en especialista en casquería ideológica, solo le queda, como consecuencia del abandono de la Política con mayúsculas, «la política para las redes sociales», a la que se ha convertido en adicto.
Don Olegario nos muestra, ya sin pudor, el camino que ha tomado con tal de lograr la reelección: profundizar en sus propias aberraciones, a base de tópicos y latiguillos solapados (de la solapa de libros no leídos) o extraídos de medios de comunicación, nutridos a su vez, de tópicos y latiguillos acumulados. El alcalde ponferradino parece descubrir, a estas alturas, que los medios de comunicación y los periodistas no son idiotas útiles, sino idiotas morales. Tal vez se lo ha susurrado al oído su jefe de prensa -al que pagamos todos, pero solo trabaja para él- que sobre la idiotez moral de medios comunicación y periodistas sabe mucho.
Es democráticamente necesario que los ponferradinos reparen en las desatinadas bulerías de cinismo, estupidez y sadismo de sus palabras, cada vez que contonea la lengua, por no hablar de las conductas autoritarias, chulescas y prepotentes con todo aquel que no le ríe las gracias.
Las declaraciones del consejero Quiñones, representante de la judicatura en el gobierno regional -una buena demostración de lo bien que funciona la separación de poderes de nuestra democracia- son un claro ejemplo del pestilente clasismo, arrogancia y prepotencia de la derecha de esta Comunidad Autónoma. Tal vez, ya acostumbrados, nos hayamos insensibilizado, al modo que la pituitaria se satura en el interior de una alcantarilla o en una caballeriza, pero todo lo escuchado al consejero hiede. Su crueldad, la injusticia permanente con la que subyuga a la ciudadanía con sus decisiones políticas, el expolio cotidiano al que somete a esta tierra, son uno de los pilares del proyecto ecofascista que los poderes fácticos, corporativos, políticos y judiciales tratan de imponer en esta perdida, despoblada y envejecida comarca. El señor Quiñones ya no disimula, no necesita encubrir sus proyectos en formalismos legales.
Dos hechos, aparentemente sin ninguna hilazón y alejados miles de kilómetros entre sí, han venido a mostrarme los límites de las democracias liberales representativas: El fuerte rechazo del pueblo chileno a la propuesta de una nueva constitución y la noticia de que el Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León confirma “la plena legalidad” de la planta de Forestalia en Cubillos. Después de lo ocurrido con la central de calor, ahora esto, y lo que está por venir.
Años de peleas judiciales han dado como resultado que Cosmos, Forestalia y la central de calor de Ponferrada estén funcionando y con expectativas de ampliar sus actividades, como nos dejó claro el consejero Quiñones en sus recientes declaraciones, durante su festiva visita a la Comarca Circular. ¿Alguien se ha parado a pensar qué elemento se necesita para la obtención de eso que llaman Hidrogeno Verde? Se lo dice servidor de manera simple: Agua descompuesta en sus elementos por la electricidad. ¿Empiezan a entender el porqué de la proliferación de parques eólicos y solares en una comarca repleta de pantanos? Tras este proyecto se encuentran Repsol y el BBV.
Una vez más los reformistas siendo útiles al sistema, haciendo el trabajo sucio de desmovilizar a la gente
Pero no solo a este tipo de proyectos ha abierto cauces esa forma de “activismo ciudadano”; amplias capas sociales han sido “adiestradas y “disciplinadas socialmente” -otras mandadas al ostracismo, o desprestigiadas y difamadas- mediante ese “ecologismo ciudadanista” que jamás logrará cambiar ningún proyecto diseñado desde arriba. Esa forma de “lucha” es una farsa que solo ayuda a blanquear y enverdecer las alambradas político-jurídicas del sistema y a construir la falsa imagen de una democracia que dice tolerar la crítica. Es más, estos grupos a veces justifican el uso de cualquier método, por parte del Estado, contra los activistas radicales, posicionándose como neutrales. Pero en la lucha contra la destrucción de la vida, la neutralidad no es posible. Tal vez, algún día les relate lo ocurrido con un pequeño colectivo, de muy corto recorrido, llamado “2020 Rebelión por el Clima Bierzo”.
Mientras los colectivos sociales sigan sin querer abordar el problema medioambiental como un fenómeno estructural, de una sociedad trazada en torno al capitalismo y el autoritarismo, solo se limitarán a hacer crítica de los efectos observables, pero mantendrán intocables las actuaciones que emanen del poder económico y de sus capataces los políticos. Una vez más los reformistas siendo útiles al sistema, haciendo el trabajo sucio de desmovilizar a la gente y de paso desarticular la fuerza subversiva de otras formas de lucha.
Me preguntaba, recientemente, un buen amigo: ¿Todo lo que vamos a hacer ontra la destrucción que, en nuestro entorno, el despliegue de molinos eólicos y parques solares van a ocasionar, se va a limitar a poner alegaciones? Me temo que así será, aunque, también, servirá para engordar la cuenta corriente de algún despacho de abogados y demás “asesores”, y los egos de algunos y algunas “ecoactivistas”.
En el caso chileno, todos los indicios apuntan a la enorme campaña de desinformación y mentiras -el papel de los medios y las redes sociales ha sido fundamental- que, según me cuentan amigos chilenos, se puso en marcha desde el primer momento. A ello debemos añadir un proceso de despolitización de larga duración, que siempre resulta favorable a los intereses más conservadores en una coyuntura política crucial, como es la posibilidad de un cambio constitucional por la vía “participativa”. En España sabemos mucho de eso. También, las traiciones hacia quienes le auparon al poder y el servilismo hacia las elites chilenas de Gabriel Boric que, no lo olvidemos, llegó a la presidencia del país como consecuencia de la lucha en las calles de los sectores populares -pueblos originarios incluidos- contra el neoliberalismo, deja claro el papel que los reformismos juegan en el ámbito de las transformaciones sociales reales. En nuestro país hemos sufrido -durante la Transición y, también, recientemente- el mismo fenómeno.
Ambos casos sirven para ejemplificar como el Poder, siempre, juega con varias barajas y usa eso que llaman “democracia representativa” para, mientras sigue con la destrucción y el expolio -ya dijo Marx que el capitalismo siempre trae sangre y fango-, lograr mayores consensos y menos costos políticos, permitiendo elecciones controladas desde los medios de comunicación y desde el chantaje ideológico y económico. Apoya, es evidente, a los llamados partidos de derechas, pero siempre tiene el as de los reformistas, o la izquierda progre, como válvula de escape si la presión popular aumenta, y estos tienen a sus ONG y sindicatos preparados para “encauzar” el descontento y desprestigiar las opciones nominadas como radicales. Y si eso tampoco funciona, siempre tienen el fascismo como solución final.
No obstante, en una semana que han coincidido los aniversarios de los atentados de las Torres Gemelas, el golpe de estado contra el legítimo y legal gobierno de Salvador Allende, y la desaparición de la representante más longeva de la institución pilar de una de las naciones más colonialista, racista y con más genocidios de la historia de la humanidad, no deberíamos olvidar las palabras de la escritora Úrsula K. Le Guin: «Vivimos en el capitalismo. Su poder parece ineludible. Lo mismo hizo el derecho divino de los reyes».